Nada es lo que parece y se acentúa más y más cada día. Me obliga a que, delante de la gente, le llame papá. Él, se hace el sorprendido y me dice con la más agradable de las sonrisas:
— ¡Ah!, eres tú. ¿Qué quieres hija?
Mamá asegura que tengo el papá más maravilloso de todos. Me quedo mirándola con un profundo silencio que ella interpreta:
—Ves, es tan estupendo que al darnos cuenta nos quedamos sin palabras.
Desde la oscuridad de mi rincón donde me escondo acurrucada, miro por la rendija de la destartalada puerta. Mi corazón me golpea ante el temblor de las telarañas, el crujir de las tablas y la inquietante atmósfera que proyecta la luz del ventanuco. Todo me habla de misterios que el viejo desván custodia. Hoy algo llama especialmente mi atención, es una muñeca ajada y sucia a la que le falta un brazo. Lo demás: cajas y baúles, sacos y materiales indescriptibles por el polvo que los cubre, la acompañan y callan. Aprieto los brazos contra mi pecho y una voz de mi interior le dice que no tenga miedo que yo la protegeré.
De repente, su olor me sobresalta. Su cercanía me hace temblar. El miedo me ahoga. Sonríe y... Quiero morirme. Mis lágrimas resbalan silenciosas. Se enfurece y me hace daño. El pis me moja las piernas y mis dientes castañetean... Más tarde, soy yo la que está en el suelo maltrecha y dolorida como una muñeca de desván.
—Cariño, parece que oigo a un gatito gimiendo arriba, en el desván.
— ¿Si? ¡Qué raro! Voy a echar un vistazo.
— ¡Ah!, eres tú. ¿Qué quieres hija?
Mamá asegura que tengo el papá más maravilloso de todos. Me quedo mirándola con un profundo silencio que ella interpreta:
—Ves, es tan estupendo que al darnos cuenta nos quedamos sin palabras.
Desde la oscuridad de mi rincón donde me escondo acurrucada, miro por la rendija de la destartalada puerta. Mi corazón me golpea ante el temblor de las telarañas, el crujir de las tablas y la inquietante atmósfera que proyecta la luz del ventanuco. Todo me habla de misterios que el viejo desván custodia. Hoy algo llama especialmente mi atención, es una muñeca ajada y sucia a la que le falta un brazo. Lo demás: cajas y baúles, sacos y materiales indescriptibles por el polvo que los cubre, la acompañan y callan. Aprieto los brazos contra mi pecho y una voz de mi interior le dice que no tenga miedo que yo la protegeré.
De repente, su olor me sobresalta. Su cercanía me hace temblar. El miedo me ahoga. Sonríe y... Quiero morirme. Mis lágrimas resbalan silenciosas. Se enfurece y me hace daño. El pis me moja las piernas y mis dientes castañetean... Más tarde, soy yo la que está en el suelo maltrecha y dolorida como una muñeca de desván.
—Cariño, parece que oigo a un gatito gimiendo arriba, en el desván.
— ¿Si? ¡Qué raro! Voy a echar un vistazo.
¡¡Dios mío, María Pilar!!... no te voy a comentar esta vez, no puedo.
ResponderEliminarLa piel de gallina, el alma enfurecida y las uñas me han crecido, estas historias son capaces de sacar de mi lo mas cruel, mis instintos mas primarios, pero sobre todo y por acabar pronto una pistola. Abrazos
ResponderEliminarQue lo abran en canal como a los cerdos, y que le escupan dentro. Escalofriante relato.
ResponderEliminarBesos Pilar.
Pilar, gran maestría en la exposición del relato...El primer párrafo es la conclusión final de la historia , que nos vas a relatar "de puntillas" con admirable delicadeza y controlando las palabras y su significado...Poco a poco vamos intuyendo lo que ocurre y sintiendo el miedo y la frustración de la niña...El final es toda una ironía , que nos desgarra por dentro y vemos que efectivamente..¡¡.Los monstruos son los padres!! Mi felicitación y mi abrazo por la forma y el contenido...Y el temple que has tenido, Pilar.
