Conduzco el coche siguiendo la sinuosa carretera de costa que desciende al Adriático. El sol de poniente me obliga a entrecerrar los ojos para poder ver bien las curvas encadenadas al borde del acantilado. Abajo, un mar cristalino se extiende entre islas con una quietud de espejo.
El crucero avanza abriendo una vía por las serenas aguas color turquesa que ocultan su profundidad tras el reflejo de los acantilados verdes. Así y todo me divierte una nereida engalanada con sus flores de nácar. Pronto me siento, a su vez, observada. Son los tritones con sus ojos coléricos los que recriminan mi intromisión en su mundo bajo el mar donde viven en palacios decorados con los restos de los naufragios. Con disimulo levanto la vista de las profundidades por el temor que me causa afrontarlos.
El barco sortea con dominio los islotes que salen a nuestro encuentro y deja atrás la Perla del Adriático con su imponente muralla y sus tejados rojos que delatan su reciente reconstrucción. En Dubrovnik se palpan las ganas de una nueva generación por pasar página de la guerra y dedicarse a vivir en libertad la independencia recién estrenada.
El perfil de la isla a la que vamos se va acercando por estribor con total precisión. Es una entre las muchas que sestean a esa hora bajo la vertical del sol; la convierte en especial el ser la elegida para hacer aquella parada. Cuando el motor se para al atracar en el pequeño embarcadero, sentimos el descanso del silencio. La brisa fresca que nos recibe nos hace respirar a pleno pulmón el olor a mar y naturaleza.
El crucero avanza abriendo una vía por las serenas aguas color turquesa que ocultan su profundidad tras el reflejo de los acantilados verdes. Así y todo me divierte una nereida engalanada con sus flores de nácar. Pronto me siento, a su vez, observada. Son los tritones con sus ojos coléricos los que recriminan mi intromisión en su mundo bajo el mar donde viven en palacios decorados con los restos de los naufragios. Con disimulo levanto la vista de las profundidades por el temor que me causa afrontarlos.
El barco sortea con dominio los islotes que salen a nuestro encuentro y deja atrás la Perla del Adriático con su imponente muralla y sus tejados rojos que delatan su reciente reconstrucción. En Dubrovnik se palpan las ganas de una nueva generación por pasar página de la guerra y dedicarse a vivir en libertad la independencia recién estrenada.
El perfil de la isla a la que vamos se va acercando por estribor con total precisión. Es una entre las muchas que sestean a esa hora bajo la vertical del sol; la convierte en especial el ser la elegida para hacer aquella parada. Cuando el motor se para al atracar en el pequeño embarcadero, sentimos el descanso del silencio. La brisa fresca que nos recibe nos hace respirar a pleno pulmón el olor a mar y naturaleza.
Por el estrecho camino que sube entre pinos, crujen las hojas secas bajo nuestros pasos hasta llegar a una iglesia abandonada, testigo de que en un pasado la isla estuvo habitada. Tal vez su torre fue un día faro para indicar a los pequeños barcos el camino de vuelta. Una multitud de cigarras tiene la desvergüenza de ofrecernos un canto chillón y monocorde que nos aturde. Acaso sean las mismas que recibían a los marineros de los barcos rasgando las telarañas del aire en su honor.
La desdibujada vereda nos baja a una pequeña concavidad excavada en la base del acantilado que, a falta de playa, nos facilita el encuentro con el mar. Los rojizos del crepúsculo sacan destellos dorados a las aguas que envuelven nuestros cuerpos desnudos mientras disfrutamos de un baño placentero.
La desdibujada vereda nos baja a una pequeña concavidad excavada en la base del acantilado que, a falta de playa, nos facilita el encuentro con el mar. Los rojizos del crepúsculo sacan destellos dorados a las aguas que envuelven nuestros cuerpos desnudos mientras disfrutamos de un baño placentero.
La luna llena con actitud displicente comparece por encima del pinar y, aunque yo creo que nos ve encendidos de pasión entre los pinos, hace caso omiso de nuestra presencia. Porque eso de que la luna mira recelosa a los enamorados por no tener un amor igual, no es verdad. Se desliza en su barco de plata y el mar vestido de gala la recibe radiante en un mágico juego de luz y espejos que paralizan el mundo.
Es una deliciosa invitación a conocer. Te convertiste en una maravillosa promotora turística del lugar.
ResponderEliminarBesos, María Pilar.
Hermosa y relajante descripción. Me ha gustado, María Pilar.
EliminarTODA UNA GUÍA TURISTICA.
