"El que desde afuera mira por una ventana abierta nunca ve tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrador, que una ventana iluminada por una vela: lo que se puede ver al sol siempre es menos interesante que lo que pasa detrás de un vidrio. En aquel agujero negro o luminoso vive la vida, sueña la vida, padece la vida". (Baudelaire)
Cenábamos silenciosos en el comedor. Tan solo se oía el ruido de las cucharas cogiendo la sopa del plato. Yo, con la cabeza baja, jugaba con un rizo del pelo.
—No quiere tomar la leche —le dijo mi madrastra a papá.
Al oírla, me enderecé compungida en la silla. Papá se quitó las
gafas y las dejó en la mesa para no ver la cara llorona de su hija, o la
cara del miedo. Nunca llegué a acostumbrarme a sus gritos; pero aquella
noche, conmigo, no tuvo compasión.
—No quiere tomar la leche —insistió la mujer con voz
fría.
Quiero pensar que la irritación de papá nada tenía que ver conmigo.
Quizá estaba enfadado por la ausencia de mamá, o malhumorado por el
trabajo. Comprender eso supera la mente de una niña que se sabía el blanco
de las reacciones violentas de su padre. Sus miradas iracundas eran las de
la Medusa. Me dejaban petrificada.
—¡Qué pasa! ¿Esta leche de la granja no es buena para ti?—me habló
con voz áspera. Agaché la cabeza y la giré de un lado a otro.
Tanta fue su furia que, al agarrarme del antebrazo y sacudirme con
violencia, la silla de comedor en la que estaba sentada golpeó el suelo
con estruendo. Empecé a llorar por el dolor que sentía en el
brazo.
—¡Qué desgracia de criatura! —gritó a la vez que me llevaba a
rastras por el estrecho y oscuro pasillo de la planta baja.
Al fondo, abrió con la llave la puerta de la vieja biblioteca que
se usaba como trastero, me empujó dentro y la volvió a cerrar. El sonido
hueco de los pasos alejándose no apagaron sus palabras: «Aprenderás a no
lloriquear». Y esto se cumplió.
Horrorizada me quedé en aquel lugar sombrío con un olor a humedad
irrespirable. Aún pude ver con la luz nocturna, que entraba por la ventana
del patio de luces, algo de lo que me rodeaba. Cajas apiladas, rollos de
alfombras desechadas y un caos de muebles destartalados cubiertos de
polvo. Las paredes se alzaban amenazantes hasta el infinito, cargadas de
libros viejos prisioneros del más absoluto de los silencios. Miré
fijamente el ventanal hasta que el vidrio se ennegreció y lo dejó todo a
oscuras. Fue cuando me hice pis encima. Entonces, golpeé con los puños la
puerta con tanta rabia como la que necesité para dejar de quererlo. Solo
pensaba en marcharme de casa para siempre. Pero, ¿a dónde podía ir una
niña tan pequeña? Ni la oscuridad ni el silencio me respondieron. Y toda
mi rabia se diluyó en lágrimas que me resbalaban por la cara, incapaz de
detenerlas.
Acurrucada junto a la puerta, temblando de frío y miedo, me
encontró la mañana. Escuché el arrastrar de los pies de la cocinera antes
del chirrido de la puerta al abrirse. Allí estaba, voluminosa, parada en
el umbral. Solo con verla empezaron a quitárseme los temblores que se
habían apoderado de mí.
—¡Mi niña! ¡Mi niña! —repetía apurada.
En la cocina, sin mediar palabra, me puso un zumo con tostadas
untadas de mantequilla y mermelada de frambuesa, sin leche. Mis ojos le
lanzaron un destello de gratitud, pero ella ya leía los posos del café en
las tazas de mis padres. Con los de papá alzaba las cejas, suspiraba; con
los de la madrastra fruncía el ceño y torcía la boca en una comisura.
Nunca decía nada.
Para papá empecé a ser una sombra y en adelante, nunca le dirigí la
palabra ni lo miraba de frente. En su presencia siempre estaba con los
ojos bajos. Pensé que algo peor nunca me podría volver a ocurrir.
La noche comenzó a ser una pesadilla. Un espíritu perturbador había
tomado posesión de mi habitación y era evidente que se cabreaba con mi
presencia. La primera vez que lo descubrí al abrir la puerta, oí un
movimiento de vendaval que recorría el espacio. Un alien se
encrespó dejándome paralizada en la entrada. Sentí que me desplomaba. El
dormitorio se hundía bajo mis pies que caían en un pozo negro sin fin. Con
los ojos abiertos por el pánico, me encontré las manos doloridas aferradas
al marco de la puerta.
