Comenzaba un nuevo día alegre y soleado tras una temporada en que las jornadas se habían sucedido grises y húmedas. En aquella ciudad blanca, solo por algún extraño conjuro, brillaba alguna vez una chispa de luz que le hacía parecer grande y hermosa.
Una gata, intrépida y curiosa, salió a la calle feliz, contenta con su juguete nuevo. De pronto, sintió el frío de una sombra que la cubría y se alargaba en una mueca horrible propia de la peor pesadilla. Al levantar la vista, ¡cuál no sería su espanto! Se encontró frente a frente, con dos monstruosas caras de pitbull que prontos a atacar le mostraban sus grandes y feroces dientes. La gata quedó inmóvil, petrificada. Estaba perdida. Movió la cabeza a ambos lados de la calle. Hileras de humanos: hombres y mujeres, con aspecto cadavérico, la observaban con miradas fijas, de ultratumba, sin hacer nada. El montón de despojos en que quedó convertida en un segundo hubiera sido reducido a la nada más absoluta si no fuera porque apareció él.
Un pastor alemán, de aspecto musculoso y actitud distante, estaba atento a lo que allí ocurría. De un salto, se plantó en la escena sorprendiendo y paralizando la acción que tenía lugar. Luchó a bocado partido e impuso su autoridad. Los pitbulls, tras un amago de resistencia, cedieron en sus acometidas. Un corgi galés, con actitud exaltada, se acercaba y retrocedía animando a los pitbulls con sus ladridos. La acción del pastor alemán lo amedrentó y se retiró con el rabo entre las piernas a su caseta, a la espera de una nueva oportunidad.
El dueño de los pitbulls observaba con mirada rápida; por sus cortos comentarios, gestos y compostura se apreciaba que estaba animando a sus perros con los que imponía su ley y su respeto y estos le eran fieles defensores a muerte.
La gata a duras penas pudo incorporarse. Con la piel ajada, sintiéndose abandonada y llorosa, lamió sus heridas. Con la cabeza gacha, derrotada y dolorida, se retiró a su habitáculo cubierto de maleza: arbustos, zarzales y jarales.
El juguete quedó destrozado en el asfalto.
fue real? me agrada la manera en que redactas
ResponderEliminarTan real como la vida misma. Gracias por tu cometario.
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