ResponderEliminarSALUDOS
CARLOS
Uy parecía que estaba en el barco, te mando un beso y te me cuidas mucho
ResponderEliminardichosa que pudiste viajar allí. ¿Por qué será que la historia de los lugares es siempre la historia de las guerras que no queremos y no podemos olvidar? Desde los romanos a nuestros días, pasando por malvinas hoy dos de abril, hasta afganistán. Hermoso post a pesar de mi comentario.
ResponderEliminarMi más sentido y respetuoso recuerdo en este 2 de abril.
EliminarUn abrazo
La foto me ha resultado familiar y tu descripción ha terminado de traerme bonitos recuerdos de mi viaje a Dubrovnik. Disfruté como un enano subiendo por esa escalera que rodea la ciudad y fotografiándola desde todos los ángulos.
ResponderEliminarGracias por el recuerdo.
Un abrazo, María Pilar.
El momento de ir es ahora, es la España de hace unos años, reciben a los turistas encantados y reparan sus casas por fuera para que se vea bonito. Saben que tiene una costa espectacular y la venden muy bien. Un abrazo
ResponderEliminarYo también estuve por allí. Es impresionante. Un beso.
ResponderEliminarLos paisajes después de las batallas siempre son más bellos.
ResponderEliminarQue sigas disfrutando. Saludos!
Es que la vida pronto se recupera y máxime si hay un manto de cenizas como el que dejan las guerras.
ResponderEliminarMagnífica descripción del paisaje. Con llamadas a la realidad pasada, refiriéndote a la guerra, y al presente, refiriéndote a la independencia de Croacia.
Muxus maitia m.p
Preciosa foto, de tu.mano y con estas bellas palabras he sabido ver y sentir algo de esa belleza que debe ser Dubrovnik.
ResponderEliminarBesos apretaos
María Pilar me traes recuerdos vividos y que nunca podría explicar con la poesía, con el sentimiento de tus palabras, ahora después de la lectura siento como si el mar volviera a besar los acantilados, es la película que nos has dejado.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo,
La absurdez de las guerras...se llevan a cabo en auténticos paraísos. Del cielo al infierno tan sólo hay un paso.
ResponderEliminarPor suerte, hoy puede respirar tranquila. Ojalá todas las ciudades estuvieran libres de la sangre y el horror.
Salud y abrazos.
Pilar, nos dejas una buena descripción del paisaje...Pero, lo que más me ha gustado es que te hiciste naturaleza y le diste voz a la brisa, a las hojas secas,a la iglesia envejecida,al grito de cigarra,a la vereda, al mar, al agua critalina y a esa luna, que llega soñadora y romántica con un presagio de vida, de amor y esperanza...¿dónde queda la muerte y la guerra...?La vida es evolución constante, fluye como un río hacia adelante, sin saber las piedras que en el recodo la esperan...para probar su ritmo, su fortaleza y vitalidad...
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo inmenso por la profunda belleza de tu post, amiga.
M.Jesús
Interesante ruta turística, y muy buena foto.
ResponderEliminarBesos.
Lo que me faltaba... Con las ganas que ya tenía yo de ir a Croacia!!! Ahora tengo los dientes más largos todavía. La foto es muuuy bonita.
ResponderEliminarUn beso
Es posible que pueda introducir el comentario.
ResponderEliminarQuerida Pilar, qué serenidad y qué belleza tanto en el paisaje que describes como en la foto que nos dejas. Es un país que no conozco y que me gustaría conocer.
Un abrazo
Luz
Hola Pilar,vaya escrito mas bonito!!! siempre perfectamente redactado,tanto,que me ha encantado ese viaje en barco.
ResponderEliminarMuchos besos.
Uf, qué envidia me ha entrado al leer esta preciosidad de descripción y ver esa foto magnífica. Y es que tengo ganas de conocer esa parte del mundo, esa península mediterránea que intuyo bañada de luz.
ResponderEliminarPreciosa tu pequeña crónica. Me ha gustado mucho.
Un beso.
Preciosamente narrado, te hemos acompañado.
ResponderEliminarUna preciosa postal del Adriático al compás de los ritmos que has sabido marcar en cada renglón del relato. Tienes el arte de hilvanar palabras para que surja la magia en cada entrada.
ResponderEliminarUn abrazo, María Pilar.
No soy tipo muy viajado, esa zona evidentemente la conozco de la tele, de postales, de folletos de viajes, de la guerra claro, de la última y las anteriores.
ResponderEliminarPreciosa entrada querida :)
Un placer pasar por aquí.
ResponderEliminarBesos.
Un bello viaje a la memoria y al deseo de preservar intactos los lugares y sus signos de vida. Muy buena narración. Saludos.
ResponderEliminarGracias a todos por pasar por aquí y dejar vuestros acertados comentarios.
ResponderEliminarOs deseo un muy buen fin de semana.
Ese azul intenso, ese olor a sal, que bonita descripción!
ResponderEliminarLastima de guerras, que agrietan y destruyen, belleza e historia.
Precioso Pilar, envidia sana y a disfrutar.
Saludos!!
Un ejercicio de descripción muy bien conseguido por varias razones. A través de tus letras he podido dibujar en mi mente un paisaje muy bello, me gusta en especial esas cuñas sensitivas de olores y sabores, a parte de todo lo visual.
ResponderEliminarEnhorabuena por este pequeño relato que bien merece un paseo por "tus costas".
Besos desde mis palabras y feliz fin de semana.
Tanta belleza... y que bien descrita. Y que triste el pasado sangriento.
ResponderEliminar¿Aprenderemos?
Besos y me alegro de tu viaje, María Pilar
Bello azul el del Adriático que nos muestras. Hijo del Mediterráneo, al fin. Qué envidia de viaje.
ResponderEliminarBesos, Pilar.
Amiga, con tus palabras nos has llevado a esa ciudad, tan bella, y en la que hubo tanto sufrimiento...
ResponderEliminarUn abrazo, y feliz domingo
Nos sobreponemos a las desgracias anteriores e incluso pisamos el suelo que contiene sangre y huesos, seguramente porque la belleza del mar también se ocupa de llevarse de la orilla esos restos.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Aysss pero qué envidia me has dado, me dan ganas de dar un salto a la foto para llegar hasta allí, es preciosa la imagen, y ese lugar no lo conocía.
ResponderEliminarTe deseo una feliz tarde de domingo, Pilar.
Me encanta el diseño de tu blog.
Un besazo.
Preciosa ruta, de algún modo la vida nos recuerda que de todo se sale, aunque no se aprenda.
ResponderEliminarFeliz viaje
Hola María Pilar, pues un buen relato con muy bellas descripciones, con emplea muy acertado de los recursos literarios.
ResponderEliminarMi felicitación, un placer pasearme por esta ciudad.
Un abrazo
Sor.Cecilia
Lo describes de forma tan nítida que parece que estoy allí... lo he disfrutado y eso es algo mágico entre el escritor y el lector.
ResponderEliminarUn abrazo
Cuanta paz y belleza transmiten tus palabras. Siempre he deseado conocer esa zona y ahora tengo aún más ganas de hacerlo.
ResponderEliminarBesos
Un delicioso y especial recorrido, María Pilar. Es una región preciosa pero apta solo para personas sin vértigo. To la he recorrido con mi coche, como tú, y es un espectáculo. La movilidad en pequeños barcos, entre las islas, es relativamente fácil y el maldito recuerdo de la guerra creo que ha pasado, aunque los rencores internos debidos a creencias y divisiones realizadas por ajenos, no se han olvidado. En cualquier caso deberías escribir para National Geographic por la belleza y pormenorización de tu estilo. Una maravilla.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo, querida amiga María Pilar.
Hola María Pilar, me ha encantado conocer este lugar llevada de tu mano. Es precioso como describes cada rincón y como haces posible que me haya creído que disfrutaba del chapoteo del agua en el barco y en las rocas. De esas hojas bajo mis pies pidiendo clemencia de no ser muy pisoteadas. Y de esa luna que se refleja en el agua del mar para peinar sus cabellos. Se percibe mucha paz en ese lugar. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarMe ha encantado leerte.
Saludos y un abrazo
Si que parece mentira que poco antes hubiera destrucción y muerte. Pero la vida continúa y solo con leer tu bella descripción ya he gozado con ese más transparente y forma de describir.
ResponderEliminarBss
Excelente relato Pilar, le pones clase y estilo a tu escritura, e felicito.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola, María Pilar.
ResponderEliminarEs un don saber pintar con las palabras y tú lo tienes.
Un beso grande, fuerte, apretado y enhorabuena, como siempre.
Un feliz fin de semana para tod@s con todo mi cariño.
ResponderEliminarInmenso abrazo :)
Gracias a ti por tu buen hacer y entrañables comentarios, amiga...
ResponderEliminarMi abrazo inmenso y feliz semana con los tuyos, Pilar.
M.Jesús
Es así, nadie lo diría... Y AHI ESTA¡¡¡, ¿sabes que? te esperaba para que nos la describiera con tus formas y maneras de recrear aquello que desees transmirir. GRACIAS¡¡
ResponderEliminarBesos muy cariñosos ♥♥
tRamos