Antes de abrir la puerta del despacho del doctor Zulueta se detuvo un instante para ajustarse el nudo de la corbata. Se sentía satisfecho.
—Doctor, venía para llevarme a mi esposa.
—Si hace apenas dos meses que la ingresó con un cuadro agudo de ansiedad.
—Y que no hablaba, ¿se acuerda? —El doctor asintió —. La culpa de todo la tuvo el gato.
—¿El gato? En el informe de ingreso no mencionó ningún gato.
—Me contó que anochecía cuando lo vio cerca de nuestra casa. La siguió. Se le enredaba entre las piernas y ella le acariciaba el lomo con su pie descalzo. Tenía que ver cómo respondía zalamero a las carantoñas con su ronroneo. Mi esposa cambió, doctor, no era la misma. Su llanto desesperado llenó la casa durante tres días. Después, el silencio. Me miraba con ojos de espanto. La mujer que más he querido... Ahora participa en juegos de mesa, sonríe y habla. Puede volver a casa.
—Me queda una duda, ¿qué vio o qué sintió una mujer tan serena y cariñosa en el momento que rompió en aquel llanto?
—Un ligero hedor a vómito flotaba en nuestro dormitorio cuando fue a acostarse. Se me desató la furia, ¿sabe? En la manilla de la ventana aún se estremecía el gato ahorcado.
—Doctor, venía para llevarme a mi esposa.
—Si hace apenas dos meses que la ingresó con un cuadro agudo de ansiedad.
—Y que no hablaba, ¿se acuerda? —El doctor asintió —. La culpa de todo la tuvo el gato.
—¿El gato? En el informe de ingreso no mencionó ningún gato.
—Me contó que anochecía cuando lo vio cerca de nuestra casa. La siguió. Se le enredaba entre las piernas y ella le acariciaba el lomo con su pie descalzo. Tenía que ver cómo respondía zalamero a las carantoñas con su ronroneo. Mi esposa cambió, doctor, no era la misma. Su llanto desesperado llenó la casa durante tres días. Después, el silencio. Me miraba con ojos de espanto. La mujer que más he querido... Ahora participa en juegos de mesa, sonríe y habla. Puede volver a casa.
—Me queda una duda, ¿qué vio o qué sintió una mujer tan serena y cariñosa en el momento que rompió en aquel llanto?
—Un ligero hedor a vómito flotaba en nuestro dormitorio cuando fue a acostarse. Se me desató la furia, ¿sabe? En la manilla de la ventana aún se estremecía el gato ahorcado.
Estremecedor, pobre gato, víctima de un ataque de celos.
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Alfred.
EliminarUn abrazo.
Los celos matan, a veces seres humanos, otros animales pero el instinto es el mismo. Muy buen relato y final estupendo. Abrazucos
ResponderEliminarQué bien has sabido resumirlo.
EliminarUna ración más de esos abrazucos tan simpáticos.
Te quedó genial. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Sara.
EliminarMi cariñoso abrazo.
Hay gente que utiliza a los animales como objetos y no puede comprender que a otras personas les inspiren afectos profundos.
ResponderEliminarExcelente relato, María Pilar.
Un abrazo.
Gracias por estar siempre, Chema, y por tus comentarios tan positivos siempre. De los que levantan el ánimo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Uy pobre gato , buen relato
ResponderEliminarSí, creo que esa es una señal que indica hasta dónde puede llegar un señor con esa agresividad soterrada.
EliminarUn abrazo, Citu.
No me extaña que no desee volver con su marido mata-gatos. Quizá quien debería estar recluido es él. Del maltrato animal al humano solo hay un paso.
ResponderEliminarMuy buen relato, María Pilar.
Un abrazo.
Estoy de acuerdo que es él el que tendría que estar recluido y espero que ese director tome medidas.
EliminarMi cariñoso abrazo, Josep.
Qué fuertes e irracionales pueden llegar a ser algunos sentimientos humanos y qué maravillosamente bien lo has reflejado en tu micro, María Pilar. Lo que más escalofríos me produce es que el marido ni siquiera encuentra horror en lo que hizo, lo cuenta con la mayor naturalidad.
ResponderEliminarMuy buena historia, con mucha "miga" para ser tan cortita :))
¡Un beso y buen finde!
Claro, él no analiza razones y porqués de su conducta, piensa que ahorcar a un gato es algo trivial y que la enferma mental es ella.
EliminarFeliz tarde de domingo, Julia.
Un abrazo.
Tremendo relato en toda su crudeza.
ResponderEliminarTengo los pelos como escarpias.
Besos, María Pilar
Y tan tremendo, Myriam.
EliminarMi cariñoso abrazo.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminar