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El gran disfraz

—¿Cómo está, señora Marilla? —¿¡Pero tú quién eres!? — Soy «Catrina», la gran «Catrina». La noche de la fiesta mi cabeza se pone fosforescente e irradia luz por todo mi cuerpo. ¡Huy! ¡La fiesta! Se me olvidaba que he venido a invitarla. —Para fiestas estoy yo, y de disfraces. Un respeto, niña. Lárgate y déjame tranquila. —Que es muy divertida. Y No hacemos daño a nadie, ¿eh? Algún susto... Un susurro en el oído de alguien en particular. ¡Jijiji! Cosa de nada. Salimos de nuestras tumbas y recorremos las calles en tropel. Al oír el chocar de esqueletos, la gente huye espantada. Les aterra sentir que la muerte les pisa los talones y... —Con que un susurro en el oído... ¡Ajá! Me has dado una idea estupenda. Mira por dónde, me voy a animar. —¡Cómo me alegro, señora Marilla! Puede ir disfrazada de «Garbancera» que ese no lo ha cogido nadie. —¿Pero qué dices, chiquilla? ¿Te parece poco disfraz el que llevo puesto? Se lo debo a la mujer de mi hijo. Mira mis cejas, artificiales; las p

Los juguetes viejos

A mis años, ya no participo en sus juegos, pero me gusta mirar por el ojo de la cerradura. La primera vez, pura casualidad, iba a acostarme cuando creí escuchar un suspiro proveniente del cuarto de los juguetes. Decidí echar un vistazo. Ahora, noche tras noche, mi ojo fisgón encara la puerta. El soldadito de plomo, mutilado de guerra, sigue profundamente enamorado de la bailarina que con tanta delicadeza mueve los brazos al girar sobre un solo pie. A su vez, ella, lanza suspiros de amor por Ken, con el que no tiene nada que hacer porque es el novio florero de la famosa Barbie. La modelo mejor pagada del mundo, adicta a la dietas para adelgazar y a la cirugía estética para mantener la piel tersa y los pechos firmes a los sesenta años, también tiene su lado oscuro. Está colada por Tarzán y no para de hacerle seductoras caídas de pestañas. Antes se había encaprichado con el Dinosaurio al que intentaba seducir con sus encantos, pero un día, cuando se despertó, él ya no estaba allí.

JL y el gallo del corral

 Un mañana llena de sol y nubes espumosas, vieron aparecer por la calle que cruza el pueblo a un buen mozo, guapetón, trajeado a la manera de la capital, con una maleta en la mano. Dedujeron que habría llegado en el autobús que venía de la ciudad. Tenía que ser JL, el esperado novio de su hermana. Todos los hermanos salieron atropelladamente a la calle para recibirlo, más bien, para analizarlo con curiosidad. ¡La primera boda de la familia! Al verlos, JL se dijo para calmarse: «Bueno, la familia va en el lote, la puedes aceptar o no». Habían acordado casarse por esas fechas por algo tan emotivo como decisivo. Al cabo de seis meses iban a ser padres.   Así entró en la casa el cuñao a quien acaeció una historia digna de un relato, cuya memoria perdura aún en todos ellos como un hecho jocoso cuando, en realidad, fue duro y lamentable por culpa del gallo del corral.   El gallo hinchaba el pecho orgulloso, agitaba las alas y lanzaba su canto estentóreo: «kikirikiii». Pendenciero y escanda

Pasión por las aventuras

A veces me admira la capacidad que tuve a los ocho años para comprender el papel que se esperaba de mí en la vida y escapar de él. Era una niña en una sociedad rural acostumbrada a que cada uno respondiera a la presión de sus iguales. ¿De dónde saqué el valor para saltarme las normas y actuar como ellos ? Lo hice y no me arrepiento. Me encanta esa niña de ocho años que sin ella no hubiera llegado a ser la mujer que soy hoy. Y no era que quisiera ser chico, no, simple y llanamente no entendía por qué tenían que ponerme tantos límites por ser chica, cuando era mucho más divertido hacer otras cosas.  Así que respiré y empecé a andar despacio, pasito a pasito, por aquella montaña de paja, la más grande de todas. La de Félix, el tierras , porque era el más rico del pueblo. Los hombres habían acabado la cosecha, el trigo ya estaba guardado en los silos, la trilladora en la nave, tan solo quedaba en la era el colosal montón de paja.  Muy bien, tú puedes. Deja atrás a todos esos chavales que a

La vuelta a casa

La adolescencia había quedado atrás  En esa casa nueva  No reconoces el orden de las cosas  Ni la lógica áspera de la sangre  El silencio tenso se impone  Sabes de situaciones  En los que basta solo una palabra  Para encender el fuego  El desamor es ese tiempo  En el que vuelves a casa  Como la niña que se fue  Tras largos años de ausencia  Te preguntas cómo tratarlos  Si son unos extraños  Sientes el frío del rechazo  Para ellos eres una extraña también