Ir al contenido principal

Prólogo sobre Ver dos veces las cosas


Conozco a Froilán de Lózar a través de su blog Curiosón. Fue una grata sorpresa que me pidiera leer este libro y escribir el prólogo. La tarea ha sido todo un placer. Ver dos veces las cosas es la ventana que nos ofrece el autor para que observemos y conozcamos el enorme potencial ecológico, turístico e histórico de la Montaña Palentina. 

Una recopilación de artículos que no es autobiográfica, pero no cabe duda que trata de algo que le concierne y mucho. Porque de eso también va el libro, de ese paisaje interior que fue para él el descubrimiento de su tierra, ese pequeño país que lo vio nacer y que, intuyo, en su descripción ha influido mucho la añoranza. 

Son maravillosos relatos con corazón, atravesados por la mirada nostálgica del autor y habitados por hombres y mujeres de la tierra a los que dedica este libro como homenaje y por los que toma partido. 

El eje vertebrador de todos ellos es la constatación seria y preocupante de que la despoblación es un hecho y que la Montaña se muere. Ante esta triste realidad de paulatino abandono y olvido, contagiado por el vigor y la admiración de estos pueblos y las historias que tejieron, desea que se conozca y se difunda a los cuatro vientos su grandeza. 

Enamorado hasta la médula de esta tierra y con el orgullo de pertenecer a ella, se propone dejar constancia de su rico legado para que llegue a las generaciones venideras. Su lenguaje emotivo, contundente y reiterativo, posee una fuerza narrativa que no deja indiferente al lector; con ese sustrato de impotencia frente a la adversidad que no le impide dejar de soñar. 

Si buscas que la narrativa te coloque frente a historias vivas, estarás encantado. Cada título tiene su propia voz, y digo voz porque es un libro que se escucha como el boca a boca de las narraciones antiguas. 

Si tuviera que resumirlo en pocas palabras, diría que es un aldabonazo hecho palabra, la fuerza del mensaje arrastra, y el grito de la bella y desconocida Montaña atrapa. No podemos quedarnos como meros observadores, nos sumergimos entre esas gentes y nos emocionamos como lectores, y todo cobra una nueva dimensión porque estamos escribiendo nuestro relato. 

Es literatura y es viaje. Aguilar es la puerta y entrando por ella nos llega ese aire de siempre impregnado de galleta recién horneada, que ya es recuerdo. Se acerca la montaña. Nos sentimos montañeros embelesados con el colorido de los balcones cuajados de flores. En la marcha degustamos la gastronomía del lugar en una cocina con trébede cargada de recuerdos donde somos muy bien acogidos. Nos indignan los especuladores que arrasan terrenos que tanto sudor y sangre costaron a los mineros y nos enfada la pasividad de las instituciones. 

Me emociona oír la música y ver bailar el Cuevanito, me lo enseñó una amiga de Frama. Quedamos extasiados ante el impresionante arte románico con parada obligada en la Colegiata de San Salvador de Cantamuda, la joya herida, y disfrutamos al aire libre de unos parajes paradisíacos, sin prisa, porque se respira tranquilidad. 

De todo esto y mucho más, trata Ver dos veces las cosas. Deseo y espero que el libro sea una llamada de atención que contribuya a salvar del silencio y el olvido este mundo tan bello de la Montaña Palentina. 

Comentarios

Más vistas

A la deriva - Cuento de Horacio Quiroga

Ficha Técnica     Título: Cuentos de amor, de locura y de muerte    Autor: Horacio Quiroga    Género: Cuento    Editorial: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada    Año de edición: 1917    País: Uruguay    Resumen      El protagonista del cuento, Paulino, pisa una serpiente venenosa que le muerde en el pie. A causa de este incidente, inicia un viaje por el río Paraná hacia un pueblo vecino donde espera que le salven la vida.       Valoración personal        Horacio Quiroga mantiene en este cuento las tres constantes que le caracterizan como el gran cuentista que es: brevedad, intensidad y tensión constante.     Lo que más impresiona es la lucha por sobrevivir del protagonista al que, a veces, lo llama por su nombre y otras no dice nada más que “el hombre”. Como si a cualquiera de nosotros nos pudiera ocurrir lo mismo. Una lucha desesperada, por ganarle la batalla a la muerte, por no rendirse, aunque ...

El calamar rojo gigante

Leer más relatos aquí Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida.  Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total.  Hecha un ovillo, se sentó en uno de lo...

La habitación de las llaves antiguas

La habitación de las llaves antiguas (fragmento)  de Elena Mikhalkova  Mi abuela una vez me dio este consejo:  Cuando los tiempos sean difíciles, avanza en pequeños pasos.  Haz lo que tengas que hacer, pero hazlo lentamente.  No pienses en el futuro ni en lo que pueda pasar mañana.  Limpia los platos.  Limpia el polvo.  Escribe una carta.  Cocina sopa.  ¿Ves eso?  Sigue adelante, paso a paso.  Da un paso y luego haz una pausa. Toma un descanso.  Valórate a ti mismo.  Da el siguiente paso.   Luego otro.   Apenas lo notarás, pero tus pasos se harán más largos.  Hasta que llegue el momento en que puedas volver a pensar en el futuro sin llorar. (Elena Mikhalkova, escritora Rusa, nació el 1 de abril de 1974).

Un mundo de Ángeles Santos

Este cuadro ha sido restaurado recientemente y se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid. «Un mundo», dijo la autora que representa. Por cierto, se llamaba Ángeles Santos y lo pintó con tan solo diecisiete años, una artista precoz donde las haya. ¡Qué no se hubiera dicho de ella en 1929 si hubiera sido un varón! Eran otras épocas; de la mujer se esperaba que se casara y fuera amante esposa y una madre solícita, no una artista del vanguardismo. De todas formas, el monumental lienzo de nueve metros cuadrados tiene tanto magnetismo que fue la obra que más sensación causó en el madrileño Salón de Otoño de 1929. Los especialistas se rindieron ante su genio precoz y recibió los elogios de la intelectualidad del momento.    ¿Qué tiene esta pintura para que nos llame tanto la atención? ¿Es su aspecto de pesadilla? ¿Su monumentalidad? La miro desde la distancia. El cubo terráqueo está tan cargado de objetos que a duras penas se sostienen por la velocidad a la que se mueve; pare...

El álbum de los recuerdos

Tal vez la humedad sea el único visitante entrando por las goteras, tal vez los vetustos interruptores no enciendan más las bombillas de luz amarilla, pero la casa permanecerá intacta en el álbum de la vida con mis recuerdos.  Teníamos once años cuando las cinco amigas nos vimos reflejadas en los cristales de las ventanas del baile del pueblo. Ataviadas con amplios vestidos largos que íbamos arrastrando, nos sentíamos el centro del mundo. Habíamos revuelto en los baúles de la abuela, sin contar con su permiso, y estábamos encantadas con nuestro disfraz. Como no podíamos entrar en el baile por ser menores de edad, nos contorsionábamos siguiendo el ritmo de la música de los setenta que se oía fuera, para llamar la atención de los que se encontraban en el interior. Divertidas, provocadoras, felices de sacar a la exhibicionista que llevábamos dentro mientras,  con los pisotones de los zapatos de tacón , desgarrábamos las telas de raso y tules que nos cubrían. Mi vestido  era...