El pequeño David clava los ojos en el techo con desasosiego. Cada vez soporta menos estas broncas constantes que le llegan por las noches de la habitación de sus padres. Sabe que están nerviosos y cuando la gente está nerviosa grita y dice cosas raras. Cosas que a él le producen angustia.
El espejo de su cuarto le devuelve la imagen de un niño pálido, asustado. Con los dedos se pellizca las mejillas, pero no consigue enrojecerlas. Está cabreado con sus padres, también consigo mismo. Para ellos es un cero a la izquierda. Él se siente una mierda. Porque si fuera valiente subiría y les diría cuatro cosas bien dichas. Para que aprendiesen. Pero sigue apalancado al lado de su cama, mirando al techo, como si pudiera traspasarlo y atisbar lo que sucede arriba. Con lo que escucha hace su composición del lugar. Ahora, llevan unos minutos en silencio.
Mamá empieza, otra vez, con su voz compungida, y acusatoria: «Revolviendo en mi armario he encontrado una caja con las notas que me dejabas cada día. “Sueño contigo. Hoy voy a hacerte feliz. Siempre pienso en ti”. No sucedió. Lo de hacernos felices no ocurrió. ¿Dónde se nos perdió? Nuestra convivencia se fue encrespando como una gata furiosa. Nunca te has implicado en las rutinas diarias de lo que supone formar una familia. Así, pronto envejeció nuestro amor tan mal amado. Qué pena no decirnos un te quiero con la misma pasión con la que nos llevamos la contraria. Prefieres que seamos dos extraños bien sincronizados. Cenar juntos, salir con amigos como una pareja más, pero luego, ni mirarnos a los ojos cuando nos hablamos».
«¡Solo te he dicho que necesito espacio!», retumba la voz grave de papá en el silencio de la noche.
«No me vengas ahora con: “Necesito espacio”. Una estupidez como tantas de las tuyas. ¿Por qué no llamas a las cosas por su nombre? ¡Ah!, ya; que vienes de un mundo donde las verdades no se dicen de frente. Esos son los muros invisibles que nos separan, las cosas que nos hemos silenciado. Siempre te impresionó mi franqueza, ¿recuerdas? De hecho, fue lo que te enamoró de mí, ¿no? Al menos, eso decías. Claro que a estas alturas, con el arsenal de desilusiones acumuladas a lo largo de los años de convivencia contigo, ya no sé qué pensar».
Han vuelto a parar. Pasan los minutos sin que ocurra nada. Como diré yo cuando me pregunte la profesora: “No me ocurre nada”.
Nunca pasa nada hasta que ya es demasiado tarde.
ResponderEliminarUn abrazo.
Así es, Alfred, y más tratándose de niños.
EliminarUn abrazo
Costumbrista?? las discusiones me ponen nerviosa, no importa que sean a traves de una pared, en otra casa, no me gustan porque no puedo poner paz.
ResponderEliminarAsí que leo desde fuera sin implicarme y disfruto tu táctica, tu técnica y luego llega el final y me nacen sonrisas. Unos abrazucos
Por cierto ya tengo la capa se superheroína en el lateral de mi blog
ResponderEliminarVaya capa más ingeniosa. Me la he traído aquí.
EliminarAbrazo inmenso.
Difícil papeleta para la profesora, porque a quienes debería contarles que el niño tiene un problema son el problema.
ResponderEliminarBuen relato, María Pilar.
Un abrazo.
Gracias, Chema.
Eliminar¡Feliz verano!
Es un genial relato que nos habla de una triste realidad , Los traumas y los miedos nos afectan aunque lo neguemos.
ResponderEliminarA veces lo que más nos duele es lo que más queremos ocultar.
EliminarTe mando un beso, Citu.
Buen texto, por el contenido por la forma de narrarlo pero es demasiado real y me duele. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Chelo, por pasrte por aquí y dejarme tus impresiones. Un abrazo.
EliminarHola de nuevo, gracias por pasarte por el blog comunitario "Leo y Escribo Poesía" es un blog recién abierto con poco seguidores y menos comentaristas, por eso gracias de nuevo.
EliminarMi blogs de siempre son "Pasatiempo" ( en el que publico generalidades) y "Ángulos" (en el que hablo de mi faceta como poeta) . Un abrazo .
Las cosas que pasan denttro de casa... Qué difícil que salgan :(
ResponderEliminarUn saludín.
Así es, Xurxo.
EliminarUn saludo!
quien ni lo dijo alguna vez Dame un poco de tiempo para estar a solas
ResponderEliminarGracias, Recomenzar.
EliminarUn saludo!
En esos casos, mejor es un buen divorcio que una mala compañía.
ResponderEliminarSi cada uno de los padres es feliz por separado, el niño lo será también;
pero definitivamente en un clima de discordia y peleas continuas o silencios violentos, no podrá crecer bien, seguro, amado y ni tranquilo.
Besos, María Pilar
Hola, Myriam, eso es lo que se debiera hacer, pero cuántas veces no se hace y el niño crece en ese clima de discordia y peleas.
EliminarBesos.
Ay María Pilar, que historia que se repite y nunca los mayores piensan en el niño que crece en ese ambiente.
