Ir al contenido principal

Entradas

Reseña de Rebelión en la granja

Una fábula satírica ingeniosamente construida por George Orwell y publicada en 1945.  Muy polémica en su momento por la crítica que contiene sobre la degeneración del régimen soviético de Stalin, su carácter universal la convierte en una obra imprescindible para comprender la corrupción que engendra el poder absoluto.  En Rebelión en la granja , los animales, hartos de ser explotados, se rebelan contra los humanos y fundan el sistema Animalista, basado en la igualdad y la libertad. Muy pronto los cerdos, encabezados por el tiránico Napoleón, rompen esos principios y de forma totalitaria dirigen el destino de los animales.     La estructura de la novela es cíclica, comienza con el Sr. Jones como tirano de la granja y termina con Napoleón como tirano de la granja, vestido como el Sr. Jones.  En la escena final del libro: “Doce voces gritaban de ira, y todas eran iguales. No había duda de la transformación ocurrida en las caras de los cerdos.  Los animales del exterior miraban de cerdo a

Mujer fenomenal

Las mujeres hermosas se preguntan  dónde radica mi secreto.  No soy linda o nacida  para vestir una talla de modelo.  Mas cuando empiezo a decirlo  todos piensan que miento  y digo:  está en el largo de mis brazos,  en el espacio de mis caderas,  en la cadencia de mi paso,  en la curva de mis labios.  Soy una mujer.  Mujer fenomenal,  esa soy yo.  Ingreso a cualquier ambiente  tan calma como a ti te gusta,  y en cuanto al hombre  los tipos se ponen de pie  o caen de rodillas.  Luego revolotean a mi alrededor,  una colmena de abejas melíferas.  Y digo:  es el fuego de mis ojos,  y el brillo de mis dientes,  el movimiento de mi cadera,  y la alegría de mis pies.  Soy una mujer.  Mujer fenomenal,  esa soy yo.  Los mismos hombres  se preguntan qué ven en mí.  Se esfuerzan mucho  pero no pueden tocar  mi misterio interior.  Cuando intento mostrárselo,  dicen que no logran verlo.  Y digo:  está en la curvatura de mi espalda,  en el sol de mi sonrisa,  en el porte de mis pechos,  en la grac

El fantasma de Julián

El Julián estaba muerto y bien muerto. ¿Qué cómo lo sé?, me pregunta usted, Sr. juez. Llevo años acompañando a D. Gregorio a dar la extremaunción y sé bien si están con los estertores o ya fallecidos. Cuando ya nos íbamos, una de las plañideras me agarró del roquete y me puso un velón encendido en las manos. «Tú aquí, a velar al difunto junto al sarcófago».  Hacía mucho calor en aquella sala llena de gente rezando el rosario. Se respiraba un aire rancio, como si rara vez se ventilase. La penumbra de la luz de las velas resultaba impresionante. El Julián todavía estaba arriba, tendido en la cama, solo. Las campanas tocaban a muerto. De repente, empezaron a oírse unos pasos por el techo. La muerte se enseñoreaba por la casa. Recuerdo muy bien el olor de la cera mezclado con el miedo. Alguien bajaba las escaleras.  Entonces se abrió la puerta de la sala con el crujir de los goznes oxidados y allí estaba el Julián. Sentí que se me erizaban los pelos de la nuca, y un escalofrío me rec

La curva de la tragedia

El móvil comienza a sonar justo cuando el tren va a entrar en la curva maldita, donde hace unos años ocurrió la tragedia. Dicen que los cables de la catenaria siguen contando la historia con un gemido quejumbroso de voces agonizantes.  En ese momento, a los viajeros los estremece una extraña vibración del convoy que pasa a toda máquina por aquel punto negro. Las maletas saltan de los compartimentos y caen al suelo de manera estruendosa, los billetes salen volando y los pasajeros se agarran a los asientos hasta hacerse daño en las manos. Un viento frío los recorre trayendo el olor a sangre y gritos desgarradores. Quieren salir pitando, pero ninguno se atreve a ser el primero. Las imágenes del tren convertido en un amasijo de hierros sanguinolentos sobrevuelan las mentes de todos ellos. Yo estoy de pie entre los raíles. Esperando a ese tren precisamente. La curva es extremadamente peligrosa. El teléfono sigue sonando, ¡maldita sea!, nadie lo coge. Piensan que van a morir ese día, en ese

Rumbo a peor

Giorgi piensa que si algo puede salir mal, saldrá mal, mientras se esfuerza por abrir los ojos. No puede hacerlo. Su rostro está incrustado en el barro. Una sensación de náusea lo ahoga, se traga el vómito del horror que lo golpea. Infinitas agujas le aguijonean el cráneo. Está empapado en sudor, a pesar de saberse expuesto al frío de la intemperie. La oscuridad de la noche, como una boca de lobo, amenaza con engullirlo.   Los prisioneros caminaban con las manos atadas a la espalda, arrastrando los pies embarrados. Vigilados por soldados armados, seguían al sargento que comandaba el pelotón de fusilamiento. En el interior del bosque, al borde de una fosa excavada recientemente, el sargento señaló el lugar del terror.    Giorgi es plenamente consciente de que él no está enterrado en la fosa. La noche, las prisas… ¡¿Qué ocurrió?! Le invade un miedo espantoso que le hace tiritar ante tanto padecimiento. Extraviado oye voces que cree son de su gente. Aguantará hasta que lleguen. Pero la v