Ir al contenido principal

En el patio de vecinos


He parado el reloj
Son las siete menos cinco
Las siete menos cinco
Detenidas, congeladas
Un minuto, una eternidad.

Un piso por debajo
Su eco sigue sonando
Las horas, las medias, los cuartos…

Eso es lo que ha escrito mi dueña, pero si pudiera contar mi historia os diría que me trajeron de Suiza. Soy pequeño y cantarín, mi casa es de madera de caoba y fue trabajada por un famoso ebanista, su nombre luce en letras negras en mi esfera. Mi dueña me desembaló con mucho cuidado y me colocó en una columna al lado del luminoso mirador, el sitio ideal, manifestó, porque así presidía todo el salón. “Esta vez te has pasado”, le dijo con una radiante sonrisa a mi comprador. Así comenzó mi eterna andadura con una exactitud propia de mi condición suiza. El golpeo de mi maquinaria es sutil y armonioso. Hipnotizados se quedan todos mirándome al escuchar mis embaucadores trinos con los que doy salida a los latidos de mi corazón. La que más, mi dueña; hay que notar la suavidad de sus dedos cuando me acaricia, aunque ella dice que me está quitando el polvo.
Cuando entreabrió la puerta, cuyo timbre no paraba de sonar, la vecina cotilla del bajo se coló hasta el salón.
—Pero ¿qué pasa? Te veo muy nerviosa —le dice mi dueña.
—¡Verás! Es que como no viniste a la reunión de vecinos, pues hablé yo por ti, bla, bla, bla, … Siguió desgranando rumores y habladurías.
El efecto cascada de su voz en los oídos me dejaba imperturbable, pero no me pasaron desapercibidas sus miradas envidiosas y sus ojeadas asesinas. Se me descubrió cuando empezó a actuar como una moscona fisgoneando hasta mis interioridades. Me elogiaba y aparentaba interesarse por mí y mi dueña vanidosa se dejó calentar el oído y le respondió a todo con la simpatía que le caracteriza sin percatarse de sus verdaderas intenciones.
Pronto, el sonido carraspeño de un impostor se hizo notar por todo el edificio, acompañado de un carillón que marcaba la melodía “ave, ave, ave, María…” a los cuartos, las medias y las enteras. Con su peso y envergadura, no pudo seguirme y pasó a hacerme el eco retrasándose unos minutos cada día; lo que convirtió el edificio en una torre de babel: día y noche se oían campanadas, pero nunca sabían qué hora era. Esta situación desató la alarma de dimes y diretes por todo el vecindario.
Otro vecino llamó a la puerta, quedo y silencioso habló con mi dueña. No pillé ni una sola palabra, pero en cuanto se fue, ella se acercó a mí y me asfixió.
Mi eco sigue sonando en el bajo con su desbarajuste enloquecido.

Comentarios

  1. Pobre pajarito helvético, expatriado al país de la envidia.
    Un beso mp

    ResponderEliminar
  2. Muy bueno. Parece sacado de lo cotidiano. Conozco un caso similar, y hoy por la envidia descansa en un cajón dela casa de mi amiga. No se atreve a ponérselo. Eso si , lo acaricia de vez en cuando.
    Bss

    ResponderEliminar
  3. Jajaja, muy bueno y divertido.
    El reloj suizo no sabe lo que es un patio de vecinos español, ¡pobre! Ya verá cuando llegue uno que cante el porompompero, jajaja.
    Un beso y gracias por las risas.

    ResponderEliminar
  4. menos mal que era una cosa y no una mascota
    hay vecinos que no aguantan nada ni a nadie

    besitos y feliz semana

    ResponderEliminar
  5. Yo tengo uno y lleva parado desde que los niños eran pequeños. Ahora tienen 26 años y ya está pidiendo guerra para comenzar a cantar...Un día le daremos cuerda de Libertad.
    Muy buen y divertido Relato.
    Abrazos y besos.

    ResponderEliminar
  6. Original entrada, los relojes marcan nuestro destino sean o no suizos, pero el tuyo habla y todo. Besicos

    ResponderEliminar
  7. La envidia te ha quitado la voz, que final mas triste.

    ResponderEliminar
  8. Que precioso ha sido visitarte.

    Me llevaste a mi edad infantil cuando mi abuelo paterno se encargaba del carrillón.
    Siempre me pregunte y no tuve contestacion, que pensarian los vecinos de la casa de junto donde estaba apoyado el inmenso reloj de pie, cuando a media noche tocaba las doce campanadas ????

    Un cariño inmenso vuele hacia allá.

    ResponderEliminar
  9. Me encantan los relojes en general, los que hablan como el tuyo, los aristocráticos suizos, las baratijas chinas, los ecos lúgubres del reloj pared, el alegre cuco, todo lo que marque las horas y me hagan sentir su paso
    Un abrazo, amiga

    ResponderEliminar
  10. Encantador relato Pilar!!
    Cuando yo era niña, en mi casa (en Argentina) mis padres tenían un reloj "Cú-Cú" suizo (así se los llama por aquí)
    A mí me fascinaba, me encantaba!!
    Me hiciste recordar lindas èpocas...
    No sé qué habrá sido del destino de aquel reloj Cú-Cú...
    Tal vez también se extinguió por la envidia de los vecinos...
    Cariños inmensos para vos!!
    Lau.

    ResponderEliminar
  11. Uy dios aveces lo vecinos son una lata. Genial relato, te deseo una buena semana

    ResponderEliminar
  12. Bello relato Pili, exacto en palabras, lo que un reloj al tiempo, al minuto... que en aún los veo, y su cuerda hay que precisar...como en la vida, más de algun momento, se puede atrasar y alguien robar...y la cuerda silenciar,... que bello es acariciar, a las personas y las cosas que nos gustan, que pena que nos hagan guardar. Un fuerte abrazo con todo cariño

    ResponderEliminar

  13. Me ha encantado pasar por aca y leer estos textos tu forma de escribir y transmitir es muy particular y agradable.Con tu permiso me he quedado aqui... Te invito a pasar por el mio. Un calido saludo.

    ResponderEliminar
  14. Cuanto daño puede hacer la envidia, no se puede destacar, que enseguida desean imitarte y acallarte después.
    Besitos

    ResponderEliminar
  15. El paso del tiempo y su recuerdo constante no son buenos consejeros.

    Sugerente, muy sugerente tu relato.

    Saludos!

    ResponderEliminar
  16. No es bueno dejarse llevar por la presión de los vecinos cuando es injusta y deshacerte de quien te hacia feliz. Pero convivir muchas veces es eso:sacrificio.
    En esta historia veo una personalidad débil,y quizás egoista, por qué aceptó un nuevo reloj si ya tenía uno que le gustaba?
    Excelente el relato,invita a pensar.
    Un abrazo, mp.

    ResponderEliminar
  17. Es curioso, este maravilloso cuadro yo lo conocía como" La persistencia de la memoria", desconocía este otro.
    Yo también tengo un precioso cucú, pero no está solo, le acompañan dos enormes San Bernardos, así es que como está muy bien custodiado no habrá vecino quejoso que pare sus cuartos medios y enteros.
    Me gustó Pilar.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  18. Pilar,nos has contado una bella metáfora del tiempo...El tiempo lo llevamos cada uno en nuestra mente y lo paramos cuando el sentimiento es hondo e infinito...Lo adelantamos cuando queremos hacer todo a la vez... Y a veces perdemos el sentido de las horas y los minutos,cuando recordamos el tiempo que se ha ido y ya no volverá...

    Mi felicitación por tu original relato,que personifica al reloj suizo,haciendo una interesante crítica de la envidia ajena.
    Mi abrazo grande y feliz semana,amiga.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
  19. De pequeñita me enseñaron a no abrir la puerta de casa...ha sido uno de los grandes consejos que aún ahora sigo a rajatabla. La puerta sólo hay que abrirla... al tiempo. Y a veces, ni a ese, jaja.

    Qué original eres. Me encanta. Un abrazo y feliz semana!

    ResponderEliminar
  20. La envidia si que es nuestro peor vecino. Y pobre de aquel que la posea porque tiene su corazón lleno de desdicha.
    Gracias por visitarme. Un besito.

    http://lamodadenupani.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar
  21. ¡Me ha encantado!, ponerle voz a las cosas inertes es algo en lo que he practicado alguna vez y creo que el resultado es siempre creativo y original, igual que tu pequeña metáfora del tiempo y la vida.

    Gracias por visitar mi blog. Estaremos en "contacto lector", porque tus letras me han gustado mucho. Un besote Pilar.

    ResponderEliminar
  22. Holaaaaaa, muy felíz de pasar por tu cálido espacio. He quedado con un saborcito agridulce por el final de tu bella historia, talvéz le añada triste... de todas formas está muy linda y te felicito por tu creatividad y expontaneidad.

    Agradecerte la visita a mi humilde rincón y recibe cariños de "Kimba" y "Kiplin Guty", mis adorables criaturitas.

    Besitos, me encantó leerte.

    ResponderEliminar
  23. Vaya manera tan original de contar el paso del tiempo, aunque a veces ese reloj se debería de parar, sobre todo cuando los momentos son buenos. A los vecinos hay que darles con la puerta en la nariz sobre todo al que viene a pedirte los huevos jajaja.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  24. Si es que eres muy suizo...si hubieras aprendido a hacer el sonido del teléfono fijo de las vecinas como el canario de mi tía te hubieras echado unas risas a su costa y tan a gusto... cuando vinieran a quejarse tú a imitar el sonido de su teléfono y ellas a correr escalera abajo, o escalera arriba que da más rabia :D

    Pero claro es canario...

    Así somos, m.p, que penita damos :D

    Beso

    ResponderEliminar
  25. Es que no hay peor desdicha que una comunidad de vecinos con unos cuantos envidiosos. Eso sí que es un infierno y no el de Lucifer. :D
    Besazo
    PD: Me encantan los cucus

    ResponderEliminar
  26. Pilar,gracias por tus profundos y bellos comentarios,amiga.
    Mi abrazo y mi cariño siempre.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
  27. Hola, guapa.

    Me ha gustado mucho la personificación de ese reloj suizo, tan exquisito. Y me has hecho recordar lo mala que es la envidia y el querer tener siempre lo que tiene el otro...
    Estupendo cuento.
    Un besote.

    ResponderEliminar
  28. Contando las horas y los minutos, encantador reloj el tuyo tan lleno de vida hasta que los malos se cuelan en casa y cuentan otros cuartos, medios o enteros.
    Siempre me gustaron estos relojes.
    Me encanto Pilar.
    Un Abrazo!

    ResponderEliminar
  29. Qué bueno Pilar! Me gustó mucho. La envidia no aporta nada, nada, nada (lo repito por si no queda claro).
    Un beso, que tengas una buena semana

    ResponderEliminar
  30. En medio de la mediocridad poca suerte tiene de sobrevivir la excelencia...
    Me encanto :)

    ResponderEliminar
  31. Tu entrada me ha recordado a un viejo reloj al que le tengo un gran cariño. Son de esos que hay que darles cuerda todas las semanas y, em compensación, te arrulla con sus suaves campanadas.
    Mi vecina dice que, gracias a él, se entera de la hora y le escucha agradecida, no hay envidias, mejor para ella pues, la envidia, sólo la padece y sufre el que la tiene.
    Te dejo un fuerte abrazo.
    Kasioles

    ResponderEliminar
  32. Desde luego que los relojes de Suiza los mejores. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  33. Es que ser suizo ultimamente...

    me ha encantado el relato, de verdad

    ResponderEliminar
  34. Me recordó a un capítulo de "Los Simpson", donde Marge compró un nuevo timbre para la puerta que también tuvo que acabar asesinando, aunque por motivos distintos claro.

    Abrazos, me gustó tu reloj.

    ResponderEliminar
  35. Tiene que hacerte mucha compañía, es un reloj muy hablador. Besicos.

    ResponderEliminar
  36. Un autosuficiente, feo, aburrido y silencioso reloj digital ocupará tu lugar.
    Besos.

    ResponderEliminar
  37. ajajajaja te iba a escribir lo mismo que Sagitaire 17 (menos mal que lei antes, cosa que generalmente no hago) así que suscribo a su comentario.

    Felicidades, Pilar, también para mi es una alegría haberte encontrado.

    UN beso

    ResponderEliminar
  38. Hola Pilar!! Me gusta el cuadro de Dali muy interesante historias, son las experiencias del reloj si ellos contaran…..
    Que tengas un feliz día

    Un abrazo en la distancia pero cercanía de los corazones.

    ResponderEliminar
  39. Me gustan los relojes, pero los grandotes que dan campanadas me dan un poco de mal rollo. Ahora más. Muchas gracias por eso (pero la historia mola un montón, ¿eh?).

    ResponderEliminar
  40. Gracias por siempre estar!!!
    Feliz dia del libro

    Cariños

    ResponderEliminar
  41. Hola mp, buenas tardes,
    y... chau chau cucu =(
    entretenido relato,
    magnifico como siempre.
    besos y abrazos

    ResponderEliminar
  42. Me ha encantado tu relato, el cual he leído dos veces, ay si pudiera hablar un reloj, testigo del tiempo, y contarnos desde sus latidos lo que no puede hablar y se calla.

    Los relojes de madera que se cuelgan en la pared son preciosos pero para verlos de lejos, porque es que a mí me ponen algo nerviosa cuando suenan por cada segundo, yo no podría tener uno en mi casa a no ser que estuviera parado jajajaja.

    En este día del libro quiero felicitarte por tu maravilloso trabajo, ya que tus páginas de letras están escritas en el libro que es tu blog, un mundo donde existe riqueza literaria, e imaginación.

    Muchas felicidades por tu excelente trabajo.

    Un beso grandote.

    Muackssssssssssssssssssssssssssss.

    ResponderEliminar
  43. Me recuerda a uno que yo me sé... aunque el mío no tiene precisión suiza y sólo da una discreta campanada a las horas en punto. Hasta ahora no he recibido la visita de ningún vecino quejoso pero desde luego yo no pienso asfixiar al mío que me hace compañía y queda la mar de chulo al lado del mirador.
    Muy entretenida tu historia.

    Besos

    ResponderEliminar
  44. ¡Hola! una hermosa historia, me quedo con el cariño del que son dueños algunos objetos de nuestra casa, esos a los que limpiamos con más delicadeza, a los que tenemos en un lugar especial ¡si ellos hablaran!!!
    Un abrazo

    ResponderEliminar


  45. Un felicísimo martes para ti
    día internacional del libro,
    agradeciendo...
    Que soportes mis defectos
    que toleres mis humores
    y sobre todas las cosas...
    Que sepas comprenderme!!
    ❦ ❦ ❦

    Te envío un beso
    en el susurro del viento...
    ...que ya se ha ido a encontrase contigo.

    Atte.
    María Del Carmen


    ResponderEliminar
  46. Hola Pilar, buenísimooooooooooooo.
    Me ha encantado como cuenta tu reloj Suizo su propia historia.
    Eres una genio inventando historias que sus propios protagonistas son muy especiales y poco usuales que sean protagonistas.
    Enhorabuena por tan simpática historia y tan bien narrada.
    Saludos y un abrazo

    ResponderEliminar
  47. Siempre he tenido claro que los pajaros, incluso los de madera, tienen alma...

