Ir al contenido principal

Cómo aprendí a andar en bici

En días de tiempo sin tiempo por la pandemia, recojo la alegría y el bullicio de otros momentos inmensos. Son bonitos recuerdos de una época que dibuja sonrisas, mientras tejíamos sueños. Yo era una niña y, en aquella sociedad rural a la que pertenecía, se esperaba que me comportase como tal con mis zapatitos nuevos y vestido de domingo. ¿De dónde me venía la fuerza para saltarme las normas con el riesgo de acarrear consecuencias? Era así, rebelde sin causa y no me arrepiento. No eran hazañas que quedaran reseñadas en las crónicas del pueblo. De todas formas, me encanta esa niña traviesa de siete años, sin ella no hubiera llegado a la mujer que soy hoy.   

Ahora recuerdo con una mezcla de asombro y melancolía mi primer paseo en bici. Era un día de verano muy soleado. Mi primo, tres años mayor que yo, la había dejado junto a la última casa del pueblo. Era nueva, de color rojo y sin la barra que diferenciaba la de chico. Seguramente no la quería acercar al pilón para que no se la manchasen. Allí estaban los chicos cogiendo renacuajos entre gritos y salpicaduras y los iban metiendo en un bote. Él apuró el paso para llegar donde ellos. Yo al verla quedé embobada, y como algo llame mi atención ya no lo suelto. 

Cuando mi primo me dio la espalda, me acerqué y agarré la bici del manillar. Lo más difícil fue sujetarme con los pies en los pedales. Tras varios intentos fallidos, conseguí coordinar las piernas mientras miraba al frente. ¡Yuju! Empecé a rodar sola sin sentarme en el sillín porque de lo contrario no me llegaban los pies a los pedales. Y me marché por un camino que olía a tomillo y mucha fiesta de gorriones en los almendros, con mis trenzas meciéndose al viento que me daba de cara y la sensación de vivir un momento de libertad único. Qué maravilla ir rodando como una locuela con las mariposas revoloteando a mi alrededor. Veía el mundo de todos los días diferente, como si mi entusiasmo tuviera un efecto poderoso sobre los elementos: los chopos, moreras, margaritas y amapolas de las veredas, cobraban vida y se adelantaban a mi paso para saludarme. Sobrepasé el límite de las eras y pasé el soto con la mirada puesta en el valle que se abría ante mí fuera de los límites del pueblo. Con la ilusión de que algún día lo recorrería, di media vuelta. 

Regresaba feliz, con las mejillas arreboladas y algún rasguño en las piernas, cuando vi a mi primo. Las huellas de sus zapatos relucientes en el polvo de la acera, donde había dejado su bici, marcaban un ir y venir nervioso. Mascullaba algo entre dientes. De repente, me lanzó una mirada de advertencia con los labios prietos llenos de reproche. Hizo un gesto con el brazo para atraparme. Dejé la bici tirada en la carretera y salí corriendo.

Os deseo un muy feliz verano por estas tierras e invierno al otro lado del globo. 
¡Hasta la vuelta! 

Safe Creative #2109159256554

Comentarios

  1. ¿Para qué lo quieres saber?
    Que siga con su vida y tu con las buenas sensaciones que su bici te dio.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón, eso debiera hacer; pero hay algo que me hace desear que esté bien. El Covid nos ha vuelto más sensibles, tal vez.

      Un abrazo, Alfred.

      Eliminar
  2. Un relato conmovedor, ese último pensamiento delata mucho afecto y cariño.

    Mil besitos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A pesar de todos, creo que sí. Quisiera que saliera indemne de esta pandemia.
      Besos, Auroratris.

