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Mario Benedetti "No te rindas"

No te rindas, aún estás a tiempo  De alcanzar y comenzar de nuevo,  Aceptar tus sombras,  Enterrar tus miedos,  Liberar el lastre,  Retomar el vuelo.  No te rindas que la vida es eso,  Continuar el viaje,  Perseguir tus sueños,  Destrabar el tiempo,  Correr los escombros,  Y destapar el cielo.  No te rindas, por favor no cedas,  Aunque el frío queme,  Aunque el miedo muerda,  Aunque el sol se esconda,  Y se calle el viento,  Aún hay fuego en tu alma  Aún hay vida en tus sueños.  Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo  Porque lo has querido y porque te quiero  Porque existe el vino y el amor, es cierto.  Porque no hay heridas que no cure el tiempo.  Abrir las puertas,  Quitar los cerrojos,  Abandonar las murallas que te protegieron,  Vivir la vida y aceptar el reto,  Recuperar la risa,  Ensayar un canto,  Bajar la guardia y extender las manos  Desplegar las alas  E intentar de nuevo,  Celebrar la vida y retomar los cielos.  Porque cada día es un comienzo nuevo,  Porque esta

Bernardo Atxaga en el pueblo de Villamediana

En nuestro pequeño pueblo, Villamediana, nos conocemos todos. Por eso, cuando llega algún forastero con la intención de quedarse y, tal vez, la de pasar desapercibido, más le valiera perderse en una gran urbe. En el pueblo nos enteramos enseguida, el boca a boca funciona como correa de transmisión de las noticias. Es el motivo de conversación del grupo de personas mayores que se reúnen todas las mañana en un banco de la plaza, a la sombra de los plataneros. También en la tienda o la panadería, mientras las mujeres esperan la cola de la compra.  Sabían que vivía de alquiler, nunca cerraba la puerta de su casa, daba largos paseos por las afueras del pueblo, educado saludaba a las personas que se encontraba, y alternaba en los dos bares del pueblo. Aunque les parecía un tipo raro por el hecho de encerrarse en un pueblo tan pequeño para dedicarse a emborronar cuartillas, poco a poco se fue ganando el aprecio de los vecinos. Empezaron a hablar sin recelo en su presencia y dejó de ser noti

Lágrimas de lluvia caen sobre Vitoria

Con un pálpito vuelo al teléfono, las 3 del día 5  Del corazón caballo desbocado    El abuelo se va sin hacer ruido  Se oscurece la noche, aparecen los recuerdos  De repente, encuentra el camino, callado y solitario,  96, 01, 07, 10, números trágicos  Muescas sangrantes en el árbol familiar  Un pálido rayo de sol vislumbra una sonrisa  Nubes negras lo devoran sin piedad  Flores blancas, rojas y amarillas  Con su aroma lo quieren abrazar  Prefiere ese grupo silencioso y gris  Desvalido y absorto lo contempla al pasar  Arrecian lágrimas de lluvia sobre Vitoria

El pequeño y gran sofá

Acabábamos de comprar el piso, a estrenar por una pareja joven, nosotros, y era tal el entusiasmo que teníamos por la que ya era nuestra casa, que la queríamos amueblar despacio; bueno, más que nada, porque nuestro presupuesto no nos daba para mucho.  El rincón más agradable de toda la casa y el preferido por todos lo ocupaba el sofá. Era un sofá pequeño, biplaza, hecho a medida para el espacio que teníamos; cómodo, moderno, de alto respaldo y tapizado en verde con rayas negras haciendo grandes cuadros.  Ha sido testigo de nuestras peleas de pareja, el centro de operaciones de largas discusiones domésticas, no grandes problemas sino esos que hacen saltar chispas entre la pareja con el roce diario que lleva consigo la convivencia. También ha sido reposacabezas de agradables siestas, lugar de lectura, el sitio escogido para algún escarceo amoroso y el que más les gustaba a las niñas para ver la tele o jugar a la Play. Nos ha oído reír y llorar.  Testigo de la evolución de nuestra histori

Puesta de sol camino de Villamediana

El viernes por la tarde dejamos la ciudad de Vitoria fría, gris y lluviosa y nos encaminamos al pueblo de Villamediana, Palencia. Pasada La Brújula, un derroche de luz y color parece incendiar el ambiente. Nos dirigimos hacia esa luz de poniente, deslumbrante y espléndida que tanto agradecemos. El cielo está teñido de rojo y fuego, y algunas nubes algodonosas que a esta misma hora pasean, lucen sus mejores galas entre rosas y violetas. Los pueblos, con sus tejados rojos y jaspeados, se arropan en torno a la iglesia de piedra de sillería y campanario. Al abrigo de los vientos fríos de esta época, complacientes, se dejan acariciar por el cálido sol del atardecer. Los campos cubiertos de un manto verde transmiten un olor a humedad y frescor que nos renueva. La silueta de las altas sierras se recorta perfectamente con los rastros de nieve aún sin deshacer y por su cima, los molinos de viento trabajan airosos y competitivos a la vez que nos saludan levantando los brazos.  Los ríos A