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Gabriel

Me gusta tu mirada picarona, las sonrisas que siembras De “pescaítos” de colores el mundo que sueñas Donde no hay pérfidas madrastras de niñas buenas Me gusta escuchar tu voz, participar de tu contento El roce de tu mano, tus abrazos en mis sueños El fragor de tus luminosas alas alzando el vuelo Me gusta tu bufanda azul, dormir en tu almohada Saberte libre en el océano, sin pozos ni cavernas En el ruido de la caracola, camuflado tras la palmera Me gusta perderme en tu sur de Las Negras Dialogar en silencio, pintar tu nombre en la arena Gritarlo al viento y sentirte muy cerca. Me gusta cuando me miras con tu candor e inocencia En un mar de girasoles la más brillante estrella Aprender a andar de nuevo porque tengo tu fuerza

Me llamaban Libertad

Hacía cuatro meses que se habían celebrado las pompas fúnebres del dictador Franco con tanta repercusión mediática que habían paralizado el país. Y dos meses que malvivíamos con la ciudad paralizada por la mayor huelga de su historia. Los precios subían, los impuestos subían y los flacos salarios se estancaban. Eran días tristes en Vitoria con grandes tensiones que ocasionaban los ya dos meses sin cobrar. Las tiendas cerradas, rebuscadores en la basura, se liquidaban las cajas de resistencia y la intransigencia patronal se mostraba inamovible. Las manifestaciones obreras llenaban las calles demandando mejoras salariales con el aliento frío de los antidisturbios en la nuca. Se olía el miedo. —¿Alguna vez pensaste que esto fuera tan brutal? —me dijo Mikel con la mano en las lumbares doloridas por los golpes policiales.  —Esto... ¡Pero qué es esto! —grité enojada— ¡Cabrones! Y los medios de comunicación dirán que han sido cuatro exaltados.  Antes de abordar el barrio de Zaramaga, ya no

Mi amiga es una okupa

Hoy hace un año que una okupa se instaló en mi casa. Compartimos habitación. Ella, con tal de tener su pequeño espacio, se conformaba. No la oí llegar. Tal vez para pasar al lado de mi cama, se quitó los zapatos. Cuando me levanté, al estirarme bostezando, la descubrí. Me acerqué. Me miraba. —Saludos —dijo —¿Saludos? Ella estaba en un lugar desconocido y yo no sabía de sus mañas.  Había colocado en la pared un delicado encaje de seda, a modo de hamaca. Se columpiaba. Me hizo una caída de párpados como avergonzada. —Saludos, es mi forma de decir: “Hola, ¿qué tal?” Me encantó. Le sonreí.  Todos los días, cuando me levantaba ella ya tenía arreglada su cama y se estaba limando las uñas para que no se le enganchasen en las finas mallas. Más de una vez la sorprendí mirándose coqueta en una gota de rocío de las que perlaban su hamaca. A veces observaba tras la ventana con una mirada cargada de añoranza. Tal vez un viejo amor la reclamaba. —Me gusta que seamos amigas le d

El grafitero

Era un joven diseñador gráfico en paro. Se creía con carisma de artista y esperaba que un día los demás también lo reconocieran como tal. Con su aspecto bohemio, estaba sentado en un banco de la estación cuando lo vio entrar. «Es él», se dijo. Con el idealismo que lo caracterizaba, entendió que era su oportunidad y no la podía dejar pasar. Su objetivo era conseguir una obra que fuera admirada por los entendidos, los que sabían de qué iba aquello. Los mismos para los que, si resultaba un fiasco, le darían la espalda y por añadidura lo reducirían a escoria. De eso ya sabía un poco. Plasmarlo le llevaría toda la noche. Se cubrió la cabeza con la capucha, fue sacando los aerosoles de diferentes colores de la mochila y se puso manos a la obra. Al principio su trazado titubeaba, pero muy pronto se dejó llevar por la pasión que lo llenaba por dentro y proyectó al exterior una explosión de colores como nunca antes lo había hecho. El impulso de la inspiración hacía que sus muñecas bailaran a

Cuando yo me vaya

Cuando yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma. Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he ido. Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre los papeles que he escrito apurado. Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama, y cuando haga frío, ponte mis bufandas. Te puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado. Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas. Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma, palpa la poesía, la música, el canto y deja que el viento juegue con tu cara. Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros. Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los