Casandra vaticinó los terribles sucesos que iban a ocurrir, el día y la hora. Destacó la peligrosidad del agua. No la creyeron. Es más, la encerraron por exagerada y loca. Ella gritó todo lo que pudo para hacerse oír a través de los muros de la mazmorra. Para entonces, ya todos le habían dado la espalda y seguían con su vida cotidiana sin temor a la tragedia que proclamaba.
Y la tragedia nos atrapó en nuestro sueño. Después, la misma naturaleza lo envolvió todo en barro para no dejar al descubierto rostros queridos que quedaron fijos para siempre. Yo, aunque doblegada, me mantengo en pie. ¡Como si el destino me hubiera elegido para ser testigo de este mar de caos y muerte! Pero con los pies en el fango, siento cómo cruje en algún punto mi columna. No, no podré sostenerme durante mucho tiempo. La única certeza que tengo es que pronto voy a morir. Todo comienza a extinguirse. Todo menos ese zumbido de las moscas verdes.
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