ResponderEliminarM.Jesús
Me has dejado sobrecogida, sin palabras, porque no comprendo como se puede ser tan inhumano, tan bestia para llegar a esa salvajada, para actuar contra natura. El tratamiento del tema en tu historia ha sido de una delicadeza exquisita, pero por ello no menos cruda.
ResponderEliminarBesos y besos.
Es cierto, amiga... Nos dejas sobrecogidos... Y lo peor es que estas cosas no son fantasias...
ResponderEliminarUn relato tremendo
Un abrazo
María Pilar sea ficción o realidad por desgracia ocurre tantas veces, hay tanta crueldad en algunas personas que no debían tener derecho a ser padres, lo vemos tan a diario que muchas veces te asqueas de mundo que entre todos hemos fabricado.
ResponderEliminarBesos,
Que dolor me deja tu escrito Maria, esos no son padres, merecerían morir poco a poco. Desangrar sus venas, echar vinagre en sus heridas, ¿por que existen?
ResponderEliminarUn escrito que nos deja desencajados y llenos de estupor ante estos hechos que jamás tendrían que ocurrir y que, de una vez por todas, hay que darles solución.
ResponderEliminarComo siempre un magnífico Relato.
Abrazos y Besines.
Jod... me dieron escalofríos, es una historia terrible y terriblemente díficil de contar. Lo has resuelto muy bien,supongo que por eso duele tanto. Un beso
ResponderEliminarHas tratado un tema escalofriante con muchísima delicadeza, pese a todo, has sabido llegar y me has puesto de uñas contra esos abusos.
ResponderEliminarTe dejo mis cariños en un fuerte abrazo.
Kasioles
Hola María Pilar. Un tema escabroso en donde la realidad supera a la ficción. Es lamentable pero ¿Cómo unos padres que se suponen que tienen que querer y cuidar de una criatura pueden estar maltratando de esa forma. El que da maltrata pero el que calla maltrata igual.
ResponderEliminarMuy bien contado.
Saludos y abrazos
Hola Pilar,aún no termino de entender como se puede hacer daño aquello que mas se quiere en la vida.Y tampoco entiendo que quien lo ve y lo sabe,lo calle por no meterse en líos.Buen escrito!!.
ResponderEliminarBesos.
Una gigantesca mascarada que desgarra el alma. Hay delitos que no deberían prescribir jamás, porque las heridas que dejan a sus víctimas vomitan sangre toda la vida.
ResponderEliminarUn abrazo, María Pilar.
Uy el escrito te deja fría es muy triste y espeluznante. Lo peor es que es una realidad que se da más seguido en este mundo. Te mando un beso y te felicito cada vez escribes mejor. Ten una linda noche
ResponderEliminarDuro siempre, el relato de un maltrato.
ResponderEliminarHiciste que lo sintiéramos...
Besos.
Espeluznante el tema y magistral la ejecución del relato para en tan breves líneas transmitirnos todo el horror, el dolor, el desamparo, la angustia de la niña y la repugnancia más absoluta hacia semejantes monstruos, por acción y omisión.
ResponderEliminarBesos
Cuánto horror.
ResponderEliminarQue bien escrito y que terrible!
ResponderEliminarUn beso un poco tembloroso
Tremendamente duro y real.
ResponderEliminarSobrecogedor tu relato Pilar.
Un abrazo para vos.
Lau.
Falta una segunda parte en la que la niña crece y se toma su merecida venganza. Muy crudo pero posiblemente más real de lo que pensamos. Un saludo.
ResponderEliminarAtinado título para un magnífico relato. No hay mucho que comentar. Se comenta solo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Maravillosamente contado tu estremecedor relato. Me aterra pensar cuanta realidad sobrecogedora encierra. Bss.
ResponderEliminarGracias a todos los que habéis pasado por aquí y habéis dejado vuestros comentarios que son los que mantienen vivos los blogs.
ResponderEliminarTodo mi cariño con mis mejores deseos para este fin de semana :)
Vuelvo para agradecer tus letras en mis pucheros.
ResponderEliminarHe creído que habías vuelto a publicar, pero sólo he encontrado esta última entrada.
Te deseo un buen fin de semana.
Cariños y abrazos.
kasioles