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Microrrelatos

Medusa inmortal

Sólo sintió su viscosidad cuando se le quedó adherida al pie. La punzada de sus tentáculos le produjo un dolor insoportable. Quedó inoculado con el gen de la inmortalidad de su agresora. La gente enloquecida se lanzó a comer medusas. El gobierno buscó la fórmula para suspender las pensiones.
© María Pilar


La vida de los libros

En cuanto cogía un libro para cumplir con su tarea de ordenar la biblioteca, se le quedaba pegado a las manos y descubría otros mundos más atractivos con los que llenaba la rutina de su vida. Cuando fue despedido, los protagonistas se identificaron con él y abandonaron su habitat en los libros, lo siguieron.
© María Pilar

Ser o no ser


No era consciente de su figura doblegada para poder soportar la carga. El día que logró ver la sombra de su caparazón soplándole en la nuca, comprendió que no merecía la pena seguir con ese lastre. Su cuerpo crujió al cambiar de postura para empezar a ser.
© María Pilar


Tragedia
Ahora, unos pocos llegan al otro lado creyendo alcanzar la tierra prometida. Muchos, agazapados en tierras inhóspitas, esperan la oportunidad de la vida, bastantes se pierden por la traicionera ruta hacia la libertad y cada vez son más los que engrosan los diques del cementerio del mar con tumbas sin nombre. Una tragedia sin final.
© María Pilar


Superación

Ahora se negaba a mirar la silueta de su sombra que siempre pegada a su imagen le recordaba su pasado. Ella ahora era una preciosa mariposa. Sus maravillosas alas así lo confirmaban y sus colores, con el brillo de polvo dorado, le aportaban un toque de distinción y belleza. Merecía la pena su relato si lograba un buen final.
© María Pilar


Caja de pinturas
El aire del pueblo se impregnaba de la alegre sensación de principios de curso, de lápices recién afilados y zapatos nuevos, de olor a infancia, a los recuerdos bien arraigados de entonces.
Era mi primera caja de pinturas para mí sola, con todas nuevas, de igual tamaño, sin estrenar. Una colorida caja de cartón donde se veía, por un rectángulo abierto, las diferentes tonalidades de madera pulida, brillantes y agradable al tacto. Su olor característico me envolvía. Me gustaban tanto que no las quería usar para que no se gastasen, pero las ponía encima de mi pupitre; así las otras niñas las podían ver y admirar.
© María Pilar

Comentarios

  1. Tenían un olor característico como la goma de borrar, esos aromas que recuerdan la infancia :)

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  2. Gema, pero ¡qué alegría! ¡No me lo puedo creer! Me has emocionado.

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Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific

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