La noticia me la dio una llamada intempestiva que me sacó de la cama con un susto de infarto. Para entonces la ciudad era un hervidero de dimes y diretes sobre la muerte en extrañas circunstancias del poderoso señor marqués de Mendoza. La gran preocupación de la familia, reunida en la biblioteca de su casa torre, era cómo decírselo a la joven Blanca que se quedaba viuda con 27 años. Envueltos en ese olor peculiar que liberan los libros viejos, consideraban que había que tener mucho tacto puesto que ahora el bienestar de todos estaba en sus manos. El Marqués la había nombrado heredera única con la condición de que no volviera a casarse. El tío abuelo que vivía con el Gato de Cheshire, sujetándose su amplia sonrisa mientras miraba de soslayo, propuso que lo mejor sería ocultárselo. La tía Elisenda, a la que llamaban Sombrero Loco porque de joven fue cabaretera, era partidaria de que hiciera un viaje de ensueño. La Marquesa, hermana del finado, sin quitarse la mantilla de encaje de s...
Un blog de relatos