Ir al contenido principal

Entradas

Un gorro de colores

Mis ojos temerosos de niña no veían otro cielo que el gris húmedo en los de mamá, a la que últimamente le afectaba tanto lo que se le metía en ellos. Para papá eran días sin tiempo, tal vez porque en casa el tiempo se había roto como se rompen los juguetes viejos. La abuela siempre se sentaba en su silla baja, junto al ventanal de la sala. Un cestillo de mimbre colocado a sus pies estaba lleno de ovillos de lana de diferentes colores. Ella entre tejer y devanar pasaba el tiempo, aunque más de una vez la había sorprendido con la mirada extraviada en un punto incierto, como si hilase pensamientos para construir un futuro más alegre que nos sacara del empantanado negro. —Mantén los brazos así, sin perder la tensión de la lana, no los cierres. Pronto cogí el ritmo de girar un poco una mano y luego la otra. Ella, con la destreza de su muñeca iba ovillando a la par que desenredaba la madeja de los recuerdos y me los iba contando, como siempre, sentada en su silla baja de esparto. Así

Un paseo por Villamediana

Me han bastado dos días de paso por mi pueblo para constatar que sigue meciéndose entre amplios campos de trigo que le susurran nanas ante la caricia del viento. Es el lugar que, aunque yo tarde en volver, siempre sintoniza con mi presencia. El viento me acoge con un cálido abrazo y me cuenta tantas y tantas historias acaecidas en mi ausencia.  De mañana salgo a dar una vuelta. Mis sentidos se agudizan con la curiosidad de la que está fuera de su rutina y quiere tomar el pulso al paraje en el que se encuentra. Se respira sano, aire limpio bajo un cielo azul y una luz brillante perfila los contornos. Me pregunto si el carácter de las personas que lo habitan participará de esa transparencia sin dobleces como la del cielo que los cobija. Me llega el olor natural del espliego. Inspiro la sonoridad de esta palabra que relaja a la vez que refresca. El rojo intenso de las picotas tiñe los cerezos y su carne apetitosa hace que las papilas gustativas entren en funcionamiento. Los frondosos p

La casa de ladrillos rojos

En aquel pueblo el vivir era lento y desesperado, hierbas altas, cardos secos y al fondo el soto de chopos que impedía ver más allá de la carretera bordeada de olmos. De ese más allá surgían de vez en cuando los carruajes para ser cargados: harina de trigo, corderos y cerdos eran los alimentos más preciados, los caballos de más valía quedaban confiscados y los mozos más fuertes eran llevados al servicio. Con la modernidad se talaron los chopos, se entubó el arroyo, se convirtieron las altas hierbas en césped y se abrieron nuevas vías por las que las cigüeñas se desvían para dejar los niños en lugares lejanos. Hoy no esperes escuchar el croar de las ranas porque todas han emigrado. Hasta el perro tiene chip a diferencia del peludo guardián de antaño. ¿Qué ven las pupilas de los ojos del abuelo casi ciego tras los visillos de la ventana si ya no hay geranios? Tal vez se adentran en los bodegones de sus recuerdos y allí se detienen ante una casa de ladrillos rojos con dobles techos y mur

Carpe Diem

Ya lo dijo John Lennon: La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado haciendo otros planes . Pues esa no quiero ser yo. Idealista por naturaleza me levanto por las mañanas como si tuviese en mis manos la eternidad y disfruto pensando en todas las cosas que voy a hacer, es mi tónico para empezar el día con alegría; después, todo se me cruza y el mundo se pone al revés, y tengo que nadar a contracorriente para poder sobrevivir. Qué le voy a hacer, me ilusiono con una vida auténtica en un mundo contradictorio, con el encanto de vivir en plenitud el ahora, ese estar consciente en el ser de cada momento. En realidad mi vida es caótica, no hay charco en mi entorno en el que yo no me meta; el problema es cómo salir y eso me produce más de un sinvivir. Si ya me lo dice mi santo ¿por qué ese gusto por los problemas? Vives la vida como un torbellino, ¿por qué no haces como los demás que pasamos de largo? ¿Pasar de largo yo que soy la abogada de las causas perdidas? No busco los pro

A mi amigo invisible

Ahora tengo tantos amigos invisibles en las redes sociales que no los podría contar ni juntando los dedos de mis pies aunque fuera un ciempiés. Me acuerdo cuando solamente tenía uno. Entonces tenía seis años y era un niño soñador y solitario. Por eso te elegí a ti, Mario, para compartir contigo mis aventuras. Tú sí que eras de verdad un auténtico amigo, el cómplice perfecto, el que me mostró tantos mundos que yo no sabía que llevaba dentro. ̶ ¿Crees que tengo mucha imaginación como dicen los mayores?̶ te pregunté un día. ̶ Pues, con la imaginación puedes… hasta cambiar de mundo si quieres. En cambio ellos, los adultos, no tienen ninguna imaginación, así les va ̶ me contestaste. Esto solo lo hablaba contigo, Mario. Tú conocías mis problemas y mis alegrías. ¡Qué divertido era tener un amigo especial como tú! A los seis años nos encontramos en el colegio. Cuando otros niños estaban conmigo, tú no te acercabas, pero nos mirábamos. ¿Recuerdas? En casa me prohibían hablar contigo por