Resiste con sus artríticos sonidos esa escalera de la que hoy se ha adueñado el fantasma de la soledad. ¡Ay, si hablase! Vivió su época dorada de besos furtivos y de amores inconfesables de escalera. María, al subir peldaño a peldaño hasta el 3º piso en el que vive sola, la equipara con el fluir de su vida y su memoria. Mentalmente sigue contando los escalones como hacía desde niña, aunque hoy se han vuelto tan pesados que casi no le alcanzan las fuerzas: siete..., diez..., diez más... ya está ante su vivienda.
En los momentos que le afloran sentimientos dolorosos que lleva ocultos entre los pliegues del alma, María busca la compañía del agua, percibir como fluye por su piel hace que se sienta bien. Añade al baño sales de lavanda y se sumerge hasta el cuello cerrando los ojos para disfrutar de uno de los pocos placeres que se da en la vida. Cuando más relajada está, oye un ruido apenas perceptible para sus oídos. ¡Están abriendo la puerta de su casa!
Las pisadas ya suenan por el pasillo. Siente el aliento de alguien que se acerca. Su corazón desbocado le hace encogerse sobre sí misma. A través de la mampara empañada nota que la puerta del baño se abre muy despacio. La tensión se hace irrespirable. Una sombra oscura ocupa aquel húmedo oasis absorbiendo todo el oxígeno. La sombra pasa una mano por el cristal para quitar el vaho. Ese ojo inmóvil que la observa le hiela la sangre. Cuando el hombre abre la mampara, ella, rápidamente, le rocía los ojos con el aerosol de laca. Al llevarse las manos a la cara, entre los exabruptos que le grita, María escucha un sonido metálico contra el suelo y la hoja del cuchillo le da alas para zafarse de los manotazos que le lanza.
Más tarde regresa acompañada de la vecina del 1º y la policía. La puerta está abierta y el silencio lo inunda todo. Una mancha de sangre va ennegreciendo las baldosas del baño. Allí está él, muerto al golpearse la cabeza contra el lavabo.
En los momentos que le afloran sentimientos dolorosos que lleva ocultos entre los pliegues del alma, María busca la compañía del agua, percibir como fluye por su piel hace que se sienta bien. Añade al baño sales de lavanda y se sumerge hasta el cuello cerrando los ojos para disfrutar de uno de los pocos placeres que se da en la vida. Cuando más relajada está, oye un ruido apenas perceptible para sus oídos. ¡Están abriendo la puerta de su casa!
Las pisadas ya suenan por el pasillo. Siente el aliento de alguien que se acerca. Su corazón desbocado le hace encogerse sobre sí misma. A través de la mampara empañada nota que la puerta del baño se abre muy despacio. La tensión se hace irrespirable. Una sombra oscura ocupa aquel húmedo oasis absorbiendo todo el oxígeno. La sombra pasa una mano por el cristal para quitar el vaho. Ese ojo inmóvil que la observa le hiela la sangre. Cuando el hombre abre la mampara, ella, rápidamente, le rocía los ojos con el aerosol de laca. Al llevarse las manos a la cara, entre los exabruptos que le grita, María escucha un sonido metálico contra el suelo y la hoja del cuchillo le da alas para zafarse de los manotazos que le lanza.
Más tarde regresa acompañada de la vecina del 1º y la policía. La puerta está abierta y el silencio lo inunda todo. Una mancha de sangre va ennegreciendo las baldosas del baño. Allí está él, muerto al golpearse la cabeza contra el lavabo.
Tendría que alegrarme del final, supongo que me alegro. Esta noche me ducharé con un spray de laca a mano. Abrazos
ResponderEliminarEs el final que yo desearía para tanto indeseable. Al menos lo podemos soñar.
EliminarBesos, Ester
Buen relato no esperaba el final. Te mando un beso
ResponderEliminarEl final no es el que vemos en las noticias de cada día, por eso me ha gustado darle la vuelta.
EliminarBeos, preciosa.
¿Y quién era él?
ResponderEliminarEl terror puede acechar en una bañera con sales de lavanda.
Diste la vuelta al genio del suspense.
Besos y buenos días, María Pilar.
¿Y quién era él? Buena pregunta para continuar con otro relato. En este se queda como un agresor más, sin rostro ni nombre.
EliminarBesos y feliz verano.
No sabía yo de estos beneficios de la laca. :)
ResponderEliminarBesos.
La laca en el caso de que sea introducida intencionadamente en los ojos, produce una sensación pruriginosa. Si te llevas la manos a la zona lo que haces es empeorarla. Lo demás, un traspié por lo agitado y violento que está, una mala caída... Da para otro relato y más.
EliminarBesos, Alfred.
Ya podían ser así de torpes todos los malnacidos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso pensaba yo cuando escribí esto. Al menos la imaginación vuela y construye historias que no tienen nada que ver con la dura realidad.
EliminarBesos, Chema
Vaya susto y mal momento,uuuuffffffffffffff,abrazo.
ResponderEliminarFiaris al leerte me he imaginado tu cara de susto y no he podido menos que sonreír. Ya le di su merecido al atracador. Es fácil soñar por eso se dice que la realidad supera siempre a la ficción.
EliminarAbrazote.
Excelente relato Pilar, como nos tenés acostumbrados!!
ResponderEliminarMuy buen final.
cariños para vos!!
Lau.
Gracias, Lau. Inmenso abrazo con todo mi cariño.
Eliminar¡¡Wwaaww...!!
ResponderEliminarMaría que miedito, pero que buen final, me encantan tus cuentos cortos y tan bien narrados.
mariarosa
Viniendo de una escritora como tú, me lo tomo como un gran elogio. Gracias por pasarte por aquí y feliz fin de semana.
EliminarUn relato digno de una película de Hitchcock.
ResponderEliminarBesos, Pilar
(Estoy en casa en Tel Aviv, en verano, por ahora jejejeje)
Disfruta de verano y de tu casa en Tel Aviv, Myriam.
EliminarBesos.
Me gusta la valentía de la protagonista y el rápido desenlace, que no nos tiene en tensión, Pilar...Ojalá todo fuera así de fácil cuando llega el verdugo y la víctima está desprotegida...
ResponderEliminarMi felicitación por tu buena imaginación.
Mi abrazo y mi cariño, Pilar
La realidad supera siempre a la ficción, Mª Jesús. En la ficción manejamos las palabras a nuestro antojo y frente a las violentas noticias con que nos desayunamos cada día, me apetecía, simbólicamente, darle al mal su merecido.
EliminarMe encanta leerte.
Feliz verano. Un fuerte abrazo.
Ains!!! no daba llegado al final, me comía las palabras... ¡Me gustó muchísimo! sobre todo porque el malo recibió su merecido. Me joroba que últimamente parece que la gente de bien es la que lleve las de perder.
ResponderEliminarUn abrazo afectuoso
Ese mismo sentimiento de impotencia que tú reflejas me llevó a darle la vuelta al relato cuando no es lo previsible en la realidad.
EliminarCariñoso abrazo, Alondra. ¡Feliz verano!