Ir al contenido principal

Entradas

Qué sola queda la casa

En tu casa que era mi casa Sigues tras la ventana Recoges miedos en el aire incierto Viento de agosto que el pan amasa Qué lentas pasan las horas Bajo la tierra seca y espigada Dan vida a las sombras Jirones de fantasmas El parpadeo del sueño Me alarma Esperar que se rompa el silencio Y anunciar el alba Un carro toma la calle De madrugada Su traqueteo noctámbulo Me acerca a tu cama Y al oído te digo El vecino ya toma ventaja Despiertas del sueño Te levantas Te vas al amanecer Qué sola queda la casa

La gloria venidera

Datos técnicos Editoriales:  Independently published  N.º de páginas: 144 Formato:  Tapa blanda / EPUB  ISBN: 9781521597675  Año de edición: 2017.    La Gloria Venidera es un encanto de novela corta, una joya literaria que brilla en todo su esplendor. Nos dice el escritor-protagonista: «Escribir es un acto gozoso». Un gozo es para el lector encontrarse con una obra así. Para leerlo lento, degustar y disfrutar de la esmerada escritura, del armonioso balanceo de las palabras, de su prosa cuidada, del rico y elegante estilo al que ya nos tiene acostumbrados la autora; con citas de importantes autores dignas de encuadrar. Todo gracias a un exhaustivo trabajo de corrección para unificar el estilo, arreglar los desajustes de la trama y pulir el lenguaje. Muy jugoso el capítulo que dedica a los críticos literarios.  Sin duda, la gran protagonista es la Literatura. Es el eje del libro, domina la vida tanto de Javier, el protagonista, como de su mujer...

Instantes

Empiezan las rebajas. Al cruzar la calle ante unos grandes almacenes, un cabello corto, muy fino, de color castaño, capta mi atención entre la gente. Se me pierde entre la multitud apresurada que intenta encontrar las mejores gangas. Poco después, una mano de mujer adulta con una alianza de oro en el anular derecho, se atusa el pelo. La sigo. Me llega su voz, oigo su risa. Noto cómo agacha un poco la cabeza para protegerse del viento frío que da de cara. Se sube el cuello del abrigo azul. Una chispa de emoción me recorre. ¡Es ella! Llena de entusiasmo agilizo el paso de manera atropellada entre los que me rodean. Tengo tantas ganas de hablar con ella, de sentir su cálido abrazo. Sus manos. Siempre haciendo algo, nunca quietas. Las imágenes también se atropellan en mi cabeza. Me veo de niña. Siento cómo esas manos me hacen las trenzas o me prueban la ropa que me hace nueva. Manos seguras, fuertes, manos de madre que parecen multiplicarse. Sentir que está ahí, pasar mi mano po...

Entre sueños y realidades

Salgo de Ponferrada con la mochila a la espalda y paso ligero para aprovechar la fresca del amanecer. Los kilómetros recorridos desde que empecé esta ruta del Camino de Santiago empiezan a pesarme en las piernas. El cansancio se va acumulando. Los pies recién curados de sus llagas me piden a gritos un descanso. Me animo sabiendo que la meta está ya cerca. Pronto las nubes se cierran y empiezan a descargar enfurecidas. Se les une un viento frío racheado que hace que cada uno de mis pasos sea una lucha titánica. Arrastrando los pies doloridos, aterido de frío y calado hasta los huesos, entre un ambiente gris gélido, llego al albergue avanzada ya la tarde. A duras penas, he logrado superar la etapa de hoy. El pórtico de la Gloria que veía tan cercano cuando empecé esta aventura, hoy se me desvanece. Todo me da vueltas. La joven del albergue me abre la puerta. Sobre mis huellas de olvido y flashes de memoria, una luz irreal lo ilumina todo. La joven, de blancura virginal, vestida ...

Tras la huella de Sherlock Holmes

Siempre tomo el metro en la estación de Bayswater para ir a visitar a mi amigo a Baker Street. Nostálgico me adapto a los nuevos tiempos. El vagón va atestado de gente. La prisa los domina. Nadie parece reparar en mi presencia, para ellos soy un ser invisible en este rincón del vagón en el que me he acomodado. ¡Qué vida la de antes cuando viajaba en aquellos coches tirados por caballos! Sacudo el cordón de la campanilla y la Sra. Hudson me conduce a la habitación que, anteriormente, había compartido con él. Aunque la mañana está avanzada lo encuentro en bata hundido en su viejo sillón con las piernas cruzadas y la vieja pipa de brezo entre los labios exhalando volutas de humo. La habitación envuelta en una densa niebla del tabaco me indica que lleva toda la noche trabajando. Es la luz de una lámpara que languidece sobre el escritorio atiborrado de papeles la que me permite ver su perfil aguileño con la mirada perdida en una boina roja que destaca, ente otros objetos, en la mesita an...