    Un saludo, amiga

    ResponderEliminar
  48. La envidia es mala, pero si la mezclas con la falta de personalidad, siempre hay víctimas de ella.

    Me ha gustado tu relato y como te dije hace poco, cada vez me gustan más.

    Un abrazo y un besito.

    ResponderEliminar
  49. Verdaderamente maravilloso, un reloj afortunado valga decirlo, pero en verdad esta frase se me quedó pegada:
    “El golpeo de mi maquinaria es sutil y armonioso. Hipnotizados se quedan todos mirándome al escuchar mis embaucadores trinos con los que doy salida a los latidos de mi corazón.”
    Saludos.
    Trip sugerido:
    http://www.youtube.com/watch?v=isy4zjJb1po&feature=share&list=UUkJoafMvXT_TaeMH18voETw

    ResponderEliminar
  50. ¡Hola Pilar!

    Nos dejas un precioso relato, creo que es un un bonito homenaje a ese reloj que tanta compañía nos hace, a mí por lo menos, y nunca se me ocurrió dedicarle unas palabras tan hermosas.

    Te dejo mi gratitud y mi estima. Un beso y se muy feliz.

    Sólo decirte que hay una nueva entrada en mi blog. Su titulo, ELLA ES UN RAYO DE LUZ.
    Mil gracias.

    ResponderEliminar
  51. Ay, la envidia de los dichosos vecinos!
    bonito relato.

    ResponderEliminar
  52. Extraño relato, desde luego objeto de la envidia puede ser cualquier cosa y si era un bonito y valioso reloj, se puede llegar a comprender.

    No hubiera sido yo una de los que lo codiciaran, no los soporto, soy incapaz de estar mucho tiempo en una casa con uno de estos relojes, no aguanto el tintineo en los cuartos, las medias y las enteras, mis nervios no son tan fuertes, jajaja.

    Buen relato,m Pilar.

    ResponderEliminar
  53. Un relato creativo, con un narrador maravilloso.
    Un beso enorme.
    HD

    ResponderEliminar
  54. Gracias a todos por dejar vuestros comentarios al pasar por aquí. Con ellos habéis enriquecido mi blog y le dais vida; a parte, las aportaciones que habéis hecho son muy interesantes. Os visitaré en cuanto pueda.
    Un inmenso abrazo en el que cabéis todos.

    ResponderEliminar
  55. Terrible fin impuesto por ese supuesto hermano mayor con su potencia y su especial carillón para señalar las fracciones que se consideran importantes. Poseer un trino puro y una precisión envidiable no es suficiente para vencer la parafernalia de quienes imponen una voluntad irracional. Un relato espléndido.

    Un fuerte abrazo, María Pilar.

    ResponderEliminar
  56. Ese texto merecía la fotografía de un reloj de cuco. El de casa lleva parado muchos años, ahora solo sirve para coger polvo y si al limpiarlo abro su puertezuela verde aún sale el cuco a saludar.

    ResponderEliminar
  57. La envidia es mala, pero si la mezclas con la falta de personalidad, siempre hay víctimas de ella.

    Me ha gustado tu relato y como te dije hace poco, cada vez me gustan más.

    Un abrazo y un besito.

    ResponderEliminar
  58. Vecinos hay de todas clases, yo convivo con unos que me hacen la vida imposible y otros que son una bendición.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  59. Hermoso y divertido. Triste destino para una cosa que nos sirve tanto y cumple su función. Me permito compartirte una historia que divertida sobre otro reloj, pero en otro sentido. http://javierbarbagarzon.blogspot.com/2013/06/volvi-nacer-quiero-casarme-contigo.html Saludos

    ResponderEliminar
  60. Da gusto entrar en un blog y ver tantos comentarios. Enhorabuena,eso es que lo estas haciendo fantasticamente. Un saludo

    ResponderEliminar
  61. Gracias a todos por vuestros maravillosos comentarios, me alegran un montón. Inmenso abrazo :)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

