Ya hacía años que el humo de su tabaco no le envolvía en su nube tóxica. Un día dijo que lo dejaba y lo dejó de manera fulminante sin someterse a programas de autoayuda ni recursos paliativos. Con carácter fuerte y voluntad férrea siempre había comentado: Cuando quiera dejarlo lo dejo. No contaba con la otra parte. Habían sido muchos años de convivencia y el enemigo ya campaba a sus anchas por su organismo.
En el último tiempo pasaba los días tranquilamente sentado en su sofá leyendo con el run-run de la tele haciéndole compañía. A medida que la primavera se había ido acercando a su ventana y el trino de los pájaros lo habían sacado de su letargo invernal, parecía que una sangre renovada le rocorría todo su ser y el espíritu de la vida prendió en su interior. Quería salir, andar, recorrer esos caminos abriendo los brazos para que le prendiese un nuevo renacer.
Se puso en pie con dificultad para caminar el pequeño trecho hasta el comedor. Allí reposaba la bandeja con el desayuno de la mañana sin tocar, la medicina sin abrir y ella, que lo cuidaba, con la impotencia en su mirada.
No podía tragar, el cuerpo no le obedecía y comenzó a estar asustado, muy asustado. Desde que el cáncer había hecho acto de presencia había intentado tratarlo de tú a tú, pero nunca lo había sentido tan dominante y acaparador con aquel dolor insoportable y el fuego que le quemaba por dentro.
¡Cuántas veces se había imaginado esta situación!
Cogió el vaso de la morfina y con gran esfuerzo intentó tragarlo, parte cayó fuera; lo volvió a repetir una y otra vez.
Apenas producía los efectos deseados.
Intentó dormir. Le era muy difícil en el último tiempo. Anhelaba un sueño reparador que al despertar le convenciese que todo era una pesadilla.
En la mesa el cuaderno abierto con los manuscritos de sus poesías esperaba pacientemente a que escribiera su final.
En el último tiempo pasaba los días tranquilamente sentado en su sofá leyendo con el run-run de la tele haciéndole compañía. A medida que la primavera se había ido acercando a su ventana y el trino de los pájaros lo habían sacado de su letargo invernal, parecía que una sangre renovada le rocorría todo su ser y el espíritu de la vida prendió en su interior. Quería salir, andar, recorrer esos caminos abriendo los brazos para que le prendiese un nuevo renacer.
Se puso en pie con dificultad para caminar el pequeño trecho hasta el comedor. Allí reposaba la bandeja con el desayuno de la mañana sin tocar, la medicina sin abrir y ella, que lo cuidaba, con la impotencia en su mirada.
No podía tragar, el cuerpo no le obedecía y comenzó a estar asustado, muy asustado. Desde que el cáncer había hecho acto de presencia había intentado tratarlo de tú a tú, pero nunca lo había sentido tan dominante y acaparador con aquel dolor insoportable y el fuego que le quemaba por dentro.
¡Cuántas veces se había imaginado esta situación!
Cogió el vaso de la morfina y con gran esfuerzo intentó tragarlo, parte cayó fuera; lo volvió a repetir una y otra vez.
Apenas producía los efectos deseados.
Intentó dormir. Le era muy difícil en el último tiempo. Anhelaba un sueño reparador que al despertar le convenciese que todo era una pesadilla.
En la mesa el cuaderno abierto con los manuscritos de sus poesías esperaba pacientemente a que escribiera su final.
No hay palabras...
ResponderEliminarLas tres que has escrito me son suficientes.
ResponderEliminarUn abrazo. Feliz domingo :)
Vemos lo que otros hacen lo mismo que otros ven lo que hacemos, pero que difícil es que nadie pueda juzgar los sentimientos, ni propios ni ajenos.
ResponderEliminarHola Jose! Trataba solamente de poner en evidencia el dolor sin límites que me llegaba y la impotencia que me creaba. Al ponerlo en palabras no siempre conseguimos lo que pretendemos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Un abrazo!
Me pega fuerte, mi papá padeció de cáncer de pulmón, luego de una larga batalla con la obra social, el juzgado consiguió un médico especialista en cirugía de tórax. Hoy, después de tantos años goza de buena salud con respecto a eso.
ResponderEliminarLo vivido durante el tiempo del diagnóstico y la cirugía, no se puede poner en palabras. Estuve en la cirugía, sabes que igual sigo fumando :(
Abrazos!
Gracias Graciela por tu comentario. El caso que cuentas de tu papá siempre es una luz y una esperanza para otros.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana!