Ir al contenido principal

El tatuaje


Cuenta la leyenda que las amazonas yacían con hombres extranjeros para engendrar. Si los bebés eran varones, debían abandonarlos en el momento de su nacimiento.
 
El pequeño Tanais, con rizos negros, tez oscura y ojos azules como el mar, debía abandonar la zona y refugiarse en la noche. «Ha llegado el momento, mi niño, el tatuaje de tu brazo te protegerá como un talismán», le había dicho Aella, su madre. Encontraría el camino bordeando el bosque, siguiendo las indicaciones que le había dado. Pero antes, quería verla por última vez. Así que, solapándose en la oscuridad, se introdujo en la cripta prohibida.
 
Nueve guerreras, dirigidas por la gran reina Hipólita, formaban el consejo en torno a la piedra sagrada iluminada por la vasija del fuego. Las figuras se extendían por las paredes de la cueva a la luz de las antorchas, con un aspecto salvaje que le causaba terror. Acorralaban a su madre a la que acusaban sin piedad. Sus ojos de niño, inquietos, se emocionaron al ver en ella el gesto valiente de la gran amazona. Aunque había sido despojada de sus emblemas como la mejor luchadora en el manejo del hacha doble, podía percibir el desafío en su gesto, sin miedo a que la agredieran. Lo que no le impidió sentir el dolor y la impotencia al ver cómo la vejaban.
 
La potente voz de la hermosa Hipólita rasgaba la noche exigiendo la prueba: “¡¿Dónde está el rapaz?!” Aella, con los brazos tan fuertes para la lucha como acogedores cuando lo mecían sin sobresaltos, se salvaría si él se salvaba. Así se lo había prometido mientras él repetía: “Tengo miedo, mamá”. Y su madre sabía que era verdad, su hijo no había sacado su valentía; no obstante, el tatuaje del ancla con el que había nacido lo protegería ante las adversidades.

De repente, el temor sobrecogió al niño al comprobar lo expuesto que estaba en  aquel espacio. Hipólita se había soltado el cinturón mágico con un gesto despótico y lo mostraba agarrado con los puños cerrados. Tanais se palpó el tatuaje del brazo y desapareció. 

A la luz de la luna, empezó a seguir el camino que había memorizado. Una vez que llegó al otro extremo del barranco, el sendero comenzó a empinarse y, siempre subiendo, entre peñascos, por caminos impracticables, serpenteando ininterrumpidamente, alcanzó la cima de las montañas azules que limitaban el horizonte. Hacía equilibrios para caminar por la cresta, bajo aquel cielo punteado de estrellas, mientras la tramontana soplaba con fuerza. Por fin, llegó al saliente desde el que pudo verlo. ¡Abajo estaba el mar! Calmado, brillante y espléndido. Era tan hermoso que se quedó un rato contemplándolo. Sabía que en aquel mar estaba su destino. 

Al alba, con el pelo desgreñado, las piernas y los brazos arañados, jadeante y agotado, reconoció los acantilados a los que tenía que dirigirse. Entonces empezó a oír un leve crujir de hojas secas. Lo seguían. Estaba en el camino indicado, tenía que serlo y, ahora, no podía detenerse. Solo un interrogante lo inquietaba: “¿Cómo podría identificar a la persona que buscaba?”. En la playa había un pescador arreglando las redes. Se dirigía hacia él cuando una niña salió corriendo, descalza, de entre los árboles del bosque de cedros. En su melena al viento se enredaban los destellos del primer sol. Llegó junto al marinero y le habló algo a la vez que con la mano le señalaba la presencia del muchacho. 

El pescador enarcó una ceja con asombro y, dejando su tarea, se le acercó con modales afectuosos. Observó con atención el ancla en el brazo. «¡La marca de la familia!», exclamó admirado, y sonreía no solo con la boca sino también con aquellos ojos azules que parecían dos trocitos de mar.

 ̶Julia, ¡es tu hermano!  ̶  Y se quedó mirándolo con ternura, sin pronunciar palabra, luego emocionado lo aupó en sus brazos. 

