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La bruja

En aquel pueblo los sucesos no se catalogaban entre normales y paranormales. Los hechos ocurrían y punto. Las arpías de la vecindad decían que la bruja salía de noche en época de luna llena, que espiaba por las ventanas y que se las pasaba preparando brebajes para sus maleficios. Contaban los vecinos que se oían golpes en su casa hasta el amanecer y que siempre había luz de velas en las ventanas. Que los perros aullaban y los gatos se erizaban a su paso. Circulaban muchas historias, dimes y diretes y nadie se preocupaba de poner alguna lógica en todo aquello. El reloj de la iglesia daba las 12 campanadas cuando la luna llena paralizada allá arriba congelaba la noche. ¡La hora de las brujas! A Teresa este pensamiento le hizo temblar. Se quedó sin aliento cuando notó cómo alguien empujaba suavemente la ventana de su cocina. Un sudor frío le recorrió la espalda. La ventana se abrió y saltó un enorme gato negro. Fijó en ella sus pupilas verdes que la dejaron petrificada. Con la piel ...

El agente 007 frente a Rubén Bevilacqua

El agente 007   Se presenta con el apellido antes que el nombre: Bond, James Bond. Representa la elegancia británica. Es un perfecto caballero inglés amigo de las cartas, las copas y las señoras. Toma dry martins con vodka y puede beber lo que quiera sin perder el pulso. Revienta en el asfalto un Aston Martin si así lo marca el guion. No ama, folla con las mujeres más bellas —Úrsula Andress en bikini—. Su carrera está llena de éxitos que marcan su brillante trayectoria. Es capaz de pegar un tiro sin despeinarse. Sale indemne de todas las batallas porque el barniz que lo protege le hace carecer de sentimientos, solo cumple con el papel para el que ha sido programado. Sabe que es el único que salva al mundo cada poco tiempo de un villano. Tiene cuerda para rato porque no cumple años. El brigada Rubén Bevilacqua La ironía es lo que le ha ayudado a sobrevivir en ese mundo carente de sentido del humor. Hace bromas hasta con su propio nombre: Rubén Bevilacqua, conocido como Vila. ...

El día después de la tragedia

Pasada la tormenta, el mundo se silenció y llegó la calma, una calma siniestra que la luna de agosto iluminó reflejándose en la tumba de las aguas. Las primeras luces del alba empezaron a dibujar formas en la penumbra. Súbitamente, aparecía algo o alguien conocido que encogía el corazón de los vivos y era rápidamente engullido y arrastradoFatigados y exhaustos, atenazados por el rugir de la hecatombe y con los gritos que les perseguirían de por vida, rompieron las sombras y en silencio afrontaron los escombros, sin más medios que la fuerza de voluntad de que está dotada la naturaleza humana para sobrevivir. Entre los troncos, los derrumbes y el lodo, se encontraban con la cara de la amargura, la desesperación y la muerte. El arroyo, que se resistía a volver a su cauce, seguía recibiendo a su paso riachuelos que rodaban de forma tortuosa por las calles empinadas. Ese estrepitoso ruido del agua, producto de su furia tremebunda, era lo único que se oía en aquel valle: los pájaros d...

En el patio de vecinos

He parado el reloj Son las siete menos cinco Las siete menos cinco Detenidas, congeladas Un minuto, una eternidad. Un piso por debajo Su eco sigue sonando Las horas, las medias, los cuartos… Eso es lo que ha escrito mi dueña, pero si pudiera contar mi historia os diría que me trajeron de Suiza. Soy pequeño y cantarín, mi casa es de madera de caoba y fue trabajada por un famoso ebanista, su nombre luce en letras negras en mi esfera. Mi dueña me desembaló con mucho cuidado y me colocó en una columna al lado del luminoso mirador, el sitio ideal, manifestó, porque así presidía todo el salón. “Esta vez te has pasado”, le dijo con una radiante sonrisa a mi comprador. Así comenzó mi eterna andadura con una exactitud propia de mi condición suiza. El golpeo de mi maquinaria es sutil y armonioso. Hipnotizados se quedan todos mirándome al escuchar mis embaucadores trinos con los que doy salida a los latidos de mi corazón. La que más, mi dueña; hay que notar la suavidad de sus dedos...

La guerra de las bacterias

«En el día de hoy, cautivo y desarmado, ha quedado nuestro ejército familiar» La batalla ha sido una confrontación sin igual, hemos luchado cuerpo a cuerpo, al final hemos sido vencidos y el pequeño ejército familiar ha quedado destrozado. Cuando nos llegó la primera avanzadilla, la obligamos a retirarse con cajas destempladas, aquí no tenía cabida y la derrotamos con contundencia. Entre los virus se extendió la alarma, nos habíamos atrevido a ridiculizar a sus hermanos y la respuesta no se hizo esperar: todos los virus del mundo se aliaron para demostrar que quien ríe el último ríe mejor. Empezó la venganza. Negociaron con las bacterias el prepararles el terreno y una vez que lo tuvieran, para ellas sería coser y cantar. Parece que algún virus se quedó dentro de nuestra casa en estado latente y cuando llegó el gran cuerpo de batalla, le abrió la puerta a traición, como el de Troya. Se nos coló, por el flanco más débil —la pequeña de la familia— un ejército formado por millones...