Desde entonces, el terror me sobrecogía y detestaba subir a la
habitación. El fulgor, que se filtraba por las rendijas de la puerta
cerrada, me confirmaba que esa noche estaba dentro. Abría la puerta
despacio y me quedaba parada bajo el dintel, temblando como una hoja. El
engendro diabólico cambiaba de forma a medida que se sacudía de manera
violenta. Un resplandor lo rodeaba, todo lo demás permanecía en
tinieblas.
Las mesillas, la cama y demás elementos estaban expectantes. En vez de
ponerse de mi parte, me escrutaban con desdén y se mostraban con el aire
hostil que tienen las cosas cuando se las interrumpe súbitamente. Hasta mi
muñeca, con su cabello alborotado, parecía espeluznante.
Cuando mis padres se movían abajo para subir a su habitación, el
temor a que me encontrasen en la puerta me impulsaba a atravesar la
oscuridad hasta la cama mirando mis pies descalzos. «No tengo miedo», me
decía. Pero lo tenía y yo lo sabía. Más de una vez sentí que el maléfico
se estrechaba en mi entorno y yo corría con el corazón desbocado. Me metía
en la cama vestida y me tapaba hasta la cabeza porque sabía que no estaba
sola. En la penumbra, el resplandor me vigilaba.
Este relato ha sido publicado en la revista de El Tintero de Oro
900 palabras
Que mieditis!
ResponderEliminarHola, Ana, de eso se trata. Participo en un concurso y aún no he leído nada, pero siempre tiene mucho nivel.
EliminarUn abrazo.
¡Qué buen relato, M.Pilar! Una historia con aroma de cuento clásico con madrastra y niña incomprendida que atrapa desde el principio. Me ha encantado: el ambiente, el tono, la forma de contar... Un cuento estupendo.
ResponderEliminarHola, Marta, la idea de los personajes la tuve muy clara desde el principio, por eso, me alegra que te haya gustado.
EliminarHola Maria Pilar , me he leído de un tirón su relato por miedo a ser poseída por ese
ResponderEliminarmal bicho , que en verdad sea dicha te tienen enganchada desde el principio hasta su fin espero que la pobre chiquilla pueda escaparse con la criada de esa maldita casa , me a gustado tu relato.... Saliendo a pasear virtualmente , ya que físicamente no podemos salir a la calle por la pandemia , di con tu blog , que tengo que decir sinceramente que es muy Cuco por la presencia que tiene , es sencillo y bonito a la vez y la vista a la hora de leer para el lector , yo la encuentro ideal , es más me he sentido muy a gusto en este blog , tiene muy buenas vibraciones , con tu permiso me quedare como una seguidora más vele , te deseo una feliz tarde de Domingo de resurrección y mejor inicio de semana , besos de flor.
Hola, Flor, encantada de verte por aquí. Un placer que te haya dado buena impresión. Todo tuyo.
EliminarBesos.
Vaya, un relato sorprendente, con algo del toque de la homenajeada, ciertamente los traumas y temores que tenemos en nuestras vidas se enraizan en las experiencias infantiles. Nada mas horrendo que los miedos expresado atravez de una mente fragil y aun en formacion. El relato en realidad me helo la sangre.
ResponderEliminarGracias, José, por el mensaje que me dejas. Se nota tu atenta lectura.
EliminarSi de lo que se trataba era de acojonar lo has conseguido. Lo de escribir de maravilla se da por hecho, porque es norma de la casa. Magnífico relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, Chema, no sé si se trata de acojonar, pero si ya conoces las propuestas de David. Siempre es definido y concreto, nunca se queda a a medias tintas
EliminarUn fuerte abrazo.
Gracias, María Pilar, por participar con este relato en la edición dedicada a Shirley Jackson y La maldición de Hill House. Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarGracias a ti por estos retos que nos propones. Un placer participar.
EliminarUn abrazo.
¡Hola! muy buen relato...me encantó como vas poniendo la atmósfera. Pensé que veríamos una conexión entre cómo tratan a la pequeña, maravillosamente descrito en la primera parte del relato con lo que luego le sucede en su propia habitación, pero no. Supongo que a veces los espantos no ocupan de lógica alguna, simplemente se dan. Me pareció muy bueno. Saludos...
