Yo que creí que la luz era mía.
Precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría,
ígnea, de espuma, de luz, de deseo.
Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa,
fuerza que ensancha la estrecha negrura.
Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana,
ante una gran soledad de rugidos.
Soy una abierta ventana que escucha.
Por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha,
que siempre deja la sombra vencida.
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