A la deriva - Cuento de Horacio Quiroga

Ficha Técnica     Título: Cuentos de amor, de locura y de muerte    Autor: Horacio Quiroga    Género: Cuento    Editorial: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada    Año de edición: 1917    País: Uruguay    Resumen      El protagonista del cuento, Paulino, pisa una serpiente venenosa que le muerde en el pie. A causa de este incidente, inicia un viaje por el río Paraná hacia un pueblo vecino donde espera que le salven la vida.       Valoración personal        Horacio Quiroga mantiene en este cuento las tres constantes que le caracterizan como el gran cuentista que es: brevedad, intensidad y tensión constante.     Lo que más impresiona es la lucha por sobrevivir del protagonista al que, a veces, lo llama por su nombre y otras no dice nada más que “el hombre”. Como si a cualquiera de nosotros nos pudiera ocurrir lo mismo. Una lucha desesperada, por ganarle la batalla a la muerte, por no rendirse, aunque ...

El calamar rojo gigante

Leer más relatos aquí Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida.  Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total.  Hecha un ovillo, se sentó en uno de lo...

La habitación de las llaves antiguas

La habitación de las llaves antiguas (fragmento)  de Elena Mikhalkova  Mi abuela una vez me dio este consejo:  Cuando los tiempos sean difíciles, avanza en pequeños pasos.  Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo lentamente.  No pienses en el futuro ni en lo que pueda pasar mañana.  Limpia los platos.  Limpia el polvo.  Escribe una carta.  Cocina sopa.  ¿Ves eso?  Sigue adelante, paso a paso.  Da un paso y luego haz una pausa. Toma un descanso.  Valórate a ti mismo.  Da el siguiente paso.   Luego otro.   Apenas lo notarás, pero tus pasos se harán más largos.  Hasta que llegue el momento en que puedas volver a pensar en el futuro sin llorar. (Elena Mikhalkova, escritora Rusa, nació el 1 de abril de 1974).

Un mundo de Ángeles Santos

Este cuadro ha sido restaurado recientemente y se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid. «Un mundo», dijo la autora que representa. Por cierto, se llamaba Ángeles Santos y lo pintó con tan solo diecisiete años, una artista precoz donde las haya. ¡Qué no se hubiera dicho de ella en 1929 si hubiera sido un varón! Eran otras épocas; de la mujer se esperaba que se casara y fuera amante esposa y una madre solícita, no una artista del vanguardismo. De todas formas, el monumental lienzo de nueve metros cuadrados tiene tanto magnetismo que fue la obra que más sensación causó en el madrileño Salón de Otoño de 1929. Los especialistas se rindieron ante su genio precoz y recibió los elogios de la intelectualidad del momento.    ¿Qué tiene esta pintura para que nos llame tanto la atención? ¿Es su aspecto de pesadilla? ¿Su monumentalidad? La miro desde la distancia. El cubo terráqueo está tan cargado de objetos que a duras penas se sostienen por la velocidad a la que se mueve; pare...

El álbum de los recuerdos

Tal vez la humedad sea el único visitante entrando por las goteras, tal vez los vetustos interruptores no enciendan más las bombillas de luz amarilla, pero la casa permanecerá intacta en el álbum de la vida con mis recuerdos.  Teníamos once años cuando las cinco amigas nos vimos reflejadas en los cristales de las ventanas del baile del pueblo. Ataviadas con amplios vestidos largos que íbamos arrastrando, nos sentíamos el centro del mundo. Habíamos revuelto en los baúles de la abuela, sin contar con su permiso, y estábamos encantadas con nuestro disfraz. Como no podíamos entrar en el baile por ser menores de edad, nos contorsionábamos siguiendo el ritmo de la música de los setenta que se oía fuera, para llamar la atención de los que se encontraban en el interior. Divertidas, provocadoras, felices de sacar a la exhibicionista que llevábamos dentro mientras,  con los pisotones de los zapatos de tacón , desgarrábamos las telas de raso y tules que nos cubrían. Mi vestido  era...