Con este relato participo en el Vadereto de julio.

https://bloguers.net/votar/Maria_Pilar

Comentarios

  1. Excelente relato Pilar, cómo siempre, muchas gracias por estar ahí

    ResponderEliminar
  2. Hola, María Pilar.
    Un hermosísimo relato que dota al tatuaje de un simbolismo muy especial, el de la estirpe familiar.
    Además, lo engarzas con la historia legendaria de las Amazonas; toda una leyenda llena de valerosas y aguerridas mujeres.
    El espíritu de esa madre no se ha perdido y, en contra de lo que él mismo cree, dota a su hijo de la valentía y el ahínco necesarios para encontrar su destino. ¡Fabuloso!
    Muchas gracias.
    Un Abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias a ti, Jose, por tu atenta lectura y el comentario.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. Hola, María Pilar. Qué gustazo leerte. Este bonito relato nos da fuerzas a todos sus lectores, nos da valentía para seguir la lucha de nuestro camino diario. Besos. Gracias por tus escritos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Carmen. Qué ilusión me hace tu reflexión.
      Besos.

      Eliminar
  4. ¡¡Qué bonita historia María Pilar!!
    He sufrido un poco mientras el niño escapaba pero al final me he sentido aupada por el pescador y tus palabras.
    ¡¡Abrazo enorme!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Amaia, me alegra que te haya gustado.
      Un abrazo!

      Eliminar
  5. Qué son los tatuajes, por pequeños que sean, sino las historias de la vida de quien los lleva. Como el joven Tanais. Yo escribí una entrada (num. 37) con ese mismo título.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Cabrónidas, pasaré a leer tu entrada nº 37. Seguro que me sorprenderás con tu ingenio. Gracias por pasarte y comentar.

      Eliminar
  6. Muy buen relato María Pilar, con un final especialmente bonito. Gran aportación al reto.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  7. María María, eres una estupenda escritora. Entre tu magnífica prosa y tu inventiva logras lo que ahora hemos leído aquí: una historia que conmueve, es la primera vez que le encuentro sentido a un tatuaje.

    Qué bueno es leerte! Un gran gran abrazo 🌹.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Maty, me dices cosas tan bonitas que solo puedo responderte con un ¡fuerte abrazo!

      Eliminar
  8. Precioso relato María Pilar, entrañable, también con su dosis de aventura y tragedia. Me super encantó. Te dejo un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Ana. Me has emocionado.
      Un abrazo va de vuelta.

      Eliminar
  9. Hermosa historia, claro con ciertos visos crueles por esas costumbres inflexibles. Gran aventura, bien narrada.

    ResponderEliminar
  10. Una historia hermosa, con su miedo al principio y la confianza a la mitad. Las amazonas y sus costumbres que nos han servido para demostrar que a veces algo cambia. Bonito final

    ResponderEliminar
  11. Pase lo que pase en el concurso, tu relato es una preciosidad.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  12. Hola María Pilar, qué bonito relato con un poco de todo: fantasía, aventuras, emociones y lo que pedía José Antonio, el tatuaje. Muy bien narrada y ensartado el elemento en cuestión que, además, es parte importante de ese final tan acogedor.
    Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
  13. Me gusto el relato es muy dulce. Te mando un beso.

    ResponderEliminar
  14. Precioso relato con esa marca de familia. Hay tatuajes que son mucho más que una moda.
    Un eso.

    ResponderEliminar
  15. Es curioso pensar que el mito de las Amazanas surgió como revulsivo a las sociedades patriarcales. Las Amazonas era hijas de Ares el dios de la guerra, de ahí que fueran tan hábiles en el combate y Armonía, de ahí su belleza, se constituían en una sociedad matriarcal en la que las mujeres tal como cuentas vivían solas, alejadas de los hombres e incluso del resto de civilizaciones, porque el resto eran todas sociedades patriarcales y así no se contaminaban. Quizá este enfrentamiento, en mi opinión nunca deseable, es el que diferencia a las feministas, de las feministas extremistas que deben tener en las amazonas sus ancestros jaja me ha encantado tu texto, precioso en la forma y muy entretenido en el fondo. Una duda ¿ al tocarse el ancla se hacía invisible? o es una sensación mía que malinterpreté ... ¿ ves? tienes que hacer continuación ; ) Enhorabuena PILAR!