      Eliminar
  3. Entrañable relato, Pilar.
    Ojalá tu primo esté muy bien.
    Tu deseo que así sea, denota tu sensibilidad y calidad de gran persona.
    Cariños para vos!
    Lau.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Lau por estar siempre y ser tan gran persona como eres.
      Un cariñoso abrazo. Pilar

      Eliminar
  4. La primer sensación de libertad y velocidad nos lo regala la bici propia o prestada eso no importa... Cierto que este sentimiento inédito nos hace sencibles mucho más... Seguro todo está muy bien en donde sea que esté su familiar...genial texto...María Pilar...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad que es una de las primeras sensaciones de libertad vivida en la infancia y que siempre recuerdas.
      Me alegra que te haya gustado, Josi.

      Eliminar
  5. Es todo un acontecimiento cuando aprendemos a andar en bicicleta.
    Tu primo en Bolivia, de seguro feliz en lugar tan maravilloso, aparte de la mala imagen que crea el neoliberalismo a los países con otros sistemas. Así que despreocúpate, que él está mejor que en otras partes del primer mundo esclavizante.
    Besitos.

    ResponderEliminar
  6. Hola María Pilar, qué bonitos son los recuerdos de la niñez. ¡Feliz verano! Descansa y disfruta. Un abrazo. :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Merche. Feliz verano para ti también.
      Un abrazo!

      Eliminar
  7. No se puede disociar la bicicleta del verano. Al menos, de los nuestros.:)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. De los nuestros, Cabrónidas, de los nuestros. ¡Qué momentos de verano! Y más, creo yo, cuando podías ir al pueblo.

      Eliminar
  8. Todos nos merecemos un verano azul aunque en mi caso el aprendizaje terminase en un soberano tortazo al llegar a la valla de un jardí y que olvidarme de darle a los frenos.
    Dices que eras una rebelde sin causa, no hay mayor causa que la aventura de vivir sorprendiéndote a cada paso.
    Feliz verano
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tiene razón, Doctor Krapp, la aventura de vivir sorprendiéndonos a cada paso es auténtica vida.
      ¡Feliz verano!
      Un abrazo.

      Eliminar
  9. Precioso relato, esos momentos de bici, de libertad recorriendo el campo, la naturaleza, nos has hecho pedalear y disfrutar de ese bello camino. Un fuerte abrazo, M. Pilar!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Encantada de que te haya gustado, Mayte.
      Un fuerte abrazo!

      Eliminar
  10. El viento me daba en la cara mientras te acompañaba sobre esa maravillosa bici roja, ese olor a tomillo y ese precioso entorno.
    Je je je con razón mascullaba el muchacho, pero el momento no te lo quita nadie.
    Abrazo grande

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Jajaja! Lo pasé bien la verdad.
      Un abrazo, Amaia!

      Eliminar
  11. Jajaja ya somos tres, porque veo que Amaia también gozaba de ese viento pero no sé si sabe que también iba yo. ¡Qué rico, qué delicia! Si eso es rebeldía, ¡Que viva!
    Tu particular manera de vivir la vida que te hace sentir cosas que para los demás sencillamente no existen.
    ¿No volverás hasta después del verano?
    Un abrazo con mucho cariño y gratitud por este paseo.

    ResponderEliminar
  12. Afortunadamente el Covid ya no es tan relevante pero es verdad que durante el encierro todos hicimos cosas diferentes para llenar el vacío de las horas. Recordar es volver a vivir, dicen, y es verdad. Tu relato está lleno de sensaciones, cuando uno era chico todo era posible y las aventuras estaban a la vuelta de la esquina. Me encantó, me recordaste mi propia infancia. Te mando un abrazo y que tengas un muy buen veranito.

    ResponderEliminar
  13. Qué recuerdos de los primeros paseos en bicicleta con los amigos. Saludos.

    ResponderEliminar
  14. Feliz verano también para ti, y que sigas con las mismas ganas de escribir, no las pierdas nunca, saludos!

    ResponderEliminar
  15. Muy hermosa anécdota, contada de una forma que trasmite ese sentir del momento en que se vivió, gracias por traerla, saca una gran sonrisa, abrazo grande

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific...

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a...

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —...

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo ...

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso ...