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Vacaciones en la playa

Era uno de esos días, en una playa del norte, en los que el dorado de la arena se alía con el verde que colorea el paisaje y el azul del mar, para celebrar un bello conjuro. Estaba nadando plácidamente cuando por un presentimiento levanté la vista y efectivamente mis pupilas se encontraron con las tuyas. Nadabas hacia mí y te zambulliste para llegar antes. A velocidad no tenía nada que hacer, me ganabas siempre. Hice un giro para cambiar la dirección que fue un quiebro un tanto brusco para no chocarme con una señora maquillada que nadaba muy rígida con el cuello estirado para mantener la cabeza fuera del agua. Inmediatamente, a mi espalda, oí el revoloteo del agua. Alguien estaba recibiendo la sorpresa que me tenías reservada. La ahogadilla que me mantiene sumergida la cabeza hasta llegar al límite. Según tú es tan solo una broma y te ríes de mis miedos cuando se lo cuentas a todos. Mamá te mira con admiración y nos dice que estamos en buenas manos, porque es una suerte pasar la

El Mundial de Fútbol - Sudáfrica 2010

La calle solitaria y tranquila invita a pasear. A ambos lados, en los bares, racimos apiñados de gente diversa miran hipnotizados un punto luminoso y palpitante por el que corren los profesionales del balón.  Una voz masculina, modulada y suave, a veces; otras, exaltada, me acompaña a lo largo de la calle. Por mucho que yo avance, siempre está ahí, siguiéndome. Por momentos siento cómo se adelanta unos metros para recibirme y envolverme en su entorno sagrado . De repente, un grito de jauría unánime, vocerío atronador, desgarro del alma.  Cuando se da un gran acontecimiento de estos como es un mundial de fútbol, te enteras sin poder evitarlo porque como todos los grandes actos tiene un ritual: días antes empiezan a calentar motores, prensa, radio y televisión, al unísono nos bombardean el acontecimiento y después está radio macuto, no se habla de otra cosa.  Todo se prepara para la gran final, el gran acontecimiento, con sus ritos, sus normas, sus colores. Como si de una lucha de

Añoranza

Caras Ionut Presencia serena y sigilosa Transparencia de luna, nombre de Helena Perdida entre nieblas de memoria Las heridas cicatrizan con tu aroma Ánimo tengo para invocar tu recuerdo Vida de todos, regalo de existencia Sacia la sed de mi añoranza No crecerán las lilas en el marmóreo lecho Cantar no oirás al mirlo entre las ramas Solo el silbar del penetrante viento Rompiendo tu espejo en mil caras ¡Por qué no vislumbramos tus señales! ¡Por qué no escuchamos tu cansancio! Cuando en la partida de la vida Tú eras la mejor carta. A solas contigo de atardecer lluvioso Cerrados los ojos, paz en tu mirada Apartada, solitaria y tranquila Flor de agosto y abundancia. Tengo tanto que decirte y No me salen las palabras Te seguiré viviendo muy dentro Lo sabes, aunque me quede callada.

Las tres hadas disfrazadas

En un país multicolor, entre fiesta y alegría, nació una princesa que era el orgullo de los suyos y la envidia de los ajenos.  Un día se presentaron en ese país, sin ser invitadas, las tres hadas hermanas conocidas en el mundo entero por el nombre de la triple A y que individualmente se llaman: Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch.  Mala cara la de los progenitores al verlas, las habían tenido olvidadas y no les habían agasajado como en otros lugares. Ni un detalle, ni un obsequio, ¡nada!  Standar and Poor’s, la más codiciosa de las tres, se acercó a la princesa, le tocó el hombro con su varita mágica y le dijo: «Desde hoy todo el mundo te verá fea y todos te rechazarán».  Fitch, la envidiosa, le dijo: «Te rebajaré unos cuantos peldaños para que ocupes el sitio que siempre te ha correspondido y así te olvidarás de esos aires de princesa que tanto aborrezco».  Moody's, la del doble lenguaje, le auguró un futuro incierto: «Aunque puedes mantener tu atractivo si actúas con inteligenc

Tarjeta roja al maltratador

Hoy me ha llegado un doloroso testimonio, tan duro como real, que una persona, seguidora de mi blog, me ha enviado. He visto la tarjeta roja que has puesto en contra del maltrato.  Soy hija de un cabrón maltratador y te puedo decir que hay cosas e imágenes que no se olvidan aunque se intente hacer. Ojalá hubiera un borrador de memoria de las cosas que nos carcomen. Es muy duro con 7 años y salir a la calle preguntando a toda la gente donde hay un policía, me dijeron donde estaba la comisaría. La policía no me hacía ni caso hasta que vio que estaba temblando y meándome encima. Me preguntaron qué me pasaba y les contesté «mi papá está matando a mi mamá». Me llevaron con el coche de policía hasta casa y hace más de treinta años el maltratador se quedaba en casa y los cinco hermanos y mi madre pasamos toda la tarde en comisaría, hasta que al otro se le pasara la cogorza y estuviera más tranquilo para poder volver.     Hace 20 años que no se nada de él.