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¡Feliz Navidad! Zorionak eta Urte Berri On!

La otra Navidad

  Al anochecer en estos días de crudo invierno, Sergio se cubre con un gorro negro de lana y una chamarra ajada. Con una bolsa de compra en la mano sale de casa a su tarea en los contenedores de basura.  Hoy hace un frío intenso y unas chiribitas de nieve pululan antes de posarse en la alfombra blanca que cubre la ciudad. El pisar de las personas cruje en la nieve. Como sombras en la noche, con grandes bolsas de regalos, pasan raudas mirándolo con desconfianza. Después el silencio solo es traspasado por las notas de un piano que desde un bar cercano perpetúa la canción «Oh, blanca Navidad». Con el cuerpo invertido rastrea con un palo las fauces del abismo donde espera encontrar un rayo de felicidad que alegre su hogar. Lo que ve bajo la lánguida luz de la farola le produce un estremecimiento: Cuento de Navidad de Charles Dickens . Lo coge tembloroso. El hielo interior empieza a resquebrajarse y da paso a un acogedor salón familiar donde un niño descubre los regalos navideños.  —Mira

La soledad de las personas mayores

Resiste con sus artríticos sonidos esa escalera de la que hoy se ha adueñado el fantasma de la soledad. Nerea, subiendo peldaño a peldaño hasta el 3.º piso en el que vive sola, la equipara con el fluir de su vida y su memoria. En los momentos que afloran sentimientos dolorosos ocultos entre los pliegues del alma, busca la compañía del agua, percibir como fluye por su piel hace que se sienta bien. Añade al baño sales de lavanda y se sumerge hasta el cuello cerrando los ojos para disfrutar de uno de los pocos placeres que se da en la vida. Cuando más relajada está oye un ruido apenas perceptible. ¡Están abriendo la puerta de su casa! Las pisadas ya suenan por el pasillo. Siente el aliento de alguien que se acerca. Su corazón desbocado le hace encogerse sobre sí misma. A través de la mampara empañada nota que la puerta del baño se abre muy despacio. La tensión se hace irrespirable. Una sombra oscura ocupa aquel húmedo oasis absorbiendo todo el oxígeno. La sombra pasa una mano por el

Alguien me sigue

Caras Ionut La Avenida es una de las calles de entrada y salida a la ciudad dirección norte. Esta tarde grisácea del mes de noviembre, entretenida con la niña en los columpios del parque que están al lado, no me he dado cuenta del paso del tiempo. En esta época, los días son muy cortos y pronto se hace de noche. Voy con mi hija de la mano porque quiere ir andando; siempre quiere demostrar que es mayor de lo que en realidad es.  Despacio, sigo el ritmo de sus pequeños zapatos camino de casa cuando comienzo a escuchar unos pasos. No veo a nadie, pero sé que alguien más está con nosotras. Acelero la marcha para llegar cuanto antes y, con ello, obligo a mi pequeña a avanzar a trompicones. Noto en mi nuca el aliento del que se nos acerca por detrás. Instintivamente, aprieto a la niña contra mí y también el bolso que llevo en el hombro. Me paro y, con disimulo, miro de reojo a la vez que me agacho para cogerla en brazos. Se detiene también, es un hombre con deportivas blancas y vaqueros.

Intemperie de Jesús Carrasco

Es un libro de 224 páginas, se lee de un tirón y te atrapa con las vicisitudes que acontecen al protagonista. Un niño acechado por los mil peligros que se va encontrando en su huida para ponerse a salvo de su perseguidor.  Es un relato sobre la supervivencia y la solidaridad.  Una vez leído, se te queda bullendo en la mente. Puede gustar o no, pero no deja indiferente. Un niño y un viejo, las dos etapas más indefensas de la vida, se ven obligados a huir de un mundo gobernado por la violencia en el que son tratados de manera brutal y vejatoria. En su huida por la supervivencia, la naturaleza hostil con la que se encuentran les ofrece una sequía eterna y un sol abrasador. Todo ello hace que tengan que afrontar condiciones difíciles de soportar. En esta novela de ficción, la dura realidad que nos cuenta, aunque el autor no nos indica ni el tiempo ni el lugar, está muy pegada a la realidad del campo rural de la España interior hacia mediados del siglo pasado. Muy acertado el título de I