ResponderEliminarMuy bueno por su realidad.
mariarosa
Mind blowing post
ResponderEliminarCierto como la vida misma. Los niños son los últimos "en enterarse lo que pasa entre sus padres". Bueno, ellos lo viven desde el principio ya que no son ciegos, ni sordos e intuyen muchas cosas. Ahora, son los últimos en recibir una explicación de sus padres Ellos perdidos en su fracaso mal entendido y sus hijos suplicando que cuenten con ellos.
ResponderEliminarTema duro y muy actual. Buen relato.
Saludos
Gracias, Jose.
EliminarSaludos!
Una mujer realmente terrible, porque no le da espacio y todo se acaba de una buena vez. A veces asfixiamos a las personas que amamos, hay que dejarlos respirar, uno se aleja un poquito y el amor como que crece en esas ausencias.
ResponderEliminarAsí es, Jose. Gracias por pasarte y comentar.
EliminarSaludos.
Muy buen relato. Los que sufren mas las discusiones de los matrimonios son los hijos. Saludos y buen fin de semana.
ResponderEliminarGracias, Federico.
EliminarBuen finde!
Cuando el implicado dice no tener un problema, pero a la vez su cara dice lo contrario, es que hay un problema de órdago.
ResponderEliminarAsí lo creo yo también.
Eliminar¡Buen finde!
Maravilloso, María Pilar.
ResponderEliminarUna gran realidad puesta en boca de uno de los más afectados por ella. De forma pasiva, los niños sufren todas nuestras discusiones y no nos damos cuenta de que les traspasamos nuestros problemas.
¡Ese «No me ocurre nada» dice tanto de lo que le pasa!
Felicidades. Emotivo y para invitarnos a reflexionar.
Un Abrazo.
Gracias, Jose, por ese comentario tan emotivo.
EliminarUn abrazo.
La cara es el espejo del alma, muchas más que las palabras sobre todo en situaciones de verdadera crisis. Felicidades por tu trabajo! Saludos!
ResponderEliminarGracias, Jose, por pasarte por aquí y dejarme tus impresiones.
Eliminar¡Saludos!
Uf, me llegó hondo porque cuando era niña, ésa fue mi experiencia con mis papás y la verdad que uno la pasa muy mal. Un relato muy bien escrito que sirve para reflexionar. Saludos.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Ana, por pasarte y dejarme tus impresiones.
EliminarCariñoso saludo.
Qué bonito María Pilar y narrado con mucha delicadeza, aunque eso sí, el final es demoledor, esas palabras son muy duras cuando se sabe que son mentiras. Gran relato.
ResponderEliminarUn abrazo. 😊
Gracias, Merche, encantada de que te haya gustado.
EliminarUn abrazo!
Lo malo no es que el diga que no le ocurre nada, sino que el resto se lo crea. A veces no nos damos cuenta de lo que afecta a los peques una situación como esta. El amor se desgasta con la monotonía y nos convertimos en compañeros de piso. La desilusión y la decepción son malas compañeras de la maternidad.
ResponderEliminarMe ha gustado el texto.
Gracias, desconodio/a, por dejarme tus sinceras impresiones sobre el tema. (Si un día me pones tu nombre podré dirigirme a ti personalmente)
EliminarMi cariñoso saludo.
Esto da miedo. Sí, de tan real que a cualquiera puede sucederle. De hecho, tristemente es así. Fuerte la última conversación, pinta un panorama tan desolador como común.
ResponderEliminarEstupenda tu narración, María. Un abrazo grande.
Hola, Maty, gracias por dejarme tus impresiones.
EliminarUn gran abrazo!
Fantástico relato, María Pilar, has descrito una de las tantas realidades que se viven en hogares, y lo más triste, quiénes pagan las consecuencias suelen ser los hijos. Nos haces ver nítidamente ese entorno del matrimonio donde las mentiras son el caldo de cultivo entre ambos, y luego muestras a ese niño que también, a su profesora le dice "no pasa nada", y ahí está el miedo, el aislamiento del pequeño y, posiblemente si no reacciona a tiempo, de mayor sufrirá otras consecuencias más graves.
ResponderEliminarY ahora me viene una pregunta interna; Cuando ese niño de mayor haga algo indebido a causa de su infancia, quién será el que sufra? A quién se castigará según la ley ética... Intimista y reflexivo.
Genial...
Un abrazo:)
Hola, MIla, qué razón tienes y sí, yo también me pregunto por las nefastas consecuencias que pueden tener esas conductas en el crecimiento y desarrollo del ñiño.
EliminarUn abrazo!
Aplausos María Pilar.
ResponderEliminarPobre niño, escuchando todo, sintiendo en lo más hondo de su Alma lo que le dejará herido...
Y esa frase del final, genial.
Me ha encantado. Abrazo grande
Una realidad tan cotidiana plasmada con mucha claridad, esos oídos que oyen y esos seres que quieren desconocer lo que pasa, y no toman decisiones más acertadas de acuerdo a la situación. Pobres los
ResponderEliminarniños no preparados para enfrentarlas y muchas veces sintiéndose culpables de lo que sucede. Abrazo grande, un gusto leerte.
Hola, María Pilar.
ResponderEliminar¿Cuántas historias hay por ahí de niños a los que "no les ocurre nada" como al de este relato? ¿Cómo pueden llevar una vida pareja a otros que están rodeados de normalidad en sus casas? Un relato muy bien trazado.
Un fuerte abrazo :-)