Ir al contenido principal

Entradas

La tristeza del anciano

Puso sus manos en la cara para cubrir la rotura del llanto e impedir que esa zona oscura y oculta, que llevaba en su interior durante los últimos días, aflorase. El ahogamiento ante el reclamo de una voz machacona que le surgía de lo más profundo y no lo dejaba en paz. Todo desde que había oído el rumor que era un clamor aquellos días. La residencia de anacianos se cerraba.  La idea de volver a su casa se le presentaba imposible. Por eso, a la angustia que ya lo habitaba, se le añadió el desconcierto de no saber a dónde ir cuando una mano le abrió la puerta para que saliera a la calle.  Su mente estuvo vagando en medio de la nada. Se dio la vuelta y entró de nuevo en la residencia, sintiéndose un intruso. Con el temor a ser descubierto, vive oculto. 

No es más que un breve adiós

El sol tímido y vergonzoso, por fin, se deja ver por estas tierras del norte y con su suave caricia nos anuncia que el verano está al llegar. Un verano seguramente corto, no los tres meses que marcan los cánones para cada estación, pero me apetece romper la rutina diaria y hacer esas cosas que por falta de tiempo he ido aparcando. Volar sin ataduras ni rígidos horarios de trabajo, viajar, leer, escribir, ver otros mundos que pueden estar lejos o al lado de mi casa y que con las prisas de la vida he pasado por alto. Porque estáis ahí, porque he tenido la suerte de encontraros, no puedo marcharme sin despedirme, os habéis hecho especiales y ya ocupáis un lugar allí donde crecen los sentimientos. Gracias a todos los que me habéis leído y en particular a los que entrada tras entrada habéis dejado vuestros animados comentarios. Me gusta despedirme de vosotros como si se tratase de amigos que durante un tiempo no voy a ver. Me habéis dado mucho: risas, compañía, retazos de vida e historia

La abuela

La abuela era una mujer de carácter, luchadora, perseverante y con un gran afán de superación. Sin duda, la mejor amazona de la comarca y montada en su caballo aparecía en cualquiera de sus fincas para vigilar el trabajo de los obreros. Lo que en un hombre se hubiera visto como normal, en ella chocaba: era mujer y ¡vaya mujer! No se sometió al papel de esposa sumisa que marcaban los cánones de la época.  Antes del nublado —los de la zona todavía hablan de antes del nublado como referencia temporal— estaba pletórica de salud y vida, salió de él envejecida y enferma. En su rostro, los ojos seguían brillando con tenacidad, pero en su corazón se había instalado la idea de descansar para siempre y no seguir viendo tanta calamidad. Con la humedad, ella, que nunca había estado enferma, empezó a sentirse mal, tosía mucho y tenía escalofríos. Se calentaba con piedras que habían acercado a la trébede. El ama de llaves musitaba un soniquete de oración para ahuyentar los malos espíritus. Envuel

Microrrelatos al por mayor.

Aunque no soy muy dada a participar en otros blogs, alguna que otra vez me decido por alguno impulsada por el interés que despiertan sus propuestas. Esta vez, me he estrenado en Microrrelatos al por mayor (de Luisa Hurtado), con tres micros inspirados en dos fotografías de José Luis Rafael. Me ha parecido una interesante experiencia.¡Espero que os gusten! LA DEMOCRACIA Primera mirada:  La democracia con corazón ya no se lleva. La diosa de la economía bancaria es la que manda y ha dividido el cuerpo en 27 partes, aquella que no respire al ritmo que ella marque, será condenada al ostracismo más absoluto. Segunda mirada: Estábamos ciegos y nos creíamos felices viviendo en libertad, la realidad nos abrió los ojos y nos sacó los colores. METAMORFOSIS  Se negaba a mirar la silueta de su sombra siempre pegada a ella recordándole su pasado de oruga. Ella era una preciosa mariposa, sus maravillosas alas así lo confirmaban y sus colores con aquel brillo de polvo dorado, le aportaban u

Basta ya de violencia machista

Hay criminales que proclaman tan campantes ‘la maté porque era mía’, así no más, como si fuera cosa de sentido común y justo de toda justicia y derecho de propiedad privada, que hace al hombre dueño de la mujer. Pero ninguno, ninguno, ni el más macho de los supermachos tiene la valentía de confesar ‘la maté por miedo’, porque al fin y al cabo el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo. Eduardo Galeano El día estaba claro y soleado en aquel pequeño pueblo. La estrecha calle por la que pasaba ella, con soportales en las casas de ambos lados, remarcaba su silueta con todo su esplendor. El reloj de la torre de la iglesia, que hacía tiempo que no marcaba las horas, sobresalía por encima de los tejados como ojo curioso que no quería perder detalle. Su aspecto de alemana nos cautivó a todos. Alta, con media melena rubia, de ojos azules y piel transparente, llevaba un vestido ajustado que enmarcaba su figura. Andaba como una actriz