Ir al contenido principal

Entradas

La vuelta a casa

La adolescencia había quedado atrás  En esa casa nueva  No reconoces el orden de las cosas  Ni la lógica áspera de la sangre  El silencio tenso se impone  Sabes de situaciones  En los que basta solo una palabra  Para encender el fuego  El desamor es ese tiempo  En el que vuelves a casa  Como la niña que se fue  Tras largos años de ausencia  Te preguntas cómo tratarlos  Si son unos extraños  Sientes el frío del rechazo  Para ellos eres una extraña también  

Un nuevo amanecer

Todo fluye, todo cambia, todo se transforma, nada permanece. (Heráclito) Innecesario ya el cobijo de tu dueño  la naturaleza, firme acreedor,  viene a cobrarse lo que es suyo.  La tarde cae  muy pronto te fundirás en la tierra  de la que saliste  para revivir un nuevo renacer. 

El afinador de pianos

La tienda de pianos estaba enfrente de nuestra casa y, por extraño que parezca, era uno de los lugares más silenciosos del barrio. La campanilla de la puerta sonó cuando mi madre y yo entramos. El señor Carrión, con su sempiterno guardapolvo negro sin abotonar a causa de la obesidad, se apresuró a dejar unas partituras en el mostrador y levantó su mirada acuosa por encima de las gafas. Se aclaró la garganta con un carraspeo para preguntarnos con voz atiplada: «¿En qué puedo ayudarlas?» De toda la vida vecinos, nunca habíamos entrado en contacto hasta ese día que mi madre le alquiló un piano para que yo pudiera dar clases particulares. Y salí convertida en empleada por horas. Él necesitaba una persona en la tienda y yo dinero para mis gastos. Con el caminar torpe de alguien que no está acostumbrado a moverse mucho nos acompañó hasta la puerta. Aunque hombre de pocas palabras, el aparente descuido en el vestir y su hablar pausado reforzaban su aspecto bonachón. Nos despidió con una lev

¿Dónde está Amina?

Hammed y su hijo de doce años, Abdel, viajaron a Marruecos para celebrar el Ramadán en su pueblo con parientes y amigos. Al regresar volvieron con el abuelo. Ocuparía la cama de la hija mayor, Amina. Esta, encantada, dormiría en la alfombra del salón. La presencia del abuelo los había alegrado a todos. Y Amina notaba que su padre parecía más feliz. —Papá, las notas para la firma. Mira, tres notables y los demás sobresalientes. La tutora me dice que podré empezar Bachiller el próximo curso y que por las buenas notas me darán una beca para materiales y comedor. Así no tendrás que preocuparte. —Ya podía estudiar tu hermano la mitad que tú, hija. Con dar patadas al balón ya tiene bastante. En cuanto tenga unos años más lo llevo conmigo a la carnicería halal. — Me esfuerzo para ser profesora y poder volver a nuestro país a enseñar a los niños. —¿Te gustaría volver al país? — ¿Por qué no? —El tío Mounir quiere una foto tuya. Como hace tanto tiempo que no te ve. —Pues me hago un s

Blanca y su gran familia

La noticia me la dio una llamada intempestiva que me sacó de la cama con un susto de infarto. Para entonces la ciudad era un hervidero de dimes y diretes sobre la muerte en extrañas circunstancias del poderoso señor marqués de Mendoza. La gran preocupación de la familia, reunida en la biblioteca de su casa torre, era cómo decírselo a la joven Blanca que se quedaba viuda con 27 años. Envueltos en ese olor peculiar que liberan los libros viejos, consideraban que había que tener mucho tacto puesto que ahora el bienestar de todos estaba en sus manos. El Marqués la había nombrado heredera única con la condición de que no volviera a casarse. El tío abuelo que vivía con el Gato de Cheshire, sujetándose su amplia sonrisa mientras miraba de soslayo, propuso que lo mejor sería ocultárselo. La tía Elisenda, a la que llamaban Sombrero Loco porque de joven fue cabaretera, era partidaria de que hiciera un viaje de ensueño. La Marquesa, hermana del finado, sin quitarse la mantilla de encaje de s