ResponderEliminarHola, Ana, pienso que los traumas de la infancia salen por algún lado y ni la protagonista sabe por qué le ocurre lo que le está pasando.
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Saludos.
Muy buen relato me dio miedo. Te quedo genial . Te mando un beso
ResponderEliminarMuy buen blog!
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Muchas gracias!
Y ¿cómo hará uno para llegar tan lejos en el pozo de la infancia a encontrar la raíz del miedo? He sufrido la infancia de esa criatura casi como mía. Alto nivel, compañera.
ResponderEliminarSaludos
Qué buen relato. He podido sentir lo mismo que la pobre niña. Me ha gustado mucho, un abrazo
ResponderEliminarSí, este tipo de traumas infantiles marcan de por vida a quien los padece, de ahí que tu protagonista y narradora en primera persona, es decir la niña, refleje estupendamente esta idea que vertebra tu impactante cuento.
ResponderEliminarCoincido en la elección de los personajes para describir un buen contraste de personalidades, por un lado los de la madrastra, el padre y el fantasma: fríos, malvados y perturbadores y por otro el de la cocinera sobreprotectora y cariñosa, junto a la niña desgraciada y llena de miedos.
Me gusta tu trabajo descriptivo que incluye también el lenguaje corporal, así como esa escrupulosa forma de escribir puliendo el lenguaje con buen dominio de las normas.
Ninguna pesadilla puede resultar más aterradora que la que narras, ya que reproduces el terror absoluto que sufre una niña huérfana de madre y víctima de desamor del padre y la madrastra, haciendo que su imaginación de vida a sus temores a través de la figura fantasmal del "resplandor" maléfico.
¡Felicidades!
Un abrazo.
Hola, María Pilar. Me has tenido en vilo durante todo el relato. Diría que llegué al final con el corazón en un puño. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, Pilar, vaya relato más terrorífico. Primero el padre, luego la madrastra, después la cocinera, que no parece mala pero juega con las malas artes, y rematas con esa figura fantasmal. El terror infantil es el peor en el sentido de ese miedo que se queda impregnado en los huesos aún por desarrollar y que te persigue de por vida. En este caso has sabido desarrollar esos miedos que van enquistándose en la psique de la niña junto con unos tormentos de pelicula.
ResponderEliminarMuy bien hilvanado todo, si se trata de pasar miedo lo has conseguido, Pilar. Me encantó.
Un abrazo!
Hola MªPilar, ¿qué tal compañera? guau, he visto tu relato como si de una película se tratara, un poltergueist, con ese agujero negro en la habitación dando vueltas. Muy buena la idea de traer los traumas infantiles que nunca se llegan a superar, como fue el caso de la escritora de esta edición del Tintero. Esa madrastra era un personaje clave, alguién a la que la niña terminará odiando por mala, por pécora. Gracias por la historia. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Pilar. Siempre que se mete un niño por medio, está casi garantizado el éxito, pero hay que crear las condiciones como lo has hecho: Una niña rechazada por su padre, con el ama de llaves como la de Hill House y que no entiende lo que pasa ni tiene capacidad para enfrentarse. De tal manera le superan sus traumas que cualquier cosa le parece hostil. Has cumplido con creces las expectativas. Felicidades. Un abrazo.
ResponderEliminar
ResponderEliminarHola!
Un horror genuinamente logrado, has sabido plasmar el terror que los personajes están pasando en esa casa. Me gustó muchísimo!
Saludo
Buenos días Pilar. Tiene razón el compañero Isan, enseguida se empatiza con un niño maltratado por todo el entorno. Has sabido meternos en el mundo interior de la niña, sus miedos, sus terrores. Gran trabajo, Pilar. Un abrazo.
ResponderEliminarPor cierto, la casa de la imagen qu4e has elegido es impresionante, enmarcada además por esas nubes tan amenazadoras. ¡Buena elección!
EliminarHola, María Pilar. Tremenda y espantosa la historia de esta pobre niña, maltratada por su padre y su madrastra y acosada por ese ser diabólico que habita en su habitación. Realidad y ficción se fusionan en la atormentada existencia de la pequeña protagonista. Mucha Suerte en El tintero . Un abrazo.
ResponderEliminarHola María Pilar
ResponderEliminarEs un cuento enorme. Es literatura. Por un momento pensé que iba encontrar en el fantasma un aliado y no fue así. También está la posibilidad de que todo sea fruto de su mente trastornada por unos padres insensibles. Eso es lo fantástico del buen quehacer narrativo las posibilidades son muchas y las lecturas siempre diferentes.
