Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida.
Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total. Hecha un ovillo, se sentó en uno de los escalones de la lujosa escalera. Olía a madera cara y a dinero, mucho dinero. Solo le quedaba esperar. Esperar a que los del servicio de seguridad vinieran a sacarla de allí. Los minutos pasaban y nadie aparecía, aunque su extraña presencia emitía señales como para incendiar todas las alarmas. Empezó a moverse y los pasos resonaron sobre el mármol de Carrara. Sus ojos se encontraron de nuevo con la fiereza mirada de Mr. Rockefeller que torcía el gesto en señal de desaprobación. No le gustaba verla allí. A ella tampoco le gustaba él.
—¿No te da miedo quedarte aquí sola? —resonó su voz grave.
—A mí ninguno —contestó pizpireta la niña a pesar de su nerviosismo—. Me aburre este enorme bosque de columnas.
A él la respuesta le ensombreció el rostro y siguió en tono amenazante:
—Fuera es de noche, llueve y hace frío.
—Por mí no se preocupe, señor. —Y con los brazos abiertos lo interpeló—:
¿Puede decirme cómo se sale de aquí?
La contestación de Carla lo sorprendió porque no era el tipo de relación que él solía tener con los humanos. Entonces, de manera brusca, levantó el dedo índice, huesudo, y lo giró como una cobra para señalarle el ascensor. Ella se limitó a seguir la línea que marcaba aquel dedo del señor con cara salvajemente humana. Tras el silencioso ascensor, apareció una pequeña puerta. Se abrió solo con empujarla. El viento húmedo y frío de la noche le dio en la cara. ¡Cómo agradeció respirarlo profundamente! Estaba en la calle. Una calle, estrecha y oscura, que desafinaba con lo que se dice de la ciudad que nunca duerme. Las ventanas aparecían encendidas a lo largo de los edificios de cristal que se perdían en el cielo negro. Eran ojos que no dormían. El conjunto le pareció un animal gigantesco, un ser tenebroso que, en silencio, vigilaba. Atravesar aquel profundo túnel suponía meterse en la boca del lobo y el lobo la comería. El miedo le dio alas. Se subió la capucha roja del abrigo y arrancó a correr frenética, como solo lo hacen los que tienen prisa por abandonar el lugar. Los zapatos de Carla chapoteaban en los charcos al ritmo de su corazón desbocado. ¡Corre, corre! De lejos pudo oír el ruido sordo de la gente. Lo estaba logrando. Con el rostro encendido de emoción, entró en el mundo fascinante de Manhattan, el lugar donde pasan todas las aventuras.
Times Square la recibió con su alegría robótica, abarrotada de personas que la recorrían al ritmo de su propia vida. Cada uno iba a su bola y no hacían caso de las prohibiciones. Todo era muy loco. Los altísimos edificios surcados de anuncios luminosos, que se sucedían sin cesar, proyectaban letras e imágenes en un derroche de fantasía. Carla abrió los brazos como si quisiera recoger toda aquella lluvia de luz y sonido que la hacía sentirse feliz. Pasó por su lado una banda de músicos estrafalarios que la invitaron con insistencia a unirse al jolgorio de su fiesta nocturna. Le parecieron muy divertidos, sobre todo el calamar rojo gigante, con su baile torpe y desgarbado. Sin dudarlo, se unió a ellos.
Mr. Rockefeller se arrepintió de haber dejado marchar a Carla. Tenía que reconocer que le había gustado su compañía. Bajó del pedestal y miró en su entorno para asegurarse de que nadie fuera testigo de aquella debilidad suya. Salió de su castillo encantado y llegó a Times Square cuando el terrible depredador rojo se llevaba a la niña. Se le acercó por detrás y le agarró los tentáculos para anudárselos al cuello. La gente se arremolinó. Hubo gritos, carreras, y las sirenas de los coches de la policía acercándose a gran velocidad.

Me gusto relato. te mando un beso.
ResponderEliminarGracias, Citu. Un beso.
