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Un amor prohibido

Mi pecado lo conoce el mundo entero. ¡Qué le voy a hacer! A mí me gustaba más ella que él, tan peludo y descuidado y siempre pensando en las musarañas. Yo necesitaba algo que me permitiera sentir la fantasía y que me elevara de aquella vida tan rutinaria. Con ella encontré ese punto de evasión que me llevó a una sensualidad sin artificios porque simplemente me alentaba al disfrute en libertad. Andábamos desnudos por aquel jardín al que nos habían invitado a una fiesta cuando nos encontramos por primera vez. Con la piel satinada y las mejillas arreboladas lucía tan hermosa que no pude menos que alargar mi mano para acariciar su rostro. Sonreía ruborizada al sentir el cosquilleo de mis dedos. El embrujo de la mezcla de dulzura y sensualidad hizo brotar en mí la pasión. Cuando me la presentaron fue para decirme que ni se me ocurriera pensar en ella. Para entonces yo ya había hecho un largo recorrido de pícaras miradas e intenciones lujuriosas. Cuando mis labios se acercaron a su pi

Día Internacional de la Poesía

De un amanecer luminoso  Insistentes trinos Soñando me despiertan El sueño de aquel día.  El arroyo cantarín  Conoce mi secreto  Lo susurran los chopos Acariciados por viento.  Espumosa estela de mar  Surca un cielo limpio  Entre ambas orillas  Mi corazón dividido.  Puerta que se abre  Mariposas que la traspasan  Un ocaso tornasolado  Titilar de estrellas lo atrapan.  Nada más hermoso bajo el sol  Que sentir tu cercanía y tu mirada  Tu guiño de complicidad, tu palabra.  © María Pilar

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo

El caso de las joyas robadas

Cardini Spañoleto ̶ su verdadero nombre era Aitor ̶ había llenado el Madison Square Garden precedido por su gran fama de mago ilusionista. Sus trucos tenían magia e inteligencia y engañaba y divertía a la par. Hoy era el gran día de la representación tan anunciada con truco nuevo incluido. Cuando las luces se apagaron y quedaron solo las de emergencia y las que lo enfocaban en el escenario, sintió la atracción de alguien que desde las gradas ejercía una influencia sobre él. Le hacía perder concentración. Era la misma atracción que lo inexplicable de sus actos ilusorios ejercía en las multitudes que lo seguían allá donde se presentaba. Abrió su maletín para que todos comprobasen que estaba vacío y al cerrarlo se encendieron las luces del pabellón. Lo abrió y lo cerró varias veces repitiendo el mismo efecto de luces. Los destellos de las joyas resaltaban la belleza de Nerea sentada como una espectadora más entre las primeras filas del graderío. Su mirada curiosa y expectant

Celos que matan

El hombre que me enamoró era inteligente, apasionado y divertido. Nos conocimos en 5º de Derecho y cuando él encontró un buen trabajo en un bufete de abogados decidimos casarnos. Yo podía quedarme en casa. Al principio todo fue muy bonito, pero poco a poco se fue desmoronando con las broncas que me montaba porque miraba a este o sonreía a aquel... Hasta el día que empezó a golpearme cegado por sus celos irracionales. Hoy, cortando definitivamente todos los hilos de mi destino me ha gritado: ¡En adelante no saldrás de casa, así podré estar tranquilo! En el aire ha quedado el retumbar del portazo habitual. No puedo aguantar más y en mi interior algo se quiebra violentamente. Mi cara se queda desencajada, mis piernas se doblan y todo mi ser es un ovillo. La visión empañada me impide distinguir esa sombra que se me aproxima, oigo su voz queda diciéndome: —Mamá... —Mi niño, pero estás aquí, en mi habitación. —¿Por qué papá es malo? —Papá no es malo, nos quiere mucho. —Tú siempre