Ir al contenido principal

El veroño se convirtió en un gato rabioso

El pasado 31 de octubre el termómetro marcaba 29 grados. Con falda larga veraniega y camiseta de tirantes salí de casa para intentar captar con mi cámara los colores otoñales. La gama de verdes primaveral se había transformado en un abanico multicolor como corresponde a esta época del año. Los castaños de indias pintaban sus hojas de óxido y los abedules lucían de amarillo dorado, pero a mí lo que más me gustaba era el esplendoroso rojizo de los arces que con gran personalidad destacaba entre el verde tardío de los fresnos y el oscuro perdurable de los pinos.
De repente, un enorme gato negro se me cruzó por el camino. Cuando lo enfoqué fijó sus pupilas verdes en el objetivo, se le erizó el pelo y maulló con furia. Justo cuando apreté el botón del disparo se abalanzó sobre mi, me arañó la cara, se me enganchó en el pelo y me mordió en un hombro. Yo corría, gritaba, pedía ayuda porque me era imposible desprenderme de él. La gente que pasaba huía despavorida. Seguramente pensaban que el gato era mío y yo en esos momento parecía la segunda versión de las brujas de Salem. Casi arrastrándome llegué a casa, abrí la puerta y logré encerrarlo en la terraza. Me miré en el espejo, estaba hecha un cuadro y encima había perdido la cámara.
Sonó el timbre, por la mirilla pude ver que era la vecina cotilla del 5º, se me presentaban nuevas complicaciones. Ante su insistencia opté por abrir la puerta. Y lo primero que me dijo, haciendo la señal de la cruz, fue: ¡Dios nos guarde!, un gato negro cuelga ahorcado en los barrotes de tu terraza.

Comentarios

  1. Os dejo este relato en el que la magia del veroño desaparece bruscamente atrapada de manera cruel al imponerse bruscamente una nueva realidad, más cruda, pero más acorde con los tiempos que corren.
    Un saludo para tod@s los que paséis por aquí con mi agradecimiento y mi cariño :).

    ResponderEliminar
  2. Lo mismo no era un gato negro sino una pantera pequeña.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. Me dió escalofríos,bbbbbbrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.
    abrazo

    ResponderEliminar
  4. Dios, podría ser yo misma :D Lo leí con el corazón en un puño, claro, como si me hubieras echado las cartas... y que alivio al ver que no... yo jamás dejaría mi cámara, antes me como al gato :D

    Un abrazo, guapa

    ResponderEliminar
  5. Creo, Mª Pilar, que es el fin que merece este veroño que hemos atravesado, por fortuna. Y digo por fortuna porque tras él ha aparecido la información que nos quieren dar, claro, como siempre, de la inmensa explosión solar que nos ha estado achicharrando con rayos cósmicos, X y ultravioleta muy agresivos, que los cinturones de Van Allen están cansados de soportar y retener. Apareció el gato negro en forma de inmensa explosión negra que nos ha arañado, mordido y atacado, hasta que hace unos días ha pasado a la parte no visible de nuestra estrella favorita. La uñas duras y retráctiles han dejado huellas que, por fortuna, como decía al inicio, han muerto por la transgresión de fantásticos maleficios. Excelente y terrorífico.

    Un cariñoso abrazo, querida Mª Pilar.

    ResponderEliminar
  6. En mala hora apareció el gato negro para sentenciar el plácido veroño. Ojalá el invierno sea milagrero y nos devuelva la tranquilidad. Ahí es nada o ahí es todo.
    Un abrazo, María Pilar.

    ResponderEliminar
  7. Exactamente así ha sido la transición, a lo animal. Besicos.

    ResponderEliminar
  8. Vaya traspaso, de un otoño atípico y caluroso a un otoño rabioso, Los pelos como escarlias. Un abrazo

    ResponderEliminar
  9. Lo más largo que he escrito en mi vida fue un relato de terror con un gato como protagonista. Qué juego dan los jodíos, sobre todo si se escribe tan bien como tú lo haces.
    Feliz otoño.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Ese gato malaje te estropeó el paseo otoñal con temperaturas veraniegas, como tanto hijo de... intenta fastidiarnos el futuro, espero que no puedan amargarnos.

    Besos,

    ResponderEliminar
  11. Uy a pesar de lo salvaje me dio pena el gato . Te mando un beso y te me cuidas

    ResponderEliminar
  12. Eso son malas pulgas..!! Muy bueno, María Pilar..

    ResponderEliminar
  13. yo tengo un gato todo negro y de ojos verdes. Es muy elegante. Se deja acarciar y luego te rasguña.