Hola Pilar. ante todo es un cuento bien escrito, con una narrativa pulcra y bien conseguida. Nos metes en la piel de la niña explorando sus miedos, un homenaje a la autora de este mes que también atravesó circunstancias similares. Al final parece que el fantasma está más en la cabeza de la niña que en la realidad. Buen relato. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Pilar
ResponderEliminarCoincido con Marta. Tu relato tiene ciertas reminiscencias de cuento clásico y tenebroso con una protagonista infantil que nos invita a sentir como propios sus miedos. El título me ha puesto en guardia, aunque creo que has jugado un poco al despiste con él....
Un abrazo
Cuando la amenaza es algo real el miedo se convierte en terror. El progenitor y la madrastra son seres detestables a la contra de la cocinera que es ser de luz. La niña no tiene miedo de lo incomprensible, sino del resplandor de la luz que se cuela en su habitación y de la que son portadores esos dos que deberían protegerla y darle seguridad a la niña, y muy a la contra la amenazan con su presencia. Nos dejas al final en un suspense congelado para que imaginemos una final a una historia que da miedo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy buen cuento de terror. Los detalles del miedo, las sensaciones de la pequeña, así como el ambiente: muy logrados. Te deseo suerte.
ResponderEliminarmariarosa
Hola, Pilar. Un relato muy bien contado. Da terror pensar en la situación de esa pobre niña, nos lo muestras tan bien a través del personaje, que la lectura lleva a sentir empatía con esa pequeña.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Un abrazo.
Hola María. Has conseguido crear un ambiente espeluznante, contado en primera persona a través de esa niña vulnerable e incomprendida. Y ese espíritu que se adueña de la habitación, buen homenaje a ese otro resplandor escrito por Stephen King. Sin duda conseguirás un buen puesto. Un saludo.
ResponderEliminarHola, Pilar. Me gusta y creo que es un acierto haber elegido un protagonista infantil, hace que el lector empatice mucho y aumenta la verosimilitud del relato, ya de por sí angustioso y aterrador por las vivencias de la niña. Me ha gustado la ambientación y las descripciones de la biblioteca que aumentan mucho la tensión del relato. Todo ello con una narrativa bien pulcra y cimentada, además de una estructura del relato acertada.
ResponderEliminarUn relato aterrador, me ha gustado.
Suerte en el tintero, un abrazo.
Hola Maria Pilar!
ResponderEliminarPrecioso relato. Escreves num registo muito interessante. Começa com suavidade para se elevar em fortes e terríficas emoções, que nos fazem viver intensamente. Deliciosos momentos.
Gostei muito. Te felicito!
Feliz noche y mi abrazo!
¡Hola María Pilar!
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el relato. Principalmente por cómo haces que el lector empatice con el miedo de la niña. Como ya te comentan más arriba, la ambientación y las descripciones son pilares básicos en la historia. He disfrutado mucho la lectura. Mucha suerte en el Tintero. Un saludo
Jummm... no se qué es mas terrorífico, eso que se esconde en el resplandor o el ambiente familiar de la niña. Excelente relato. Saludos
ResponderEliminarHola, M. Pilar. Pensé que ya te había comentado tú más que inquietante entrada y se ve que no lo envié correctamente. Pues lo dicho, tocas una variante del género que provoca una angustia que, con tu narración acertada y precisa, no nos deja escapatoria. Saludos y suerte.
ResponderEliminarHola Maria Pilar, he disfrutado leyendo este relato, los miedos infantiles, son los más terrible. La hipersensibilidad de la infancia, los percibe de un modo profundo, que a menudo nos marcan para siempre. Has sabido plasmarlos muy bien, y rodearlos de un ambiente verdaderamente inquietante. Además, utilizas elementos, como la biblioteca, o la relación con su padre, el caserón, que se ajustan perfectamente al reto, y la narrativa ofrece una lectura intensa, placentera. Un gran relato, enhorabuena. Saludos, un abrazo, y suerte en el tintero¡¡
ResponderEliminar¡Hola María Pilar!
ResponderEliminarEsto es horror en estado puro. Madre mía, qué real sw ha sentido. Estoy francamente sin palabras. Poltergéist en el más amplio sentido.¡Wow!
Muy buen relato. ¡Te deseo mucha suerte en el concurso!