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Viaje a la infancia

 Bajo a la playa. Extiendo la toalla en la arena, me quito las chanclas y busco en el bolso el libro para leer. El sonido de las olas festonean de espuma la orilla. Cierro el libro y lo dejo a un lado. Muy cerca, una niña coge la mano de su padre y se queda pegada a él sin dar un paso. Tiene miedo a los bichos. Son algas que cubren una franja cercana al agua dejando un olor característico; con el movimiento del mar al romper en la playa, parecen cobrar vida propia.     — ¿Y si me pican?  El padre se gira para señalarle el puesto de los socorristas que lo curan todo.  No parece convencida.  Entonces él la levanta en volandas y se la coloca en los hombros.  La niña celebra a gritos lo fuerte que es su padre. Y quién no, teniendo un superhéroe para sobrevolar todos los peligros. Alcanzan el agua y las voces y risas de los dos al saltar las olas me llegan mezcladas con el olor a mar. Un olor sutil y agradable asociado a hermosos recuerdos de días de s...

La voz de la memoria —Felipe—

   Hay personas que se convierten en personajes al dejar tras ellos una historia que abarca a todo un pueblo. La historia de Felipe es la de la voz de la memoria. Un repertorio de versos que aprendió de joven y no olvidará nunca. A través de sus palabras, la tradición se perpetúa cada año en la celebración de la fiesta de Santo Tomás de Aquino, en Villamediana. En la iglesia, frente al altar del santo, con la seguridad que le da su prodigiosa memoria, Felipe proyecta la voz de manera fluida, sin titubeos. Por momentos, la emoción pende en la lágrima que brilla en el borde del párpado, sin llegar a caer, porque sabe el significado profundo que encierra cada palabra. No son simples versos, se necesitan cinco o seis páginas para escribirlos. Las sostiene enrolladas en la mano derecha, la que dirige al santo para enfatizar, y es al que mira en todo momento porque es con el que conversa. Los demás somos invitados, emocionados y agradecidos. A Felipe se le ve profundamente concen...

La niebla

  Tras la ventana  Con su velo blanquecino  La neblina difumina la ciudad.  Intenta borrar el ayer  Hermoso, lleno de vida, y color.  La mirada busca más allá  Alguna luz que la oriente.  Se encuentra huérfana  Ante el silencio sordo  En el que naufraga.

Eterna sombra - Miguel Hernández.

Yo que creí que la luz era mía.  Precipitado en la sombra me veo. Ascua solar, sideral alegría,  ígnea, de espuma, de luz, de deseo.  Falta el espacio. Se ha hundido la risa.  Ya no es posible lanzarse a la altura.  El corazón quiere ser más de prisa,  fuerza que ensancha la estrecha negrura.  Turbia es la lucha sin sed de mañana.  ¡Qué lejanía de opacos latidos!  Soy una cárcel con una ventana,  ante una gran soledad de rugidos.  Soy una abierta ventana que escucha.  Por donde va tenebrosa la vida.  Pero hay un rayo de sol en la lucha,  que siempre deja la sombra vencida.

Mi planta naranja lima - Reseña

Autor: José Mauro de Vasconcelos  Género: Literatura Juvenil/Latinoamericana. Editorial: El Ateneo (2019).  Número de páginas: 220  Idioma: Español  Ella me miró bastante y sus ojos parecían grandes y negros porque los anteojos eran muy gruesos. Lo gracioso es que tenía bigotes de hombre. Por eso seguramente era la directora.   —¿No es muy pequeño el niño?   —Es muy delgadito para la edad. Pero ya sabe leer.  —¿Qué edad tienes, niño?  —El día 26 de febrero cumplí seis años, sí, señora.  —Muy bien. Vamos a hacer la ficha. Primero, los datos familiares.  Gloria dio el nombre de papá. Cuando tuvo que dar el de mamá, ella dijo solamente: Estefanía de Vasconcelos. Yo no aguanté y solté mi corrección.  —Estefanía Pinagé de Vasconcelos.  —¿Cómo?  Gloria se puso un poco colorada.  —Es Pinagé. Mamá es hija de indios.  Me puse todo orgulloso porque yo debía ser el único que tenía nombre de indio en esa escuela....