Resiste con sus artríticos sonidos esa escalera de la que hoy se ha adueñado el fantasma de la soledad. ¡Ay, si hablase! Vivió su época dorada de besos furtivos y de amores inconfesables de escalera. María, al subir peldaño a peldaño hasta el 3º piso en el que vive sola, la equipara con el fluir de su vida y su memoria. Mentalmente sigue contando los escalones como hacía desde niña, aunque hoy se han vuelto tan pesados que casi no le alcanzan las fuerzas: siete..., diez..., diez más... ya está ante su vivienda. En los momentos que le afloran sentimientos dolorosos que lleva ocultos entre los pliegues del alma, María busca la compañía del agua, percibir como fluye por su piel hace que se sienta bien. Añade al baño sales de lavanda y se sumerge hasta el cuello cerrando los ojos para disfrutar de uno de los pocos placeres que se da en la vida. Cuando más relajada está, oye un ruido apenas perceptible para sus oídos. ¡Están abriendo la puerta de su casa! Las pisadas ya suenan por el...
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