EliminarInteresante tu aportación al reto.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Chema. Un abrazo.
EliminarCarla vivió una aventura sin haber tenido un objetivo claro al principio. Es lo mejor, así no nos defraudan.
ResponderEliminarCreo que lo del diálogo co Rckefeller u o seta lo que más recuerde, a no ser que el calamar tenga un as en la manga.
Abrazoo y suerte
He vuelto para recordarte que no has mandado el enlace al blog del tintero. Porque pensaba que eras alguien nuevo( No me acordaba de tu blog) , pero ahora he visto que eres m. pilar, así que bueno, ya sabes.
ResponderEliminarAbrazooo
Gracias, Gabilante. No lo había colgado porque después de publicar vi que me había pasado de palabras. Como no tenía tiempo, corté el final y lo dejé. Hoy, por fin, he vuelto a poner el final y he quitado las palabras que sobraban de la parte descriptiva. Ya he mandado el enlace. Gracias por estar tan atento. Hace tiempo que no participo en el concurso.
EliminarAbrazo doble por los dos comentarios 👍
jaja estupendo relato MARIA PILAR! un placer volver a leerte después de taanto tiempo, está calro que Carla es pura energía o quizá la esperiencia vivIda frente al cuadro le dió alas, porque del Roquecfeller Center a Times Square hay más de dos kilómetros como poco : ) me ha encantado, un fuerte abrazo, me ha alegrado saber que sigues escribiendo!
ResponderEliminar¡Hola, María! Qué alegría verte por aquí. Apenas escribo y la verdad que lo echo en falta, pero cuestiones familiares me ocupan al completo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Allí la policía es de gatillo fácil. Mi duda es si dispararán a la niña o al calamar. Con esos nunca se sabe...
ResponderEliminarA la niña, no. No les des ideas , Cabrónidas, que me arruinas el cuento.
EliminarMuchas gracias, María Pilar, por participar con este relato en el homenaje a Carmen Martín Gaite. Mucha suerte.
ResponderEliminarGracias, Marta. Muy sugerente la propuesta.
EliminarAmiga mía, me tomé el atrevimiento de subir tu cuento a la plataforma de MENEAME. Es una red muy dinámica, espera que vengan varios visitantes mas a ver tu página.
ResponderEliminarGracias, Oswaldo, por subirlo a la plataforma Menéame. Lo he visto, pero como no estoy registrada, no me ha dejado ponerte allí un comentario. Es algo muy generoso de tu parte.
EliminarUn saludo desde este otro lado del océano.
¡La imaginación al poder! Un cuento con mucha chispa mágica, donde el hombre malo del retrato al final fue el cazador del lobo rosa.
ResponderEliminarAl principio parecía un cuento "normal" y luego se montó la que se montó.
Ágil, divertido y con ese punto inesperado de los que me gustan.
Un cariñoso abrazo, María Pilar, me alegra volver a leernos,
Gracias, Tara. Jugué un poco con las apariencias donde las cosas no son lo que parecen en un principio. Me alegra verte por aquí.
EliminarAbrazote inmenso.
Buen relato con un gran final. ;)
ResponderEliminarBesos.
Gracias, Alfred. Tu opinión siempre me importa.
EliminarBesos.
Las ciudades a veces te hacen sentir como una niña perdida...
ResponderEliminarUn saludillo ;)
Hola, Xurxo! Las ciudades cuanto más grades más monstruos parecen.
EliminarMe gusta más lo menudo y chiquito, como tú saludilllo. Otro para ti de mi parte.
Hola, Pilar, un relato muy del libro que se homenajea en el Tintero. Igual que allí, la niña vive su aventura en la ciudad de los rascacielos y con su capa y caperuza roja. Un buen homenaje al libro.
ResponderEliminarUn abrazo. 🤗
¡Hola, Merche! Es la riqueza de estos retos. Todos partimos de las mimas premisas y la variedad de respuestas nunca deja de sorprenderme.
