Era joven y bella, de piel delicada y grácil figura; con apellidos importantes de Bilbao y mejores genes. En ellos llevaba la herencia de esas familias que han sido bien alimentadas incluso en épocas de necesidad y que generación tras generación han disfrutado de un estatus que otros no han podido ni soñar. Se la veía tan necesitada de cariño que te daban ganas de envolverla con un abrazo.
Resaltaba en aquel ambiente sórdido del psiquiátrico de las Nieves de Vitoria de largos pasillos y camarillas corridas, como la pequeña flor del Guernica de Picasso. Sus finas manos enrojecidas y las uñas partidas delataban el duro trabajo que le habían adjudicado desde su llegada en las cocinas. El resto del tiempo canalizaba su tensión pintando.
Su mundo coloreado era un misterioso espacio con figuras inconexas, desprotegidas y desamparadas. Expresionismo puro cargado de ira, miedo y desamor.
Sus pinturas merecían estar en una exposición a la vista de los amantes del arte, le decían. Con una sencillez aplastante y ausente de toda amargura contestaba que a ella solo le gustaría regalar una a su madre, pero sin que lo viera su padre porque la primera vez que le regaló un dibujo lo tiró a la papelera hecho un rebujo mientras maldecía: "¡Qué habré hecho yo para merecer esto!"
Sus ojos transparentes parecían oscurecerse y extraviarse en algún lugar de su interior cuando añadía: "Hay imágenes que no se olvidan aunque se intente. Ojalá hubiera un borrador de memoria para eliminar todo lo que nos carcome". Y hablando muy quedo, como para sí misma: "Es muy duro con 7 años salir a la calle y preguntar a la gente donde hay un policía. En la comisaría nadie me hacía caso hasta que uno vio que estaba temblando y meándome encima. Me preguntó qué me pasaba y le contesté que papá estaba matando a mamá".
"Me llevaron con el coche policial a casa. La mirada despiadada de mi padre se me incrustó en el pecho mientras con su simpatía despedía a los policías con disculpas por mi atrevimiento."
"Hábil en el manejo de sus influencias fui yo la que salió de casa para rodar de internado en internado sin que nunca más supiera de ellos. Duele, porque la herida sigue abierta aunque él haya cosido mi boca para comprar mi silencio con un diagnóstico psiquiátrico. Duele y no puedo arrancármelo de dentro."
Resaltaba en aquel ambiente sórdido del psiquiátrico de las Nieves de Vitoria de largos pasillos y camarillas corridas, como la pequeña flor del Guernica de Picasso. Sus finas manos enrojecidas y las uñas partidas delataban el duro trabajo que le habían adjudicado desde su llegada en las cocinas. El resto del tiempo canalizaba su tensión pintando.
Su mundo coloreado era un misterioso espacio con figuras inconexas, desprotegidas y desamparadas. Expresionismo puro cargado de ira, miedo y desamor.
Sus pinturas merecían estar en una exposición a la vista de los amantes del arte, le decían. Con una sencillez aplastante y ausente de toda amargura contestaba que a ella solo le gustaría regalar una a su madre, pero sin que lo viera su padre porque la primera vez que le regaló un dibujo lo tiró a la papelera hecho un rebujo mientras maldecía: "¡Qué habré hecho yo para merecer esto!"
Sus ojos transparentes parecían oscurecerse y extraviarse en algún lugar de su interior cuando añadía: "Hay imágenes que no se olvidan aunque se intente. Ojalá hubiera un borrador de memoria para eliminar todo lo que nos carcome". Y hablando muy quedo, como para sí misma: "Es muy duro con 7 años salir a la calle y preguntar a la gente donde hay un policía. En la comisaría nadie me hacía caso hasta que uno vio que estaba temblando y meándome encima. Me preguntó qué me pasaba y le contesté que papá estaba matando a mamá".
"Me llevaron con el coche policial a casa. La mirada despiadada de mi padre se me incrustó en el pecho mientras con su simpatía despedía a los policías con disculpas por mi atrevimiento."
"Hábil en el manejo de sus influencias fui yo la que salió de casa para rodar de internado en internado sin que nunca más supiera de ellos. Duele, porque la herida sigue abierta aunque él haya cosido mi boca para comprar mi silencio con un diagnóstico psiquiátrico. Duele y no puedo arrancármelo de dentro."
Descorazonador!
ResponderEliminarUn abrazo.
Que duro, lo es porque es real aunque lo hayas inventado y nos deja en muy mal lugar porque no sabemos evitarlo. Un abrazo
ResponderEliminarConmovedor y excelente relato, Pilar.
ResponderEliminarCuántas historias similares a esta hay en la vida y no son ficción...
Un besote para vos!!
Lau.
Me apunto la flor del Guernica. Un abrazo.
ResponderEliminarDesgarrador relato que encierra retazos de vidas destrozadas reales, lamentablemente...
ResponderEliminarO, mejoe dicho, que bien pudieran ser reales, que las hay.
ResponderEliminar