El precio del futuro es inevitable. La ciudad ya no es lo que era. Grandes esqueletos en construcción de edificios altos crecen por Zabalgana a pasos agigantados, acortando la distancia de seis kilómetros que separaban la ciudad del pueblo de Zuazo. Ha desaparecido el estrecho camino que serpenteando entre hayas, quejigos y robles nos llevaba andando hasta al pintoresco pueblo de Zuazo. Vamos campo a través por las tierras removidas que las potentes excavadoras, con un ruido ensordecedor, están preparando para nuevas construcciones. Antes de entrar en lo que queda del solitario bosque podemos apreciar mejor el contraste entre los ocres otoñales. La vegetación ya no es tan tupida y nos permite disfrutar de los rayos de sol abrillantando y reforzando el colorido. El cauce sinuoso de un arroyo con apenas un hilo de agua desemboca en un humedal natural cuyo entorno nos invita a descansar. Los sauces, plataneros y avellanos sombrean estratégicamente el entorno. La panorámica que abarcam
Un blog de relatos