El móvil comienza a sonar justo cuando el tren va a entrar en la curva maldita, donde hace unos años ocurrió la tragedia. Dicen que los cables de la catenaria siguen contando la historia con un gemido quejumbroso de voces agonizantes.
En ese momento, a los viajeros los estremece una extraña vibración del convoy que pasa a toda máquina por aquel punto negro. Las maletas saltan de los compartimentos y caen al suelo de manera estruendosa, los billetes salen volando y los pasajeros se agarran a los asientos hasta hacerse daño en las manos. Un viento frío los recorre trayendo el olor a sangre y gritos desgarradores. Quieren salir pitando, pero ninguno se atreve a ser el primero. Las imágenes del tren convertido en un amasijo de hierros sanguinolentos sobrevuelan las mentes de todos ellos. Yo estoy de pie entre los raíles. Esperando a ese tren precisamente. La curva es extremadamente peligrosa. El teléfono sigue sonando, ¡maldita sea!, nadie lo coge. Piensan que van a morir ese día, en ese momento.
Cuando pasan la curva, el teléfono calla. La máquina responde con alegría. El maquinista feliz pita a la salida. Un silbido de tren que marcha ganando terreno. Una rareza que no pase nada, pero yo espero. Mi paciencia es infinita. Los pasajeros recomponen su figura. Y cuando lleguen a la estación cogerán sus maletas y se irán satisfechos a su lugar de destino. Nadie, nunca, comentará la experiencia. Esta permanecerá en el más absoluto de los secretos.
Y quizás algunos ya no se subirán a un tren durante largo tiempo. Quién sabe si queda algo en esos puntos trágicos donde un montón de vidas se apagaron en un momento.
ResponderEliminarUn montón de vidas que no llegaron a su destino. ¿Y si siguen buscándolo? Cuando te preguntas algo así, la imaginación se dispara.
EliminarEsto pasó y no hubo grandes repercusiones.
ResponderEliminarBesos.
Me imagino que aquellos que si o si, tienen que trasladarse en ese medio, a la fecha para ellos solo es una curva más, antes de llegar a destino
ResponderEliminarTal vez con la costumbre sea así, Charly. El día después seguro que no estuvieron tan tranquilos.
EliminarLos muertos de aquel día claman la tragedia.
ResponderEliminarAlgo así pensaba al escribirlo, Tracy.
EliminarRegresa el pánico, el horror y atenaza la razón. Muy bien retransmitido lo he sentido, hasta el escalofrío. Un abrazote
ResponderEliminarGracias, Ester. Un abrazo!
EliminarEs verdad ¿ quién sabe si en esa curva terrible siguen perdidos todos los pasajeros que murieron hace años sin poder llegar a su destino? como la leyenda de la mujer que se aparece en esa curva de no se qué carretera.. Extremecedor relato PILAR.
ResponderEliminarEs la segunda vez que te leo esa palabra que voy a adjudicarte porque nadie más que tú usa, "catenaria" gracias a ti ya no olvidaré jamás lo que es...
Que tu infinita paciencia te dure eternamente y que sigas escribiendo durante todo ese tiempo ; )
Gracias y muchos besos!
¡Hola, María! Esa misma pregunta me hice... ¿Y si siguen en el lugar ecos de lo que allí ocurrió?
EliminarGracias a ti por dejarme tus interesantes reflexiones.
Besos!
Muy bien recreada la tragedia. Por un momento pensé que también los trenes eran capaces de tropezar dos veces en la misma piedra.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Hola, Chema! Se me ocurrió pensar en esa primera vez que el tren empezó a pasar de nuevo por ese lugar. El silencio entre los pasajeros al pasar por esa cura tendría que ser helador.
EliminarUn abrazo!
Algo o mucho queda en lugares donde la muerte ha sido juez y parte de tanto dolor. Todos hemos conocido: casas, calles, paisajes diversos donde han ocurrido hechos violentos. Siempre se siente cargado el ambiente.
ResponderEliminarAbrazos
Estoy de acuerdo contigo, Tatiana. Gracias por comentar. Un abrazo!
EliminarEspeluznante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Sara. Un abrazo!
EliminarQué relato tan estremecedor. Como se dice en el comentario de Cabrónidas, algo tiene que quedar en lugares donde hubo tanto dolor, donde tantas vidas se quedaron interrumpidas. Algo se tiene que sentir al pasar por allí. Yo, desde luego, no querría hacerlo.
ResponderEliminarUn beso.
Es ese algo lo que me ha motivado a escribir el micro. Una cosa es imaginarlo, sentirlo en una situación real, me niego.
EliminarUn beso, Rosa.
Esos lugares terribles que marcan una desgracia nos hace sentirla tan real como si fuese aquel desgraciado momento. Somos especiales y cuando todo pasa también todo se olvida. Un abrazo.
ResponderEliminarMenos mal que con el tiempo se olvida.
EliminarUn abrazo, Mar.
Un corto aterrador...Y la espera del próximo descarrilamiento.
