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Día del libro

Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio. (Scaramuche, de Sabatini) Bueno ese, y el libro que heredó de su tatarabuelo que había ido pasando de generación en generación hasta que llegó a sus manos. Un libro muy famoso y gracioso, su tesoro más preciado. Contaba mil cien aventuras de un loco que iba por los caminos de caballero andante. De ellas había aprendido cuanto sabía.  Diríase que sonreía a la vida y si esta le presentaba un problema se reía de ella. Tenía una habilidad especial para dotar de su propia existencia a tan pintorescos personajes, pues sacaba a cada tipo su lenguaje peculiar. Se situaba en una plazoleta y allí lo rodeaba la gente. A veces, les leía en voz alta las historias que le ocurrían al caballero y otras, se las narraba de memoria con tanto arte que a todos les divertía. Sobre todo, la de los molinos de viento que se convertían en gigantes contra los que tenía que luchar. Solo había que fijarse

El resplandor

"El que desde afuera mira por una ventana abierta nunca ve tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrador, que una ventana iluminada por una vela: lo que se puede ver al sol siempre es menos interesante que lo que pasa detrás de un vidrio. En aquel agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, padece la vida". (Baudelaire)  Cenábamos silenciosos en el comedor. Tan solo se oía el ruido de las cucharas cogiendo la sopa del plato. Yo, con la cabeza baja, jugaba con un rizo del pelo.   —No quiere tomar la leche —le dijo mi madrastra a papá.   Al oírla, me enderecé compungida en la silla. Papá se quitó las gafas y las dejó en la mesa para no ver la cara llorona de su hija, o la cara del miedo. Nunca llegué a acostumbrarme a sus gritos; pero aquella noche, conmigo, no tuvo compasión. 

Los días sin ti

Para Leire   Déjame que te cuente  Que el arcoíris brilla de nuevo.  Tras días de oscuridad, presión y desasosiego  Pasaron soles y lunas, mañanas y noches, llantos y silencios  Y sin darnos cuenta  Nos metimos en la noche eterna  Con la terrible idea de no volver a vernos  La gente iba y venía rumiando recuerdos  La quietud de la madrugada nos inquietaba   ¿Cómo comprender lo ocurrido?  Por suerte empezamos a entender  Que no estábamos solos  Una nueva primavera nos saludaba   Teníamos vecinos, amigos y te teníamos a ti  Lejos para abrazarte, tocarte, pero estabas  Cada vez que tu mirada iluminaba la pantalla  Esculpías nuestra sonrisa  Y el mundo era más feliz.  Ahora que ya te has vacunado  Déjame que te cuente Que el arcoíris brilla de nuevo. 

Reseña de Duelo

«Se llamaba Salomón. Murió cuando tenía cinco años, ahogado en el lago de Amatitlán. Así me decían de niño, en Guatemala. Que el hermano mayor de mi padre, el hijo primogénito de mis abuelos, el que hubiese sido mi tío Salomón, había muerto ahogado en el lago de Amatitlán, en un accidente, cuando tenía mi misma edad, y que jamás habían encontrado su cuerpo».  Así comienza esta maravillosa novela de Halfon de apenas cien páginas.  El misterio de la muerte del niño Salomón es el eje que vertebra toda la obra. El narrador, en primera persona, con una prosa precisa y la lírica de la anáfora, nos va haciendo partícipes de todos los datos que va encontrando sobre el suceso. Y lo que parecía tener tan claro en un principio, que el niño se había ahogado en el lago, se va a ir complicando hasta el punto de llevarle a pensar que no todo ocurrió como había creído.   Cuando ya adulto regresa a ese lago en busca de respuestas, nos transporta a un presente de ruina y abandono.   « Me golpeó un olo

La batalla de Vitoria

 Amanecía el 21 de junio de 1813. Los cañonazos del ejército dirigido por el general Wellington retumbaron en la pequeña ciudad de Vitoria, de apenas siete mil habitantes. Temblaron los vitorianos tras una noche tensa. Caminaban encorvados bajo la pesadumbre. Se oían exclamaciones y silencios elocuentes.   Wellington pensó que era el mejor lugar para tender una emboscada al francés. Allí se enfrentaron los dos ejércitos en una batalla campal. Miles de muertos cuelgan olvidados en alguna lista.  Al atardecer, cayeron las defensas francesas; huían en desbandada.   De manera directa, el protagonista del desenlace de la guerra fue un convoy de carros cargados de joyas, oro y obras de arte que los bonapartistas llevaban a Francia. Cuando finalizó la batalla, miles de soldados ingleses se lanzaron sobre el botín de los carruajes y abandonaron la persecución del enemigo.  Wellington, encendido en rabia, los insultaba a gritos. Su  valet, mientras, abría el maletín de madera con el juego de