Ir al contenido principal

Cómo cuidamos a nuestros mayores

En mi sueño volvía ensimismada del trabajo dejando que el sol de poniente me contagiara con su brillo. De repente se coló una casa solariega que había visto en una revista a la que habían premiado por su rehabilitación. Era el portal número 13 de la calle de las Angustias. ¿Qué hacía ese grupo de personas arremolinadas ante la casa? Me acerqué picada por la curiosidad y de súbito lo vi. Era un pie lo que provocó mi inquietud, el resto del cuerpo permanecía cubierto por una manta. Un pie descalzo, cansado de las muchas caminatas que había dado en la vida, marcado por las durezas a las que había hecho frente en la vida y al final, envejecido.

Enseguida aparté la vista. Fue un flash, un segundo que se quedó colgado en mi mente creándome un gran desasosiego. Ese pie desnudo, que en la caída en vertical de su dueño había perdido su zapatilla se liberaba del silencio al que seguramente durante largo tiempo había estado sometido.

En el grupo de personas la muerte había impuesto su silencio. A veces se oía algún murmullo sin dirigirse a nadie en concreto: “Pero, ¡cómo es posible! Si la casa lleva cerrada más de quince años”. “La hija se lo llevó con ella a la capital”

¿Y la zapatilla? Tal vez en un momento dado alguien se encuentre con ella. Pocas cosas hay tan inquietantes como encontrarse una zapatilla usada. Como esos zapatos usados que jalonan la orilla del Danubio. Cientos de judíos húngaros los dejaron en la orilla del río antes de que se les disparara un tiro en la nuca y fueran arrojados al agua.

Empecé a dar vueltas por un terreno escurridizo para encontrarla. De haberlo conseguido, se la hubiera puesto para cubrir esa desnudez que gritaba al mundo su soledad y así, hubiera metido ese pie en su propio ataúd para acallar tanta miseria y abandono al que sometemos a nuestros mayores.

O tal vez no.

Tal vez sea mejor que la terrible realidad se manifieste al igual que la proclaman esos zapatos usados al lado del Danubio ante los que guardamos un silencio vergonzante. La zapatilla fuera de su pie no solo nos haría sentir culpables si no que también nos avisaría de la triste soledad que nos espera.

Safe Creative #1903010110372

Comentarios

  1. menos mal era un sueño,abrazos

    ResponderEliminar
  2. Genial relato, Pilar!!
    Y con un contenido y mensaje social acertadísimo!!
    Siempre un gusto leerte!!
    Cariños!
    Lau.

    ResponderEliminar
  3. Uy un reltato muy bien hecho aunque fuerte y con clímax bien llevado te mando un beso y te me cuidas

    ResponderEliminar
  4. La soledad y el abandono del los mayores... como duele, "se liberaba del silencio al que durante tanto tiempo había estado sometido", tus letras como siempre reflejan el alma, un abrazo enorme y todo mi cariño

    ResponderEliminar
  5. Tu relato estremece. Gracias. Besicos.

    ResponderEliminar
  6. Un sueño, o una pesadilla. Los viejitos ya no tenemos lugar, somos mayores oara estar solos y muy mayores para estar fuera de lugar. Un abrazo escritora

    ResponderEliminar
  7. Sueño o ficción, ahí hay algo más que un relato, una buena reflexión. Me quedo con ella María Pilar, un saludo.

    ResponderEliminar
  8. La soledad de los seres inservibles para la sociedad queda muy bien reflejada en tu relato que es como un grito al que no responde el eco.

    Un cariñoso abrazo.

    ResponderEliminar
  9. A pesar de ser un sueño, el frío me ha calado hasta los huesos, qué dura vida esta en la que al crecer perdemos todo aquello que sembramos.
    Un beso

    ResponderEliminar
  10. Etapa que puede ser durisima, lastima que los seres no comprendan que siempre, pero siempre se llega a ella, y, saberla respetar inhunda bondad.

    Cariños

    ResponderEliminar
  11. Ni siquiera nos damos cuenta de que, si las cosas van bien, esa es nuestra meta.

    ResponderEliminar
  12. Un relato estremecedor... Pleno de angustia... Y lo peor es que no es un sueño...

    Un abrazo, amiga

    ResponderEliminar
  13. Tu relato me ha llegado muy al alma, porque he visto mil veces ese sindiós de abandonar personas al olvido de la muerte en vida y la soledad en sus últimos días..Gran texto este +maría Pilar..Saludos

    ResponderEliminar
  14. Tienes unos sueños, querida PIlar, que hacen estremecer a uno. Aunque no has contestado a mi correo, porque estaba pidiendo a gritos tus sueños para mi "Curiosón", te sigo y te disfruto a veces por aquí mismo. Un besote, guapa y felices sueños para 2015.

    ResponderEliminar
  15. Hola, María Pilar.

    Un relato que te pone los pelos de punta porque es algo temendo que se sigue haciendo con tantas personas.
    Eres un cielo de escritora.
    Un abrazo gigantesco.

    ResponderEliminar
  16. Demasiados crespones en el alma de un pobre anciano. Demasiados muertos destinados al olvido. He recordado el siguiente epitafio: “En nada creo. Nada temo. Soy libre.” Lo escribió Kazantzakis e hizo que se lo pusieran en su tumba, porque en un sepulcro no caben decepciones ni mentiras.
    Un abrazo, María Pilar.

