Ir al contenido principal

Día del libro


Nació con el don de la risa y con la intuición de que el mundo estaba loco. Y ese era todo su patrimonio.
(Scaramuche, de Sabatini)

Bueno ese, y el libro que heredó de su tatarabuelo que había ido pasando de generación en generación hasta que llegó a sus manos. Un libro muy famoso y gracioso, su tesoro más preciado. Contaba mil cien aventuras de un loco que iba por los caminos de caballero andante. De ellas había aprendido cuanto sabía. 

Diríase que sonreía a la vida y si esta le presentaba un problema se reía de ella. Tenía una habilidad especial para dotar de su propia existencia a tan pintorescos personajes, pues sacaba a cada tipo su lenguaje peculiar. Se situaba en una plazoleta y allí lo rodeaba la gente. A veces, les leía en voz alta las historias que le ocurrían al caballero y otras, se las narraba de memoria con tanto arte que a todos les divertía. Sobre todo, la de los molinos de viento que se convertían en gigantes contra los que tenía que luchar. Solo había que fijarse en los rostros de la concurrencia. Tanto pequeños como mayores lo miraban con los ojos expresivos y los labios entreabiertos de lo encandilados que estaban. Y siempre tenían ganas de más, porque se lo contaba de tal manera, que se imaginaban que lo estaban viviendo.  

Por la noche, sentado al lado de la chimenea, leía antes de dormir cuando un ruido extraño en la oscuridad de su casa lo sobresaltó. Se quedó escuchando tras la ventana. Silencio. Volvió al libro anteponiéndolo a la idea que le zumbaba en la cabeza; pero no podía concentrarse. Empezó a sentir un nerviosismo que lo inquietaba. Se levantó y fue al dormitorio donde escondió el libro bajo el colchón. Allí permanecería callado y ese silencio lo protegería. Él se acercó a la puerta y aguzó el oído. En ese momento, escuchó un clic metálico y, sin tiempo para darse la vuelta, sintió el cañón de una pistola en la nuca. 
«¡El libro o la vida!», le instó una voz desconocida. 
Sonriendo como él sabía, sin darse la vuelta, contestó: «La vida, por supuesto».

 Para el día del libro regálate:       
 Relatos Asombrosos de El tintero de oro 
Cincuenta y cinco relatos que te  asombrarán. Por cómo juegan con el lenguaje, las historias que cuentan, el humor desternillante, el drama profundo, la sorpresa que esconden y el aprendizaje vital que recibes de sus palabras. 
Tengo que deciros que os vais a encontrar con tres relatos míos.
¡Ánimo! 
Hay muchas historias que nos están esperando a la vuelta de las esquina. Y quien dice a la vuelta de la esquina, dice en Amazon. Clicad en esta dirección y encontraréis Relatos asombrosamente asombrosos. No dejarán de sorprenderos. Os lo aseguro.
Safe Creative #2105267924903

Comentarios

  1. Un gran relato, es un placer leerte, y saber tus recomendaciones, a mi me gustaría tener mas tiempo para leer pero ahora estoy inmersa en otras tareas y leo pocas horas. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Ester. Un placer verte siempre por aquí. A mí me gustaría tener más tiempo para visitaros, pero no me alcanza.
      ¡Un fuerte abrazo!

      Eliminar
  2. ¡Hola, Pilar! Por supuesto que siempre la vida, ja, ja, ja... Aunque te aseguro que una sociedad en la que el libro fuera objeto de deseo de los ladrones sin duda sería una sociedad que bien merecería la pena.
    Un estupendo homenaje para este día y, por supuesto, fantástica la sugerencia de ese libro asombroso que tiene el lujo de contar con tus letras. ¡Un abrazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, David! Más bien creo que el ladrón pensaría que con ese libro iba a hacerse de oro, al ver el seguimiento que tenía. No sabía que un libro solo cobra vida con la magia de la lectura.
      Sé que el día del libro muchos lectores hacen acopio de lecturas para un tiempo. De ahí que haya propuesto Relatos asombrosos El libro lo merece.
      ¡Un fuerte abrazo!

      Eliminar
  3. Sería fantástico que esa fuera la ambición de los ladrones, poseer cultura.
    ¡La vida por supuesto!
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eso creo yo también, Alfred. Gracias por comentar.
      ¡Un abrazo!

      Eliminar
  4. Qué bonito relato.
    Feliz Día del Libro, María Pilar.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. "La vida, por supuesto". Un honor, leerte.
    Abrazos de anís.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué alegría verte por aquí, Sara! Gracias.
      Un abrazo.

      Eliminar
  6. Hermoso relato, Pilar!! Siempre es un placer leerte!!!
    Cariños y felíz día!!
    Lau.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Lau, me alegra que te haya gustado.
      Mi cariñoso abrazo.
      María Pilar.

      Eliminar
  7. Me encanto el relato es genial. Te mando un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Citu, que ilusión me hace que te haya gustado.
      Besos.

      Eliminar
  8. Un buen libro amplía nuestra vida, la multiplica, la hace mejor vida.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué buena frase me deja, Sor Austringiliana, parece de las de encuadrar.
      Un abrazo!!

      Eliminar

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific...

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a...

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —...

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo ...

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso ...