Una y otra vez la mirada de mis historias se proyecta desde la memoria y desde la imaginación. Una mezcla de las dos. Una y otra vez Villamediana es el motivo de muchos de mis relatos, siempre distintos. Ese lugar donde nací, ya no existe. No al menos como está en mis recuerdos.
Sigue siendo un pueblo rural, pero en él entraron de lleno los tractores, las cosechadoras, la modernidad. Hoy es un pueblo bello y atractivo. Está lleno de luz, flores, aire sano y tranquilidad de vida. Tiene modernas casas que se eligen como residencia o para pasar las vacaciones.
Me he quedado sin pueblo. Un pueblo en blanco y negro, sin aceras y con barro en las calles, era el territorio en el que viví de niña. Puedo cerrar los ojos y recorrer las callejuelas, ver sus casas recias, respirar sus olores: el de la leña ardiendo en la chimenea o el del pan crujiente recién hecho. Oír las voces de los mayores hablando con misterio, contando historias trágicas de la vida y de la muerte. Sentir miedos atávicos y terrores nocturnos. Son fragmentos de historias mezclados con recuerdos. Ya sabemos que la memoria hace trampas, te trae aquello que le interesa, aquello que, por lo que significó en su momento, se quedó en la mente y de pronto brota.
El pueblo de mis orígenes, con su triste paisaje y su oscuro paisanaje, se ha convertido en especial. Tal vez se trate de un empeño inconsciente porque permanezca en la memoria y no muera del todo o, quizá, nostalgia de la niña que se fue del lugar. Una nostalgia práctica en todo caso, puesto que se circunscribe únicamente al mundo de la escritura a la que aporta emotividad. De una u otra manera, es un territorio imaginario lleno de referentes que me facilitan recursos para construir un relato.
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