ResponderEliminarLa muerte siempre está al acecho.
EliminarUn saludo, Oswaldo.
Este relato recuerda a un episodio sucedido y tu manera de expresar lo que sucede, da mucha credibilidad, enhorabuena. Un saludo de ANTIGÜEDADES DEL MUNDO.
ResponderEliminarGracias por dejarme tus impresiones, Anticuario.
EliminarMe he visto en ese tren, aterrada y agarrándome fuertemente al asiento. Aplausos Pilar.
ResponderEliminarGracias, Amaia, por dejarme tus sentires.
EliminarUn abrazo.
Me he quedado helada, de verdad. Yo estoy segura que todas esas almas algo vagan por allí. Tremenda tragedia, tremenda experiencia.
ResponderEliminarUn abrazo María 🌹🤗
Una experiencia, Maty, que a mí no me gustaría vivir. Recrearla con la imaginación, sí, pero hasta ahí, nada más.
EliminarUn abrazo!
He pasado varias veces por la curva de Angrois, ese lugar terrible, pero intenté distraerme.
ResponderEliminarMe encanta tu relato, María Pilar.
Un fuerte abrazo
Gracias, Doctor Krapp.
EliminarUn fuerte abrazo!
Acabo de estar en España por 15 días y me tocó tomar tren en Atocha, imposible no acordarse de la tragedia y pensar en todos los que ya no llegaron. Tu relato los ubica en un limbo que los humanos intuímos pero que no queremos ver. Todo es posible... saludos María Pilar y enhorabuena por tu interesante relato.
ResponderEliminarEspero que hayas pasado felices días por España, Ana. ¡Ay!, esos puntos negros, quedan detenidos en el tiempo y, como bien dices, imposible no acordarse de la tragedia que encierran.
EliminarMi abrazo, Ana.
¡Hola, Pilar! Pienso que aquellos lugares en los que la tragedia golpeó con fuerza de alguna manera retienen el dolor de las víctimas del suceso, como si esa energía se adhiriera a la materia. Como el caso del accidente en Angrois. También recuerdo la tragedia de los Alfaques e incluso el 11-M. Ese día a eso de las doce cogí un cercanías en Barcelona, el silencio del vagón era sepulcral, por no hablar de la cara de los pasajeros cuando veíamos a alguien con una mochila.
ResponderEliminarUn fantástico relato en el que muestras esa angustia de los pasajeros al circular por esa curva, ese respiro de alivio por haberla superado, pero ese recuerdo imperecedero de lo que allí sucedió, del día en el que el tren de la vida de muchos se paró para siempre. Un abrazo!
¡Hola, David! Es eso, ese sentimiento que nos llega cuando pasamos por lugares donde la tragedia irrumpió y segó la vida de tanta gente. El tren aporta un plus por ese sentido metafórico que tiene.
EliminarUn abrazo!
Tan misteriosa que todos callan ante el misterio. Muy buena tu recreación de la tragedia de la curva.Un beso mío y otro de Austringiliana.
ResponderEliminarGracias a las dos. Un beso para cada una.
EliminarPilar, te has implicado de tal forma que has conseguido dar un realismo extremo al viaje...Todos hemos contenido la respiración, tratando de pensar que no sucedería otra vez, amiga...Creo, que has captado, como bien dices, lo que nos inspiran ciertos lugares trágicos...Posiblemente hay voces que aún claman, que aún buscan su destino.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo entrañable por ese amor a las letras, que nos inspira a todos, Pilar.
Gracias, Mª Jesús. Un abrazo!
EliminarPilar, lo has bordado de tal forma que me he visto viajando en él. en ese tren, horror!!! me he erizado. Imagino esas almas vagando por la curva de Angrois, espeluznante amiga . Me encanta tu forma de hacer. Feliz tarde de domingo. Un beso
ResponderEliminarGracias, Carmen. Un beso.
EliminarSí se siente el instante que se avecina, el estar en él, el pasar por ese lugar que hace que todo se estremezcle, y se vibre y se contenga el aire y se quiera llegar al final. Un gusto leerte y que las emociones entren el juego. Gracias, abrazo
ResponderEliminarGracias a ti por el interesante comentario que me dejas. Abrazo.
EliminarEl punto aquí, es haberse dado cuenta cuando estamos tan enganchados a los móviles. Me ha gustado mucho. Un saludo!
ResponderEliminarHola, Keren, por eso sonaba el móvil, pero nadie lo cogía. Un aspecto muy importante a tener en cuenta en la sociedad de hoy.
EliminarUn saludo.
¡Qué misterio! Y todavía más misterio guardar la experiencia en secreto, rodeada de una atmósfera tan inquietante.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, M.A., creo que las experiencias más terribles pierden el poder de asustarnos cuando las nombramos en voz alta. Hay personas que prefieren no hablarlo.
EliminarUn abrazo!
Un escalofrío recorre la médula espinal de las vías, María Pilar. Sólo los que estaban absortos en sus móviles no lo notaron.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo :-)
Así es, Miguel.
EliminarUn abrazo!