EliminarUn abrazo 🫠
¡Qué argumento tan original, Pilar! Una niña atrapada en una aventura mágica en Nueva York. Hay un realismo mágico en el diálogo con el retrato animado de Rockefeller amenazante. El contraste entre el miedo de una calle oscura y la euforia de Times Square, y el giro surrealista del “calamar rojo” le dan un tono muy especial a esta historia. Esta brilla por su capacidad de capturar la esencia de Manhattan como un bosque moderno, lleno de peligros y maravillas, invitando al lector a ver la ciudad con los ojos frescos y valientes de una niña.
ResponderEliminarMe gustó mucho.
Un abrazo!
Gracias, Marcos. Valoro mucho el análisis que has hecho del cuento porque no se te escapa detalle.
EliminarAbrazo!
Menos mal que la pequeña granujilla pudo ser rescatada y los largos tentáculos de este calamar, atados. Me ha gustado que lo lobezno sea la chiquilla y el rojo el peligro.
ResponderEliminar¡Hola, Noelia! La niña es traviesa, pizpireta…, como bien dices en el siguiente comentario. Con lo del rojo jugué al despiste por lo de que las apariencias engañan. La niña va de rojo y se fio del calamar rojo.
EliminarGracias por dejarme tus impresiones.
A lo mejor me lié y el aspecto lobezno era el Rockefeller del retrato, pero en un principio creí que era la niña. Ya sabes, una niña traviesa de las que les da igual como lleven el pelo ja, ja, ja.
ResponderEliminarMe ha encantado! La forma de encararlo, los personajes, el juego de apariencias. Tu Rockefeller es tan humano que uno pue verlo bajar del pedestal en busca de la vida y de la niña. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarGracias, Juana. Un abrazo!
EliminarHola María Pilar
ResponderEliminarUn relato sorprendente e imprevisible donde nadie es quien parece ser, con una cría vivaracha y valiente que parece asustada, un Rockefeller muy serio aunque protector y un calamar rojo como la niña aunque no tan inocente. ¡Magia y surrealismo puros! Es que todo puede pasar en New York. Un abrazo.
Marlen
Gracias, Marlen.
EliminarUn abrazo!
Hola María Pilar, ¡qué gusto volverte a leer! Tu relato es muy interesante, con ese extraño Rockefeller que se baja de su pedestal y al que al final se le enternece el corazón por la niña . Curiosa la imagen del Calamar Rojo Gigante que da título a tu propuesta para el concurso. Lo disfruté mucho. Abrazo fuerte.
ResponderEliminar¡Hola, Ana! El calamar rojo gigante existe, vive en aguas profundas y es un depredador muy agresivo. Yo, simplemente, lo he utilizado como el lobo del cuento. Me alegra verte por aquí. Hace mucho que no me sentaba a escribir y lo echaba en falta.
EliminarUn fuerte abrazo.
Rockefeller, que personaje! tanto en tu cuento como en la realidad y en otras historias tejidas alrededor se esa leyenda. con un transfondo de new york tal cual el reto lo exige y los peligros que acecha a una nina toda inocente
ResponderEliminarTienes razón, JC, el personaje Rockefeller da para mucho.
EliminarGracias por pasarte y dejarme tus impresiones.
El proceder de la efigie del célebre acaudalado va en consonancia con la persona real que fue. Pardiez, en su austera severidad y su inmutable seriedad, supo ser el custodio de la moza, evitándole un contratiempo de mayor fuste.
ResponderEliminar¡Hola, Lucila! Me pareció que el célebre acaudalado bien podía salvar a una niña en apuros. Y creo que va en consonancia con lo qu se cuenta de él.
EliminarGracias, Lucila, por pasarte y dejarme tu comentario.
Hola, María Pilar. Me ha gustado tu propuesta con ese cambio en los roles de los personajes tan original. Un relato muy bien escrito y con un más que interesante subtexto que subyace. Enhorabuena. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarGracias, Enrique. Me alegra que te haya gustado.
EliminarUn fuerte abrazo.
Qué bueno, Pilar. Es un relato que en todo momento desconcierta (algo así como el cuento de Alicia) y no sabes cómo acabará. La idea de sacar al Roquefeller de su pedestal es estupenda, rompe con los tópicos y nos sorprende. La ambientación super, super cuidada, es muy vívida, sensacional! Felicidades :)
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias Maite por tu análisis. Es estupendo.
EliminarUn abrazo!
Hoja, María. Interesante tu visión de Capericita Roja. El gruñón fantasmal como futuro cazador, y un pulpo rosa como nuevo lobo feroz. ¡Vaya imaginación!
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en el concurso. Un abrazo.
Gracias, Bruno. La verdad es que estuve buscando un depredador muy agresivo, pero que en su aspecto fuese camuflado. No me resultó difícil en las claves de cuento.
EliminarUn abrazo.
Hola, María Pilar, buenas tardes.
ResponderEliminarVuelvo a nuestro Tintero después de unos años de ausencia y me encuentro con compañeras y compañeros de antaño, como tú, ¡qué alegría!
Tu relato de realismo fantástico es sorprendente, y el giro final con el cambio de papeles según los parámetros del cuento original es totalmente inesperado, para nuestro disfrute.
Enhorabuena por el resultado y gracias por compartirlo.
Patxi.
¡Hola, Patxi! Qué alegría verte por aquí.
Eliminar¡Un fuerte abrazo!
Hola Pilar. Un relato que bebe del realismo mágico, donde los cuadros cobran vida y se atreven a congeniar con esa niña despistada. Un relato que nos habla de que ni los buenos son tan buenos ni los malos lo son tanto, que no podemos prejuzgar por las apariencias ni hacernos una idea monolítica de la realidad y de las personas. Al final tuvo que ser el malvado Rockefeller el que salvara a la niña del inocente calamar, cuyos tentáculos parecen simil de las muchas ramificaciones que la maldad puede llegar a tener. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola, Jorge! Gracias por este análisis que me dejas. Me ha encantado que te fijaras en los tentáculos, porque sí, tienen el significado que le das.
EliminarUn abrazo!
Hola María Pilar, me ha encantado tu relato. Comienza con un ritmo pausada y acaba con una sinfonía y un gran final. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Hola, Ainhoa! Encantada de que te haya gustado. Gracias por dejarme tus impresiones. Un abrazo.
EliminarHola Pilar, es una delicia de relato surrealista, que nos compartes, en el que Nueva York se convierte en el escenario de un cuento de hadas moderno. Me fascina cómo has transformado la opulencia de la Quinta Avenida en un bosque encantado donde Rockefeller es el lobo feroz con traje y corbata, y donde las alarmas no suenan por intrusiones, sino por la magia perturbadora de una niña que se niega a ser empequeñecida por la grandiosidad. Esa escena en Times Square con su calamar rojo bailarín y la lluvia de luces que Carla quiere abraza, captura perfectamente la paradoja de esta ciudad: un lugar donde la fantasía y el peligro coexisten en cada esquina, donde los depredadores usan traje y los salvadores tienen rostro de magnate arrepentido. Una fábula sobre cómo la verdadera aventura no es escapar del encierro, sino atreverse a bailar con los monstruos que habitan en la luz. Abrazos desde Venezuela
ResponderEliminar¡Wow, Raquel! Veo que no se te ha perdido ni un solo detalle del cuento. Mil gracias. Abrazos desde el norte de España.
EliminarHas logrado escribir un relato vibrante y original, donde el realismo mágico se mezcla con la energía de Manhattan. Nos regalas el contraste entre el miedo y la fascinación construyendo una atmósfera única, mientras la mirada infantil convierte la ciudad en un escenario tan inquietante como maravilloso.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Eliminar¡Hola, Berta! Valoro mucho el análisis del cuento. Has captado esa atmósfera de miedo y fascinación desde el punto de vista de una niña, fue mi intención al escribirlo. Gracias!
Hola, Pilar. Pues me has dejado sorprendido y pensativo con ese final doble. Primer el de la niña que se complementa con la mirada de Rockefeller. Es una mezcla entre terror y aventura, sobre todo por el inicio con esa voz que sale del cuadro y el final. Muy imaginativa toda la trama, con esa ciudad dormida que nunca duerme y el juego del rojo con el calamar. Me gustó mucho, me sorprendió y atrapó a partes iguales.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola, Pepe, creo que si algo caracteriza el estilo de Carmen Martín Gaite es el uso de lo fantástico, según Todorov. Y lo fantástico, al meter elementos extraños, dura el tiempo de la vacilación del lector. Cuando llega a una explicación bien racional, bien maravillosa o, simplemente, esto es una tontería; pues se acabó lo fantástico. La teoría me la sé, en la práctica, ya ves, sale lo que sale. Y te dejo pensativo y sorprendido a ti que eres uno de los mejores escribiendo relatos. En la próxima, más y mejor.
Eliminar¡Un abrazo!
Hola, María Pilar, un relato que desde luego no deja indiferente por los matices que se esconden detrás. Desde el inicio nos dejas ver que esas luces de emergencia que anunciaban donde estaba y el lío en que se había metido Carla. Al haberse entretenido con el cuadro y fijarse en detalles como en la cabeza afilada con una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, cual animal al acecho, me parece que calaron en Carla, ella que llevaba una capucha roja, bien pudo recordar el cuento de caperucita y el lobo y su imaginación la llevó vivir una experiencia fuera del cuerpo, o simplemente se quedó dormida un rato y lo soñó. Los niños son muy sensibles y curiosos, además de fantasiosos
ResponderEliminarEn el relato nos muestras a una niña actual, valiente y respondona que se arriesga a vivir experiencias nuevas con confianza, soltura y alegría. Nueva York es un escenario para cualquier cosa inimaginable y nos hace soñar despiertos, es una de sus mayores cualidades.
También dejas caer que la maldad que pueda haber en ese magnate, se deshace ante la inocencia de la niña, y lo empequeñece si cabe decir. El hecho de que decida salvarla de los tentáculos del calamar rojo, es un guiño a su poder absoluto y al atar sus tentáculos a su cuello, nos revelas que son de la misma estirpe, o sea, del bando de los opresores que se disputan entre ellos a su presa, no para salvarla, si no para devorarla primero.
Bueno, quizás estoy más maquiavélica que nunca esta noche, ja, ja. Pero de todos modos has creado un relato lleno de fantasías y realidades, tan bien mezcladas, que al igual que el sueño americano, no llegamos a saber que es realidad y que es fantasía de esa enorme ciudad. Me alegra leerte y que volvieras a escribir, besos.
Hola, Harolina, como bien dices Nueva York es un escenario donde puede ocurrir cualquier cosa inimaginable. El final lo he dejado abierto a propósito para que cada lector imagine el suyo. El tuyo es muy bueno, Mr. Rockefeller decide ir tras la niña, ¿la quiere para encerrarla en su castillo encantado? En otro comentario han apuntado que la policía allí no andan con cuidado y lo mismo disparan a la niña. Un final trágico, que a mí no se me había ocurrido. Es admirable cómo se enriquecen los relatos con las aportaciones de los comentarios. Yo estoy muy agradecida, porque siempre aprendo un montón con todas las ideas que aportáis.
ResponderEliminarBesos.
Carla nos cae bien, Caperucita en Manhattan me gustó mucho, tu revisión está genial. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ester.
EliminarUn abrazo.
Hola, María Pilar. Un giro totalmente inesperado en el final, en el que el detestado hombre finalmente se convierte en salvador.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, María Pilar. Un bonito relato que describe las inseguridades que produce lo desconocido.
ResponderEliminarSe ve que te gusta escribir porque tu texto transmite mucho mimo.
Espero que continúes proyectando a través de la escritura, todo aquello que la imaginación desee.
Feliz jueves. Bstes.