Ir al contenido principal

Kafka en la orilla

Kafka en la orilla de Hanuri Murakami, traza dos historias paralelas: Por un lado, cuenta la vida de Kafka Tamura que decide fugarse de casa el día que cumple quince años porque odia a su padre. En la huida, espera encontrar a su madre que lo abandonó a los cuatro años. Sus pasos lo llevarán al sur de Japón, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca. 

El otro protagonista del libro es Tanaka, un hombre de avanzada edad, quien de niño, durante la II Guerra Mundial, sufrió un extraño accidente del que salió sumido en una especie de olvido de sí, con dificultades para comunicarse. A los 60 años, abandona Tokyo y emprende un viaje acompañado por Hoshino, un joven camionero, que le conducirá, como a Kafka, a la biblioteca de Takamasu. 

Así, vidas y destinos, se van entretejiendo en un curso inexorable que no atiende a razones ni a voluntades. Creo que hay que leer este libro, donde lo fantástico y arbitrario tiene un gran peso, dejándose llevar por el discurrir de los acontecimientos sin intentar racionalizarlo, con la mentalidad del que sufre y disfruta por lo que ocurre, sin más. Así es Tanaka, para él las cosas pasan sin conexiones lógicas entre ellas. Por eso fascina este personaje que se desenvuelve como pez en el agua en la trama de la novela. Dan ganas de moverlo para que se despierte cuando se pone a dormir 40 horas seguidas y nos deja tan colgados como a Hoshino. Es el personaje idiota y estúpido que habla con los gatos y que hace llover caballas y sanguijuelas. Solo al final, te das cuenta de que representa a la muerte. Junto con  Hoshino, los dos forman un dúo fantástico. Claro que cuentan con el “hada mágica”, el logotipo de las cajas de pollo frito de Kentucky Coronel Sanders, que les echa una manita. 

Entre el realismo descarnado y la fantasía exacerbada, el autor foma un todo que es el cuerpo de la novela y no se puede entender lo uno sin lo otro. Kafka, en principio, es el personaje prometedor de la novela con su huida de casa para que no se cumpla la profecía que le ha hecho su padre, que no es ni más ni menos que la que le hacen a Edipo. A pesar de que dice de sí mismo que tiene que ser fuerte porque nadie le ha ayudado en la vida y tiene que apañárselas por sí mismo como un cuervo, el personaje resulta aburrido, repetitivo y decepcionante. Su amigo Oshima, un compendio enciclopédico un tanto pedante, puede ser entendido como una metáfora, es la voz de la biblioteca donde Kafka encuentra las respuestas que busca. 

Gloriosa la escena entre Oshima y las dos señoras que como cacatúas vienen a exigir baños de señoras en la biblioteca. Hay frases en el libro cargadas de ironía con las que creo que el autor nos va indicando el camino a seguir. “Es una pérdida de tiempo intentar encontrarle un sentido a las cosas que no lo tienen” Los personajes se han quedado estancados en una vida infantil o adolescente y se adaptan fácilmente a todos los episodios prodigiosos que ocurren a su alrededor. No se trata del Realismo Mágico, aquí lo insólito ocurre de repente y solo ciertas mentes lo aceptan con naturalidad. (Cuando Nakata cuenta a la policía que ha matado a Johnny Walker, el policía piensa que es un anciano que chochea) 

Es un libro extraño donde los haya, que desconcierta, intriga, emociona y por momentos hace reír. Al final, nos despertamos de un largo sueño cuando  Kafka Tamura  nos dice que se dispone a volver a su casa para seguir su vida. Ahí se rompe toda la magia.

Comentarios

Más vistas

A la deriva - Cuento de Horacio Quiroga

Ficha Técnica     Título: Cuentos de amor, de locura y de muerte    Autor: Horacio Quiroga    Género: Cuento    Editorial: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada    Año de edición: 1917    País: Uruguay    Resumen      El protagonista del cuento, Paulino, pisa una serpiente venenosa que le muerde en el pie. A causa de este incidente, inicia un viaje por el río Paraná hacia un pueblo vecino donde espera que le salven la vida.       Valoración personal        Horacio Quiroga mantiene en este cuento las tres constantes que le caracterizan como el gran cuentista que es: brevedad, intensidad y tensión constante.     Lo que más impresiona es la lucha por sobrevivir del protagonista al que, a veces, lo llama por su nombre y otras no dice nada más que “el hombre”. Como si a cualquiera de nosotros nos pudiera ocurrir lo mismo. Una lucha desesperada, por ganarle la batalla a la muerte, por no rendirse, aunque ...

La habitación de las llaves antiguas

La habitación de las llaves antiguas (fragmento)  de Elena Mikhalkova  Mi abuela una vez me dio este consejo:  Cuando los tiempos sean difíciles, avanza en pequeños pasos.  Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo lentamente.  No pienses en el futuro ni en lo que pueda pasar mañana.  Limpia los platos.  Limpia el polvo.  Escribe una carta.  Cocina sopa.  ¿Ves eso?  Sigue adelante, paso a paso.  Da un paso y luego haz una pausa. Toma un descanso.  Valórate a ti mismo.  Da el siguiente paso.   Luego otro.   Apenas lo notarás, pero tus pasos se harán más largos.  Hasta que llegue el momento en que puedas volver a pensar en el futuro sin llorar. (Elena Mikhalkova, escritora Rusa, nació el 1 de abril de 1974).

Un mundo de Ángeles Santos

Este cuadro ha sido restaurado recientemente y se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid. «Un mundo», dijo la autora que representa. Por cierto, se llamaba Ángeles Santos y lo pintó con tan solo diecisiete años, una artista precoz donde las haya. ¡Qué no se hubiera dicho de ella en 1929 si hubiera sido un varón! Eran otras épocas; de la mujer se esperaba que se casara y fuera amante esposa y una madre solícita, no una artista del vanguardismo. De todas formas, el monumental lienzo de nueve metros cuadrados tiene tanto magnetismo que fue la obra que más sensación causó en el madrileño Salón de Otoño de 1929. Los especialistas se rindieron ante su genio precoz y recibió los elogios de la intelectualidad del momento.    ¿Qué tiene esta pintura para que nos llame tanto la atención? ¿Es su aspecto de pesadilla? ¿Su monumentalidad? La miro desde la distancia. El cubo terráqueo está tan cargado de objetos que a duras penas se sostienen por la velocidad a la que se mueve; pare...

Al amanecer

Cantan los pájaros en la plaza  Y sus trinos nada piden  Tan solo festejan  El amanecer del día  Que nos saque de la noche oscura

El calamar rojo gigante

Leer más relatos aquí Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida.  Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total.  Hecha un ovillo, se sentó en uno de lo...