Ir al contenido principal

Entradas

La Semana Santa de mi pueblo

Juan de Balmaseda Madera policromada Iglesia de Santa Columba, Villamediana (Palencia) El Miércoles Santo nos daban las vacaciones escolares que a mí más me entristecían. Aunque comenzaba la primavera y se oía ya cantar a los pájaros en sus nidos, esos días de Semana Santa todo se paralizaba y se teñía de gris: la plaza del pueblo se quedaba sin las habituales risas y jolgorio de los niños, el pueblo parecía inactivo y las personas de negro que andaban por la calle lo hacían sumisas y silenciosas en una sola dirección, la de la iglesia, para cumplir con las obligaciones religiosas. Vestida de domingo, con el olor de la ropa planchada con la plancha de hierro metida en la lumbre, entraba en la inmensidad de la iglesia con apenas un palmo de altura. Era para echarse a temblar, grandes telas moradas cubrían los santos y la iluminación de la velas por doquier creaba unas sombras chinescas en movimiento espeluznantes que me hacían contener la respiración y mirar para abajo. Esta actit

Tus propias palabras de despedida

Los estragos del tabaco

Ya hacía años que el humo de su tabaco no le envolvía en su nube tóxica. Un día dijo que lo dejaba y lo dejó de manera fulminante sin someterse a programas de autoayuda ni recursos paliativos. Con carácter fuerte y voluntad férrea siempre había comentado: Cuando quiera dejarlo lo dejo. N o contaba con la otra parte. Habían sido muchos años de convivencia y el enemigo ya campaba a sus anchas por su organismo. En el último tiempo pasaba los días tranquilamente sentado en su sofá leyendo con el run-run de la tele haciéndole compañía. A medida que la primavera se había ido acercando a su ventana y el trino de los pájaros lo habían sacado de su letargo invernal, parecía que una sangre renovada le rocorría todo su ser y el espíritu de la vida prendió en su interior. Quería salir, andar, recorrer esos caminos abriendo los brazos para que le prendiese un nuevo renacer. Se puso en pie con dificultad para caminar el pequeño trecho hasta el comedor. Allí reposaba la bandeja con el desayuno

Yuna, una historia casi real (Terremoto Japón 2011)

Érase una vez un lejano país donde no hace mucho tiempo vivía una preciosa niña de pelo negro y ojos rasgados. No era una princesa y no vivía en un castillo, pero tenía todo aquello con lo que cualquier niña hubiera sido feliz: una estupenda casa, unos padres que la querían y un cole con un buen puñado de amigas. Pero Yuna no siempre estaba contenta. Sentía que las cosas no funcionaban a su alrededor de la manera debida. A veces le prohibían cosas sin preocuparse de saber por qué lo hacía y otras no le hacían caso a lo que ella quería. Entonces Yuna gritaba, salía corriendo o se escondía para que todos tuvieran que buscarla. —Yuna, sal de debajo de la mesa, vamos a cenar. —No pienso salir, papá. Estoy harta de que me maltraten. No me gusta que me griten, ni que me peguen. —Yuna, nadie te pega, no exageres. —Tortas y eso no, pero mamá me ha dado así –dijo mientras se marcaba con el puño en el estómago– y yo no había hecho nada. ¡Sólo llamaba a mi amiga Ioko que pasaba por la call

A la encina más recia de Villamedana

Esta encina casi centenaria, de lejos parece imperturbable; pero los que la conocemos bien sabemos que rejuvenece todas la primaveras regalando el canto de las aves que juguetean entre sus ramas, da sombra a los que se cobijan bajo su manto para protegerse del asfixiante verano, se vuelve impasible ante los vientos que la zarandean en otoño y oscurece plantando cara como ser inanimado al crudo invierno. Mientras, sus viejas raíces siguen con sabia actividad hurgando la tierra para obtener las sustancias que la mantienen en pie. Aunque señera del lugar admirada y respetada por todos, no se manifiesta engreída desafiando al tiempo; más bien soporta estoica la carga que le aplana sobre su propio eje sintiéndose presa de un tiempo presente al que no pertenece. De ahí que a veces con el susurro de sus hojas se atreva a decir: “yo ya no sé que pinto en este mundo”, lo que está en contradicción con su energía vital que la agarra a la tierra y la sostiene en todo su esplendor. Con los año