    Un abrazo fuerte y muy feliz verano!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Jajaja!, María, qué imaginación la tuya. Se tocaba el tatuaje para sentir ese coraje y protección que su madre le había inculcado. Lo de hacerse invisible es genial, me ha encantado.
      Un abrazo!

      Eliminar
  16. Impecable composición, como todo lo que escribes, de tal forma que casi me haces aceptar los tatuajes, que tan mal me parecen al día de hoy.
    Besos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Sara, yo tampoco soy de tatuajes. El concurso lo pedía.
      Contenta de que te haya gustado.
      Un abrazo.

      Eliminar
  17. Un texto muy bello que bebe de la atmósfera de una de las cumbres de la literatura universal, La Odisea, o al menos así me lo parece.
    Discrepo con María, el mito de las Amazonas, no fue una reacción frente al patriarcado. Creo que esas diosas que se adoraban en todos los enclaves que bordeaban el Mediterráneo demuestran una sacralización de los poderes femeninos como pasa Astarté, Isis, Afrodita, Athenea, Hera y las diosas del norte y célticas y como han estudiado desde Robert Graves hasta Alonso del Real aquí cerca.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Dr. Krapp, admirada estoy de todo lo que sabes del tema de las amazonas. A mí siempre me ha interesado.
      Un abrazo!

      Eliminar
  18. Un hermoso relato,voy a ver si puedo entrar a votarte,cariños.

    ResponderEliminar
  19. Listo,votado,suerte,ya me contarás.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo he visto, Fiaris. El texto ha salido premiado. Gracias!
      Mi cariñoso abrazo.

      Eliminar
  20. Un relato muy emotivo con muy bue contexto. Saludos

    ResponderEliminar
  21. ¡Hola, Pilar! Un relato estupendo que muestra el camino iniciático de cualquier ser vivo. Tras el nacimiento, llega el momento en el que cada uno tiene que tomar las riendas de su propio camino. Quizá esa esa es una de las verdades universales, más allá de la cultura y sociedad concreta, en este caso las amazonas, lo que le da al relato ese punto épico delicioso. Un abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, David! Qué reflexión más bonita me dejas. Gracias.
      Un abrazo!

      Eliminar
  22. Es fantástico tu relato! Su ambientación de cuento es espectacular! Y su final dulce y esperanzador! Un abrazote!

    ResponderEliminar
  23. Excelente trabajo literario con este relato ubicado en ese mundo de fantasía.

    ResponderEliminar
  24. Wow. Interesante relato. Saludos

    ResponderEliminar
  25. Estupendo relato, María Pilar. Te mueves con soltura entre lo legendario y lo íntimo y nos haces disfrutar de la historia.
    Un fuerte abrazo :-)

    ResponderEliminar
  26. Muy hermoso relato María Pilar, un gusto leerlo y ese final tan inesperado, gracias por el, abrazo grande

    ResponderEliminar
  27. Oye... pues yo lo interprete como María, que al tocarse el ancla se hacía invisible; incluso pensé si cuando escuchaba que le seguian, aun seguía siendo invisible, y me prguntaba como lo veian. Otro misterio. Si no nos parece que hay bastante misterio, ya lo añadimos los lectores.
    Eso era lo que mas me fascinaba junto con lo del tatuaje prenatal , que me ha parecido lgo genial, como una peca o mancha pero nivel dios.
    Ah.. y tambien lo de situar el enclave secreto de las amazonas a l'Empordà. Un puntazo.
    En totgal un historia fantastica en todos los sentidos de la palabra
    abrazooo

    ResponderEliminar
  28. Hola, María Pilar. Esa amazona era valiente de verdad, y su hijo aunque en principio no lo pareciese, sin duda sacó algo de los genes de su madre, capaz de sentir la impotencia o el dolor, perder privilegios..., con tal de que su hijo pudiera tener la oportunidad de salvarse. Muy bueno el tatuaje del ancla haciendo honor a la familia de pescadores. Hay amor y confianza, para ese hijo que le llegó el momento de caminar por su vida.
    Magnífico relato, en una historia entretenida y bien contada.
    Abrazos.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —gritó Aur

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso