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¿Cuál es el símbolo que identifica a tu pueblo?

Los pueblos tienen marcas que los identifican y a la vez los diferencian de los demás. ¿Cuál es el símbolo que identifica a tu pueblo?  Al mío, su grandiosa iglesia. Es la representación perceptible que lo representa. Está en un alto y para acceder a ella hay que subir una imponente escalera de piedra.  ¿Cuánto tiempo y trabajo costaría levantar esta escalera hace más de cuatro siglos? ¿Cuántos hombres trabajarían en ella? Piedras blancas, brillantes en un principio, a las que el paso del tiempo ha ido dando esa pátina de obra antigua, aunque sólida. ¿Cuántos vientos la han azuzado? ¿Cuántas personas habrán subido y bajado por ella aportando un desgaste con sus pisadas?  Se ensancha en la base y a medida que se estrecha crece el misterioso silencio que imponen los gigantescos muros sagrados. Las cabezas se agachan, las conciencias se avivan. Los danzantes las bailan cuando todo es fiesta. La parca arrastra peldaño a peldaño el pesado silencio de los que se van para no volver. Al

La noche de los tiempos

El autor, Antonio Muñoz Molina, a través de las 958 páginas del libro, nos lleva a ver, oler, oír y palpar de una manera detallista y minuciosa, como pintor de un gran cuadro del arte flamenco, la sociedad madrileña y por extensión la española de los años 1935 – 36.  A la par que vamos viviendo la furtiva historia de amor de su protagonista, en una sintonía intercultural, asistimos a la destrucción de personas de una misma cultura. Esto se va incrementando de forma vertiginosa y cruel, donde todo se les va de las manos. De manera insensata, cantando proclamas de victoria y triunfo inflamadas de odio, se lanzan a los abismos del infierno con el consiguiente caos, dolor y muerte que te llega a lo más íntimo. Después de las cien primeras páginas, el libro me atrapó y no he podido dejar de leerlo, he saboreado el párrafo largo, su discurrir pausado y su cuidada puntuación que yo tanto agradezco. He sentido pisar los escenarios del protagonista aún después de haberlo terminado. © Marí

Fábula sobre perros y gatos

Comenzaba un nuevo día alegre y soleado tras una temporada en que las jornadas se habían sucedido grises y húmedas. En aquella ciudad blanca, solo por algún extraño conjuro, brillaba alguna vez una chispa de luz que le hacía parecer grande y hermosa. Una gata, intrépida y curiosa, salió a la calle feliz, contenta con su juguete nuevo. De pronto, sintió el frío de una sombra que la cubría y se alargaba en una mueca horrible propia de la peor pesadilla. Al levantar la vista, ¡cuál no sería su espanto! Se encontró frente a frente, con dos monstruosas caras de pitbull que prontos a atacar le mostraban sus grandes y feroces dientes. La gata quedó inmóvil, petrificada. Estaba perdida. Movió la cabeza a ambos lados de la calle. Hileras de humanos: hombres y mujeres, con aspecto cadavérico, la observaban con miradas fijas, de ultratumba, sin hacer nada. El montón de despojos en que quedó convertida en un segundo hubiera sido reducido a la nada más absoluta si no fuera porque apareció él.  Un p

¿Por qué escribes?

“Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras” Truman Capote ¿Por qué escribes? Me pregunta mi hija.   ¿Por qué escribes? Me pregunto yo.  Porque quiero, me gusta, y siento un impulso interior, una necesidad imperiosa que no me deja tranquila hasta conseguir juntar las palabras con las que liberar mi pensamiento. Por lo tanto, escribo en primer lugar para mí misma, porque me ayuda como efecto catártico a elaborar y expresar reflexiones, a liberar emociones y sentimientos sin la máscara de la ficción, a canalizar mi imaginación y desarrollar mi creatividad, a sorprenderme conmigo misma y transmitir al que me lea mi manera de ver la vida. Así, me voy destapando sin las deliberadas opacidades que con frecuencia se tejen en la conversación oral.  Son momentos y recuerdos vividos con ilusión y los quiero atrapar, otras veces frustraciones y decepciones que parecen menos al escribirlas y pasan al olvido y sobre todo creación i

Día de aniversario

Sí, hoy es nuestro aniversario de bodas. Le digo que no quiero ir a ningún sitio, que me apetece quedarme en casa. Prepararé una comida como a nosotros más nos gusta: entremeses, redondo de ternera asado, puré de patatas, todo ello regado con un buen vino, macedonia de frutas, dulces variados y solo para mí un café negro. Mientras lo ayudo a poner el mantel, le miro las manos enérgicas, tan suaves cuando rozan mi piel; el perfil de su rostro serio y concentrado en lo que está haciendo para que le quede bien, la frente amplia y despejada, los ojos entrecerrados por la necesidad de gafas, la nariz contundente, la boca de finos labios y besos apasionados…  En sus actos transmite quietud, aunque dentro de esa quietud bulla una mente inquieta, activa e incansable, que se manifiesta por cómo frunce el entrecejo. Unos ojos azules como el mar en un día de sol se encuentran con los míos que sienten perderse en el interior de esas aguas. «¿Está todo?», me pregunta. Son estas palabras las que