En un país multicolor, entre fiesta y alegría, nació una princesa que era el orgullo de los suyos y la envidia de los ajenos.
Un día se presentaron en ese país, sin ser invitadas, las tres hadas hermanas conocidas en el mundo entero por el nombre de la triple A y que individualmente se llaman: Moody’s, Standard and Poor’s y Fitch.
Mala cara la de los progenitores al verlas, las habían tenido olvidadas y no les habían agasajado como en otros lugares. Ni un detalle, ni un obsequio, ¡nada!
Standar and Poor’s, la más codiciosa de las tres, se acercó a la princesa, le tocó el hombro con su varita mágica y le dijo: «Desde hoy todo el mundo te verá fea y todos te rechazarán».
Fitch, la envidiosa, le dijo: «Te rebajaré unos cuantos peldaños para que ocupes el sitio que siempre te ha correspondido y así te olvidarás de esos aires de princesa que tanto aborrezco».
Moody's, la del doble lenguaje, le auguró un futuro incierto: «Aunque puedes mantener tu atractivo si actúas con inteligencia y sabes dosificar tus ímpetus». ¿?
¿Qué pasó a partir de entonces a la pobre princesa?
Pues que ella, valiente y nada ñoña, no se fue a una esquina a llorar su desgracia, ni se arrastró tras la triple A para pedir clemencia. Se creció ante la adversidad que le sirvió de estímulo para superar las premoniciones que no se lo ponían nada fácil. Supo que tenía que trabajar duramente y todo ello le supuso una enriquecedora experiencia.
¿Y la triple A?
Una juez las encerró durante 7 años en una cárcel para que no volvieran a hacer premoniciones falsas y engañosas.
Y colorín colorado que este cuento se ha acabado.
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