    ResponderEliminar
  14. Espero que a la protagonista no le queden cicatrices en la cara. :-)

    Besos.

    ResponderEliminar
  15. los gatos y yo no hacemos buenas migas, no me hacen mucha gracia, así que leerte poco a poco y despacio, es lo que he hecho, me daba miedo que de tu hombro pasara a mi cabeza.

    Lo has escrito como siempre, haciendo sentir que está ocurriendo y metiéndonos en el relato.

    Besos apretaos, amiga María Pilar.

    ResponderEliminar
  16. El gato lo llevamos dentro y, a veces, nos ataca.
    "Esto no es normal" es la frase de veroños como este.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  17. Muy bueno y fantástico relato María Pilar, tienes la habilidad de meternos en el cuento y vivir en carne propia las vicisitudes de la protagonista. Me gusta la estructura y la facilidad de lectura. Abrazos

    ResponderEliminar
  18. Eso es mala suerte,solo eso.Me encanta como escribes,ya se que siempre digo lo mismo pero,suelo decir aquello que siento.
    Muchos besos Pilar.

    ResponderEliminar
  19. No sería un pantera negra?

    besos MP, muy bueno.

    Carlos

    ResponderEliminar
  20. Por fin te he encontrado para poderte hacer un comentario. Me gusta cómo va avanzando el relato, desde la placidez del otoño del principio y como se va acelerando cada vez más, con la aparicioón de ese gato negro que todo lo trastoca, hasta llegar a ese final que puede tener su lectura de acabar con lo que rompió el equilibrio.
    Besos

    ResponderEliminar
  21. Que por nadie pase este encuentro gatuno tan desagradable. Mérito tuyo es haber conseguido encoger el corazón de los lectores. Eso sí, la descripción inicial es de una gran belleza plástica.
    Un abrazo, María Pilar.

    ResponderEliminar
  22. Me encantó el relato, el gato negro malvado no deja nada bueno, por mi casa había un gato negro también de ojos verdes, era mi amigo pero murió :(
    Saludos!!

    ResponderEliminar
  23. El otoño hace presa en el alma anunciando lluvias...
    Un beso, lindo relato.

    ResponderEliminar
  24. ¡Menudo contraste!
    Expresivo quiebro e impactante final. Cuando caminábamos felices entre colores otoñales nos sorprendes con la furia del gato. A los pobres gatos negros siempre les toca el papel de villanos.
    A mi el otoño me gusta con sus colores suaves pero también con sus lluvias y sus días ventosos y frios. Acabarán también sin que nosotros podamos hacer nada por evitarlo.

    Besos

    ResponderEliminar
  25. Muy creativo e intenso!!!

    Besos muchos
    tRamos

    ResponderEliminar
  26. Hola María Pilar. Espero que este relato no sea verídico y sí que nos hable de la agresión que el veroño ha hecho a nuestros cuerpos y nuestro estado de ánimo dándonos bofetadas con esos días de verano, engañando a nuestra alma que no se terminaría el verano. Y como siempre nos da la bofetada del calor al frío. Del biquini al abrigo.
    Me ha gustado el texto pero me ha dejado fría por esos arañazos y el gato colgado de los barrotes. Siento que tu cámara de fotos se haya perdido. Si yo la pierdo pierdo un trocito de mi alma :-)
    Saludos y un abrazo para curar esas heridas de gato desquiciado

    ResponderEliminar
  27. Vaya, ahora cada vez que vea a Jato me darán temblores... Y cuando intente arañarme, lo que alguna vez intenta el muy "jodio", ya no se lo que voy a hacer...

    Un abrazo, amiga... Un relato inquietante en grado maximo

    ResponderEliminar
  28. Un perfecto relato para Halloween, no sé te da nada mal el terror ¿eh? Tienes madera asustando jajaja, por si acaso no dejaré que los gatos negros me sigan.

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  29. Tu relato es toda una prueba, amiga...La vida a veces nos da estas sorpresas, que nos rompen todos los esquemas y sólo queremos escapar...No sabemos si será suerte o desgracia, lo cierto es que nos impactan y nos sentimos limitados, buscando una lógica, que no aparece y nos mantiene alerta...Mi felicitación por tu capacidad para improvisar y sorprendernos, amiga. Mi abrazo siempre, Pilar.
    M.Jesús

    ResponderEliminar
  30. e gusta como has ido construyendo el relato de una forma ascendente hasta llegar a un final espeluznante.
    Un beso.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