    ResponderEliminar
  17. La miseria, la soledad y el abandono no convocan a la gente. Tiene que ser la muerte, cuando ya no sirve para nada.
    Un abrazo, María Pilar.

    ResponderEliminar
  18. Hola Pilar, un sueño muy bien escrito. Pura realidad de que la sociedad apartamos, aislamos a nuestros mayores condenandolos a la soledad más deshumanizada en donde sólo nos damos cuenta cuando han muerto solos y sus cadáveres nos avisan de que existieron pero no los vimos.
    Muy buena tu denuncia.
    Saludos y abrazos

    ResponderEliminar
  19. Gracias a tod@s por vuestro valiosísimos comentarios. Espero que paséis un agradable día de Reyes. Con todo mi cariño María Pilar.

    ResponderEliminar
  20. Genial Maria Pilar... muy bueno.
    Te deseo un buen año.
    Abrazos
    Carlos

    ResponderEliminar
  21. Pilar, gracias por tus palabras y tus buenos deseos, amiga...Regreso de nuevo con vosotros y me encuentro con este sueño y esa casa vacía y abandonada...Sus dueños,quizá olvidados por la familia y la sociedad...Como siempre nos haces reflexionar y profundizar en nuestra realidad...Mi felicitación por tus letras y tu cercanía siempre entrañable...Mi abrazo y mi cariño, Pilar.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
  22. A veces soñamos temas que nos preocupan. Y sí, es como si las casas tuviesen memoria.
    La soledad del anciano es imparable. Pero unos la sufren con demasida dureza y la muerte parace una liberación por desgracia.
    Besarkada handi bat polita.

    ResponderEliminar
  23. Muchas veces no nos damos cuenta, lo vemos todo tan lejano....
    Pero nuestros hijos no suelen aprender, sólo imitan y, de lo que hagamos nosotros con nuestros mayores, así harán ellos con nosotros.
    Tu relato invita a reflexionar largamente sobre ello.
    Cariños en abrazos.
    kasioles

    ResponderEliminar
  24. Inquietante. Es frecuente que los sueños posean un pasado o un futuro. ¿Premoniciones? ¿Vivencias? No es fácil de explicar pero componentes fantásticos poseen. Una percepción extrasensorial nos invade cuando soñamos y en este relato, María Pilar, nos muestras la realidad de la ficción, lo que la mente, en reposo, es capaz de recordar o relacionar. Siempre nos quedaremos con la duda de la irrealidad. Un relato tan sorprendente como turbador.

    Un cariñoso abrazo, querida María Pilar.

    ResponderEliminar
  25. Excelente realidad llevada a un sueño, tu pluma es muy ágil y entrelaza los sentimientos con los hechos, mi enhorabuena por llevarme en tus palabras al encuentro de tantos mensajes,


    Besos muy cariñosos

    tRamos

    ResponderEliminar
  26. Ese pie es un grito de angustia.
    Una pincelada de locura que desborda el subconsciente.
    Me fascina.

    ResponderEliminar
  27. Soberbio relato. Tienes un estilo escribiendo muy bueno, de primera. Te felicito.

    Un abrazo, y gracias por tu comentario en mi poema a nuestra común amiga Mª Jesús :)

    ResponderEliminar
  28. Escribes muy bien, siempre logras que formemos parte del relato. Hoy me quedó un sabor agridulce porque en ocasiones no conocemos ni al vecino de al lado...
    De todas formas, y a pesar de no ser políticamente correcta, a veces esa soledad se la han buscado: para recoger hay que sembrar y no por ser anciano te conviertes en buena persona.
    Un saludo afectuoso

    ResponderEliminar
  29. Envolvente y desgarrador. Un Relato lleno de incertidumbre como la misma consciencia que, a veces, es incapaz de discernir entre la Ficción y la Realidad.
    Me ha encantado.
    Abrazos y Besines.

    ResponderEliminar
  30. Por fortuna, ese pie logró expresar en su gesto vano el silencio que se impuso a la boca. Triste final de muchos ancianos abandonados por la familia y el Estado. Conmovedora y emotiva tu historia, María. Gracias por tan bellas letras. Un abrazo

    ResponderEliminar
  31. Yo me voy a salir de lo normal ya que el tema vacío interpetrado y crítico dos por otros con unos conocimientos en el tema que la hacen real y otros no,yo entiendo es que sigue viva en sus diferentes variantes y mantenerla viva solamente tiene un lugar histórico como ya conosemos,se hace realidad porque no podemos dejar morir una historia que hemos vivido por toda una vida tiene que tener su proposito!
    Chago Viguie

    ResponderEliminar
  32. Solo reaccionamos ante la muerte y su cruda desnudez.
    Besos.

    ResponderEliminar
  33. Un relato que sacude conciencias y nos recuerda demasiados sucesos de la vida real que ponen de manifiesto lo poco que esta sociedad se ocupa de nuestros mayores, lo egoistas que llegamos a ser con quienes estaban dispuestos a cualquier cosa por nosotros.

    Triste y desasosegante, pero creo que necesario tu relato, María Pilar. De hecho yo tengo a medio terminar uno que trata la misma temática. Muy bueno, me ha gustado mucho.

    ¡Un beso!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —gritó Aur

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso