En la cima del monte llamado El cerrillo hay un árbol. Solo uno, sin hermanos ni descendencia. Obstinado en su afán por sobrevivir, planta cara a las inclemencias del tiempo. Tiene ya muchos años y es de apariencia frágil, pero se crece ante las dificultades y sigue sin doblegarse a pesar del viento que con terrible furia intenta quebrarlo. “¡Largo de aquí, impostor, que esta montaña es mía!”. Él, astuto y valiente, deja pasar entre sus ramas las intensas ventoleras y así, una y otra vez, logra salvarse. Cuando la niebla cubre el monte y se adueña del pueblo, aguanta el silencio húmedo del que sale cada vez más sabio. ¿Y qué decir de la tormenta enloquecida que pretende fulminarlo con ráfagas de fuego seguidas del fragor del trueno? ¡Cuánta angustia pasa replegado sobre su cuerpo de madera! Logra sobreponerse porque, impregnado de memoria, se repite una y otra vez: “Pasará, esta también pasará”. Asimismo, la nieve lo viste con su blanca estampa y las crueles heladas le muerden los b...
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