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El secreto

Escribir un micro -150 palabras- que empiece: El teléfono comenzó a sonar de madrugada... y que contenga las palabras: maleta, irse pitando, billete y secreto. El teléfono comenzó a sonar de madrugada. Me llegó la voz entrecortada de mi tía. Cuando entró en la habitación me di cuenta de que había llorado. Venía con una maleta. Mientras sacaba ropa del armario dijo que nos teníamos que ir pitando. El tren salía a las 6.45 y necesitaba comprar los billetes. Mi expresión era un interrogante. Ella respondió a mi muda pregunta al contarme que la descarga de una catenaria había lanzado al tío sobre las vías. No pudo seguir porque se rompió en llanto. Lo quería, aunque él, borracho, la maltrataba. No podía entenderlo. Era una mujer pequeña y delicada y yo un chiquillo que no hablaba de puro miedo.  Viajamos hasta la ciudad de la nada donde al enterrarlo creí enterrar su recuerdo. Pero el recuerdo vive. Allá donde vaya, aparece. Me hizo tanto daño que sigo herido buscando el olvido. Ese es mi

Reseña: Ensayo sobre la ceguera

Título: Ensayo sobre la ceguera  Autor: José Saramago (Premio Nobel de Literatura 1998)   Género: Ficción distópica  Editorial: Alfaguara  Año de edición: 1998  Número de páginas: 373  El Ensayo sobre la ceguera de José Saramago es un libro inquietante y doloroso. Parece responder a la famosa pregunta ¿Y si…? El resultado es esta novela que te sumerge en lo más recóndito de la naturaleza humana, donde se encuentran los ideales más nobles y, también, los más miserables y perversos.  Una epidemia de ceguera blanca, de origen desconocido, se expande por la ciudad. Al principio empieza de una manera lenta, como un goteo. Una genialidad de Saramago que hace que vaya calando en el lector y perciba las sensaciones de ansiedad y desorientación de los afectados. Después, la enfermedad se generaliza y el ritmo es ágil.  Tan solo “la mujer del médico”, no se queda ciega a pesar de relacionarse directamente con las personas que padecen la ceguera. Es la protagonista de la historia. Con ella vamos

Intuición lectora

Soy «gamer», los videojuegos me fascinan. Hace un mes, la profe me pilló con la consola y me la quitó. Dijo que para devolvérmela tenía que leer un libro y después contarle la historia. Se titulaba:  Pedida de mano en Nochevieja .  Iba de una familia que celebraba la cena de Nochevieja. Con el papeo y buen vino se les iba soltando la lengua. La joven Nerea era la más excitada, no dejaba de mirarse en el gran espejo del salón y a la vez cuestionaba a su madre con la mirada. Sí, estaba preciosa. Al llegar a los postres se les veía nerviosos. Cuando la tía Alejandra susurraba a los de su alrededor que Nerea se casaba de penalti, apareció él. Y con él llegó el acontecimiento de peso que estaban esperando.  —Hola, Andrew —dijeron todos.  Con aquel sombrero de copa y el abrigo negro hasta los tobillos, me pareció un ser siniestro. Ni para saludar se lo quitó. Ellos no lo tomaron como un gesto de desdén, más bien lo achacaron al aturdimiento momentáneo. A mí no me engañaba, me lo decía mi

No me cuentes cuentos

#CuentosdeNavidad Una mañana de frío invierno, durante el tiempo que tardó en hacer la ronda, el soldado descubrió que la lavandera había desaparecido. Sí, la joven de ojos negros de mirar profundo y pómulos arrebolados. A la que un mechón de pelo se le salía del pañuelo y le caía en un lado de la cara. La que no quería vivir la vida de las princesas de los cuentos porque le gustaba comer las manzanas a mordiscos, dormir a pierna suelta y mirarse cada mañana en el espejo claro de las aguas del río que le susurraban un futuro que ella iría construyendo día a día.  «¡Qué extraño!», pensó el soldado confuso. No podía haberse ido por su propia voluntad porque ella nunca dejaría la ropa allí tirada. El barreño estaba volcado y las prendas recién lavadas se mezclaban entre el barro de la orilla. Dejó la vigilancia a un compañero, bajó corriendo del torreón, cruzó el puente y se acercó al río. Revisó con detenimiento el lugar. Severas arrugas de preocupación le surcaban la frente. Había sid

Desmontando mitos

En una imagen etrusca, el minotauro bebé está en brazos de su madre antes de que el mito lo convirtiera en monstruo.  Pasífae lo acuna en su regazo. Ha terminado de amamantarlo, se ha ajustado la saya para cubrir sus pechos y espera que el niño eructe. Parece querer darle, suavemente, golpecitos en la espalda para ayudarlo, pero la mano se detiene en el aire y le está diciendo adiós. La entrega no le deja pensar. El bebé, mientras, está tranquilo en sus brazos, como nunca más lo estará en su vida. Y, aunque la noche es oscura, no llora. Todavía no.  La madre siente en las losas las pisadas que se acercan. Los hombres de su marido vienen a buscarlo. Por lo demás, el palacio está mudo. Las paredes no opinan. Aunque en el ambiente se respira una gran preocupación. Ocurrirá esa noche. En ese momento. Así lo ha dicho Minos, y así se cumplirá. Madre e hijo, por última vez juntos, bañados en soledad.  Dedos como garras se lo arrancarán de los brazos. Ni las ropas del bebé querrán llevarse. El