Ir al contenido principal

Homenaje a una Gran Mujer


MADRE
Llegó el momento esperado y temido
Me negué a salir
El vértigo al vacío me ahogaba
Se adueñaron de mí
Los primeros azotes
Mis primeras lágrimas
Me pusieron en tus brazos
No podía verte
No sabía de palabras
Dulce palpitar conocido
Me llamó, me llamaba
Tu olor me acogió
Un parpadeo de fragancia
Y me hicieron de abrigo
Tus manos tan cálidas
Me acurrucaste en tu pecho
Me cantaste una nana
Se aunaron nuestros ritmos
La paz frente a la batalla
Agarré tu dedo, mi mástil
Y tu cuerpo de madre, mi ancla.


Uno de los visillos del amplio ventanal de la cocina estaba recogido, allí estaba ella; nos miró, nos saludó con una sonrisa y siguió con su faena entre pucheros para tenerlo todo a punto a la hora de la comida. Ese flash de su rostro agradable, cargado de experiencia, con su expresión sonriente y jovial, ha quedado grabado en mi memoria. Muy buena cocinera y excelente ama de casa, en ese momento parecía solamente preocupada porque lo que estaba haciendo le saliera exquisito, para que nos sintiéramos a gusto, como siempre; minimizando su valía personal.

El llegar al pueblo, a casa, era encontrarnos con ella, con su acogida, su preocupación por todo lo nuestro, sus cocidos calientes y una cama siempre dispuesta en la que descansar. Crecimos, nos casamos y tuvimos nuestros propios hijos, pero ella permanecía inmutable; egoístamente asumimos que siempre iba a ser así y no supimos ver cuando empezó su cansancio.

A ratos cierro los ojos y creo verla ahí mismo, silenciosa, pero viva. El cabello ralo, castaño, frente despejada, rostro agradable, con la piel suave sin manchas ni arrugas; ojos color avellana. Con el mirar de las personas que están acostumbradas a ver mucho y callar bastante; el cuerpo un poco pesado sostenido por piernas fuertes, a veces cansadas. Aspecto de ama de casa, de esas súpermujeres que llevan consigo una sencillez que desarma, una sabiduría que les viene de su gran inteligencia puesta al servicio de resolver preocupaciones y de lleva a cabo trabajos sin descanso para conseguir sus metas, aunque estas se queden en el ámbito de la casa.

Comentarios

  1. Destacar una sola cosa sería injusto, pero al mencionar su afán por culminar con exquisito éxito su labor culinaria me ha venido a mi mente un plato de albóndigas en salsa, pues sigue habiendo estupendas albóndigas heredaras, pero el origen es el que es.

    Y tras la comida y el trasiego de la sobremesa recuerdo como se hacía el silencio, y como de niño observaba su sueño, que apenas vislumbraba mientras permanecía sentada.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué recuerdos más emotivos tienes! me encantan las aportaciones que haces a mis entradas y me haces reflexionar porque tirando del hilo lo enriqueces con una visión nueva y complementaria.¿Con las aportaciones de todos podríamos llegar a tener su perfil completo?

    ResponderEliminar
  3. Un precioso aporte para esta palabra tan grande "MADRE". La has honrado con creces, María Pilar.
    Tus versos son bellos y emotivos y la historia que nos cuentas a continuación es el reflejo de ese instinto que tenemos las madres, de estar omnipresentes en cualquier momento o situación por la que atraviesan nuestros hijos, a pesar de verlos volar y realizarse, siempre estaremos a su lado.
    Un abrazo enorme.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tus bellas palabras Sindel. Mis palabras quedan cortas para la palabra MADRE que nos has propuesto, pero entre todos veo que está saliendo un ramillete precioso.
      Inmenso abrazo.

      Eliminar
  4. Precioso homenaje a la madre.

    Un beso dulce de seda

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Una alegría verte por aquí Maria.
      Un beso también para ti.

      Eliminar
  5. La mía también fue una especie de supermujer hasta el final.
    Me has conmovido...
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por decírmelo, lo escribí emocionada pensando en ella.
      Abrazo :)

      Eliminar
  6. Mi niña, me has hecho llorar, tus letras, me han llegado al alma.
    ¡Yo que siempre le escribo a la mía! ¡Yo que siempre la llevo viva en mi entraña!
    Hoy, al leerte, la he sentido tan cerca, que casi volví a ver su linda cara.
    Con los años los rasgos se difuminan, se pierden los contornos, el brillo de sus ojos cuando complacida me miraba, pero hoy la sentí tan cerca, que hasta he notado el calor de su abrazo en mi cara.
    Te dejo mis cariños junto con un abrazo muy especial.
    kasioles

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mis cariños junto a los tuyos kasioles reforzando esos recuerdos de las maravillosas madres que hemos tenido. Nadie se va del todo mientras permanezcan en nuestra memoria y las nuestras están arropándonos.
      Besos :)

      Eliminar
  7. Tanto el poema como la prosa expresan admiración por la madre, con mucho sentimiento.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es Fanny tal cual lo has escrito. Fue la persona más grande, más cercana y que más me ha querido en la vida. Nunca recibió ni unas migajas en comparación a lo que dio, pero era feliz viéndonos felices a nosotros.
      Abrazo

      Eliminar
  8. Tan intenso y líviano como ella, dulce y fuerte, dispuesto para proseguir visualizando mientras el corazón sigue unido al ella.

    Besos muy fueres,

    tRamos

    ResponderEliminar
  9. Y prosigo visualizando llena de aromas e imágenes tú /mi historia. ..

    Besos inmensos
    tRamos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Seguimos a través del tiempo, porque su imagen está ahí acogedora y cálida, en aromas, colores, lugares...todo es cómplice y hace extensible su recuerdo.
      Besos emocionados.

      Eliminar
  10. Bello aporte y un homenaje precioso.
    Saludos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Musa por ese tiempo que dedicas a leerme y por dejarme tus palabras.
      Cariñoso abrazo :)

      Eliminar

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —gritó Aur

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso