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Bodegas de Villamediana

Una figura de un señor mayor, empequeñecida por la distancia, camina de manera cansina por una carretera que, aunque despejada de árbol alguno, está bordeada de mieses doradas que cubren los campos con sus tallos delgados, agotados por el sol. Un perro joven, negro, alegre y juguetón va a su lado adelantándose a veces, parándose otras, para ver el camino que elige su dueño. Forman una estampa inconfundible, cercana, familiar. La pequeñez de la lejanía se une a una sensación de soledad frente ese ancho campo castellano.  Se detiene un momento ante un chozo de piedra al lado de la carretera, vestigio del quehacer pastoril de los antepasados por estas tierras. La carretera sigue con numerosos badenes para salvar las ondulaciones del terreno hasta la línea del horizonte. En las cunetas algunos brotes verdes recuerdan los frondosos y señoriales olmos que en otros tiempos sombreaban la zona, ahora el esfuerzo humano se empeña en aniquilar. La maquinaria agrícola tiene preferencia. Muy cerca,

Turismo rural

—Me voy al pueblo a pasar unos días de vacaciones. —¿A qué pueblo? —me pregunta mi amiga Amaia  —¿A qué pueblo? Al mío, al de siempre.  —La diferencia es que si vas a tu pueblo es gratis y si haces Turismo Rural vas a un pueblo que no es el tuyo pagando una pasta. Además, no vale cualquier pueblo, tiene que ser un pueblo con encanto que son los que aparecen en la Guía de Pueblos con Encanto.  —¿…?  —A estos pueblos se va por una carretera con tantos baches y curvas que no ves el momento de llegar. Lo siguiente es alojarse en una casa con encanto adornada con muchas vasijas y ristras de ajos, que no tiene tele, ni radio, ni microondas. Eso sí, tienen mosquitos trompeteros que te dejan como un Ferrero Rocher con varicela.  —¡Amaia!  —¡Calla!, que luego te das cuenta de que los del pueblo tienen parabólica, jacuzzi, internet y portero automático. Tu casa no tiene portero automático, pero tiene una llave que pesa medio kilo. También puedes elegir vivir con los dueños. ¡Estupendo! Tú vas de

Los peces de la amargura

La variedad y originalidad de las voces narradoras y de los enfoques, la riqueza de los personajes y sus diferentes vivencias componen, a modo de novela coral, un cuadro imborrable de los años de plomo y sangre que se viven en el País Vasco·   El autor, Fernando Aramburu, sigue en este libro la técnica del reportaje para ofrecernos en un ramillete de relatos cómo viven diferentes familias anónimas del País Vasco. Todas ellas han sido marcadas por la acción terrorista de ETA que un mal día irrumpió en sus vidas. Los relatos están contados sin dramatismo y con tan candorosa sencillez que contrasta con la desgarradora experiencia y el dolor que todos sus protagonistas llevan dentro. El clima que se crea es asfixiante porque en el aire se respiran las órdenes de imposición, de silencio y de colaboración si no se quiere correr la misma suerte. Ante esas directrices, la gente del pueblo actúa con ensañamiento con las víctimas para dejar bien claro donde están posicionados.  Vamos avanzan

El nacimiento de mi hija

Anoche me preguntaste: «¿A qué hora nací?» y con esa pregunta despertaste los recuerdos imposibles de olvidar de hace 20 años.  Era sábado, el 17 de marzo de 1990, cuando naciste pasadas las tres de la mañana. Todo empezó el viernes por la tarde, yo sentía que tú querías salir. Con el recuerdo del primer parto en la memoria, no quería pasar de nuevo por la tortura de la oxitocina. Para hacer tiempo me fui a la peluquería. De vuelta a casa pasaban las horas muy lentas. Anochecía cuando noté el líquido correr entre mis piernas. Aita me llevó a la clínica.  El parto fue espontáneo, lo que quiere decir que lo hicimos solamente las dos, sin intervención médico-quirúrgica, ni administración de oxitocina ni anestesia. En la sala de partos estaba la matrona. Me dijo que ya se te veía la cabeza. Entró el ginecólogo como una exhalación antes de que nacieras. Lo habíamos sacado de la cama y tuvo que desplazarse desde su casa con urgencia. Comentó que la mayor parte de los niños nacen de noche. L

El Secreto de sus ojos

Es una de esas películas geniales que de vez en cuando irrumpen por encima del listón de las corrientes, lo notas en cuanto empiezas a verla, te cautiva con su historia. Por eso, creo que lo mejor es verla, dejarse llevar y sentirse atrapada por su ritmo. La historia traspasa la pantalla porque trata temas universales: el amor que siente el protagonista por una mujer y que le marca para toda la vida; el valor de la amistad hasta el punto de sacrificar la vida por tu amigo; la corrupción en los ámbitos políticos y judiciales; la pasión en la vida, como es el fútbol para muchos; la venganza y el valor de las personas dependiendo de la clase social a la que pertenecen. El director, Juan José Campanella, con un excelente guion, cuida perfectamente hasta los más mínimos detalles y va entremezclando todos los aspectos de la trama dentro de un marco de referencia: la Argentina de los años 70. Vemos el reflejo del clima en el que vivía este país en esa época, donde el crimen, la política y