Hagamos un trato

Te propongo un pacto. No removamos más el pasado, no le demos más vueltas ni nos echemos más en cara lo que ocurrió, ya no lo podemos cambiar, dejémoslo correr por el camino del olvido, no me gusta esta guerra soterrada ni este mirar de soslayo con la desconfianza como carga. Llevamos un tiempo con el rictus de la tristeza pegado y el alma rota sin querer dar el brazo a torcer. «Demasiado vehemente», me dices; «excesivamente racional», te contesto. Esto es un «toma y daca» y esta guerra no va a parar. Ya sé que soy impulsiva, alocada y me lanzo sin escuchar tus voces de contención, pero reconoce que eres tan racional, tan pausado y mides tanto las palabras que a tu lado últimamente no hago más que bostezar. Me gusta volar como el viento, necesito sentirme en libertad, no me atosigues. Cuando yo he tomado decisiones no nos ha ido tan mal. Y sobre todo no cargues sobre mi conciencia, sabes que soy muy sensible y el sentimiento de culpa me hace pasarlo fatal. Te pasas la vida planific

Amanecer deslumbrante

Salimos de casa con aspecto somnoliento. Al subir al remolque, ayudados por los dos hermanos mayores, percibimos el viento gélido de la madrugada. No era normal que nos llevaran con ellos; pero ese día, así padre lo había decidido. La calle en la que vivíamos aparecía oculta en la penumbra, se nos hacía extraña. Dejamos el pueblo solitario y silencioso envuelto en la neblina matinal. En el remolque nos encogimos como pudimos para evitar el frío que nos hacía castañetear los dientes y nos provocaba pequeñas chimeneas de vaho que se fundían con la niebla; esfuerzo inútil, pues el traqueteo descomponía nuestras figuras y nos lanzaba a la una contra la otra. No así los hermanos mayores que, apoyados en las cartolas, se dejaban acunar por el movimiento y se hacían los dormidos. El tractor reptaba ruidoso por la subida del Carramonte. Al llegar al alto del páramo por la zona de Valdesalce, amanecía. Nos apeamos de un salto. Impresionaba el mundo que se abría ante nosotros. Miré a mi a

Cuando uno dice blanco, el otro... blaugrana

Va a ser un día complicado, se dijo Aurora al despertar pensando en que se jugaba el Clásico. Su preocupación eran sus hijos Raúl y David. Cuando nacieron todo fue caos en su entorno y nadie, excepto ella, se fijó en los ojos tan abiertos con los que se observaban sin pestañear. Aunque le decían que los recién nacidos no ven, esa mirada gélida de un gris opaco fue el presagio que acabó con sus sueños de madre.  La crueldad sistemática entre los hermanos confirmó sus sospechas. Parecían dos gatos en continua pelea. Si uno necesitaba luz, el otro oscuridad; si uno quería dormir, el otro berreaba y si uno decía blanco el otro… blaugrana. Era un sinvivir que a ella le tenía agotaba. —Os vamos a machacar —decía Raúl con la camiseta blanca. —¡Qué dices, idiota! Hoy comeréis el barro bajo nuestras botas. —De idiota nada, mamón.  — ¡Pum! Arrojó un derechazo al ojo de su hermano. —Te arrancaré la nariz, imbécil. —Y el zurdazo lo dejó sangrando. —¡Ay!, me ha mordido. —¡Basta! —gritó Aur

El vaivén de la vida

En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que cuando te pasan, su estela tira de ti y te hace girar la cabeza deseando alargar tu mano entre la brisa que ondea los rizos de su melena. Esa noche Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza. Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén sabía que esa tarde ella había llorado, pero dijo: ̶ Cariño, ¿estás ya preparada? La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para definitivamente quedarse. Su ambición profesional, el estatus social y ese ajetreo diario de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido y ahora… ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo

La musa de la escritura

Hoy hace un año que te fuiste… Digo a gritos que no te necesito, que ojalá no vuelvas. Miente mi orgullo para cubrir el dolor de mi impotencia. Ya sabes que mi cabeza es un cóctel de ideas encontradas, letras sueltas y sensaciones indefinidas. Qué diferencia con las composiciones escritas a golpe de vértigo, las notas de recuerdos con ilusión vividos, la actividad nerviosa, el febril pensamiento desbocado, todo un mundo que se diluía en la página en blanco. Mi imaginación no se resigna a esta inactividad actual y sigue alimentándome: me trae el choque de olas acunando a otros muchos en sus aguas, el espectáculo de un gnomo sibilino junto a una princesa destronada, un bello alfiler ensangrentado en el escenario de una explosión en Yakarta, hasta me tienta con el aroma de la riquísima sopa de la abuela. Miro tu hermética bola de cristal donde encierras la energía en un tiempo y un espacio diferente al que reclama el reloj para sí mismo. Te miro y tu fulgor me deslumbra y pienso