Ir al contenido principal

El día de los milagros

—¿Dónde está San Antonio? ¿Y Juana de Arco?—murmuró ensombrecida la anciana tía abuela paseando la mirada por los muros vacíos de la iglesia—. Ya no quedan altares, ni santos. ¡Cielo santo! Vivir para ver.
Se santiguó tres veces.
Guardó silencio. Quizá en ese momento empezó a fermentar en su mente el castigo que merecían los causantes de tanta ruina moral porque pronto añadió:
—Los ministros de la iglesia… Arderán en el infierno por esta iconoclasia.
—Tía, por favor, estás perdiendo el tren de la vida —le susurré —. Los tiempos han cambiado.
Un centenar de personas, elegantemente vestidas, ya estaban sentadas en los bancos. Esperaban que comenzase la ceremonia del bautizo de las gemelas Beatriz y Laura. Sobrinas bisnietas de mi tía.
—Ahí vienen —dijo una voz a nuestras espaldas.
Todos rebulleron en sus asientos.
Los móviles quemaban las baterías: fotos y más fotos.
—Esto ni es bautizo ni es nada —gruñó taciturna.
Los padres caminaban por el pasillo central adaptándose al paso leve de las dos niñas de tres años hasta sentarse en el primer banco. Las niñas, con sus rizos rubios y sus zapatitos blancos, entre sus padres. Como debía ser.
El sacerdote observaba la escena desde el baptisterio y sonreía complacido.  Nada hacía suponer el terremoto de emociones que iba a desatar.
Al echarles el agua del bautismo un Ooohhh recorrió los bancos de la iglesia ante el milagro. Porque milagro era que el padre fuera el único en no ver el asombroso parecido entre las gemelas y el presbítero.
—Y entonces, ¿Sabéis qué hizo mi tía?
Como si hubiese leído mi pensamiento, que coincidía con el de los demás, me señaló con su bastón y con desdén me gritó: ¡Ni una palabra! Con gesto arrogante, se levantó de la silla y apoyada en el bastón se alejó.
Hacía años que no andaba sola.

Safe Creative #1810018589867

Comentarios

  1. Un saludo, compañeros blogueros y a todos los que paséis por aquí. Os dejo un nuevo relato escrito en clave de humor.
    En el fondo yo le tengo cariño a esa abuela que entrometida y sabionda para los asuntos de los demás, no quiere que se vean expuestos los propios. ¿Lo conseguirá?

    Cariñoso abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Abrazo,hay de esas abuelas por todas partes,cariños.

    ResponderEliminar
  3. Genial relato María Pilar!! Un beso enorme con todo mi cariño para vos!!
    Lau.

    ResponderEliminar
  4. Un relato curioso.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. A la abuela de una prima mía tenían que acompañarla al baño, porque no podía andar sola. Podía pedir más de un centenar de veces al día. Un día una de las nietas estaba viendo un programa que le interesaba y le dijo que se esperara un poco. Sin mediar palabra se levantó y se marchó sola al baño. Me la has recordado.
    Aparte del recuerdo, me ha encantado el relato.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. A veces los años nos traen sabiduria
    Cariño fue gratisimo leerte

    ResponderEliminar
  7. Nos encariñamos todos con la abuela, nos la retratas con cariño y eso llega, todos tenemos una abuela o una tía que nos la recuerda. Abrazos

    ResponderEliminar
  8. Es que esas abuelas son sabias y ven donde los demás no entienden que pasa.
    Muy buena historia María Pilar, el humor hace bien.

    mariarosa

    ResponderEliminar
  9. Muy buen personaje y me gusto el bautizo te mando un beso

    ResponderEliminar
  10. ¡Ay del honor! Simpática escena que nos cuentas, y sí en esto de las infidelidades siempre el engañado es el último. Claro que... y si el padre también sabe...

    ResponderEliminar
  11. Hola Pilar,creo que escenas como esa se habrán vivido a miles jajaj.

    Muchos besos y miles de gracias.

    ResponderEliminar
  12. Se hizo el milagro... bueno, dos milagros en realidad :)
    Besos.

    ResponderEliminar
  13. Jajajaja. Me has hecho reír con el relato. Y no sé la causa, pero me ha venido a la cabeza una escena de «Amanece que no es poco», la de la señora del alcalde cuando alumbra mellizos nada más tener contacto carnal con el amante; este último se asombra y ella le dice que ha sido por el gusto que le ha dado, jajaja. Pues eso, con el gusto salen a pares, jajaja.
    Un beso y gracias por tus cariñosas palabras en mi blog.

    ResponderEliminar
  14. Jajaja ya no quedan altares, ni santos... ni curas decentes... Muy bueno Pilar, un placer leerte, como siempre...
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  15. Vamos que estaba como para correr un maratón.

    Besos.

    ResponderEliminar
  16. La adrenalina hace milagros.
    A medida que nos hacemos mayores comenzamos a pensar que este ya no es nuestro mundo.
    Unas inocentes niñas y un cura...nunca digas de esta agua no beberé no este cura no es mi padre.
    Un relato para sonreír.
    Besos María Pilar

    ResponderEliminar
  17. ¡jajajajajaja muy divertido tu relato y lleno de milagros!

    Besos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Este blog permanece vivo gracias a tus visitas y comentarios. Te agradezco estos momentos especiales que me regalas.

Más vistas

A la deriva - Cuento de Horacio Quiroga

Ficha Técnica     Título: Cuentos de amor, de locura y de muerte    Autor: Horacio Quiroga    Género: Cuento    Editorial: Sociedad Cooperativa Editorial Limitada    Año de edición: 1917    País: Uruguay    Resumen      El protagonista del cuento, Paulino, pisa una serpiente venenosa que le muerde en el pie. A causa de este incidente, inicia un viaje por el río Paraná hacia un pueblo vecino donde espera que le salven la vida.       Valoración personal        Horacio Quiroga mantiene en este cuento las tres constantes que le caracterizan como el gran cuentista que es: brevedad, intensidad y tensión constante.     Lo que más impresiona es la lucha por sobrevivir del protagonista al que, a veces, lo llama por su nombre y otras no dice nada más que “el hombre”. Como si a cualquiera de nosotros nos pudiera ocurrir lo mismo. Una lucha desesperada, por ganarle la batalla a la muerte, por no rendirse, aunque ...

Vendimia en La Rioja Alavesa

El otoño, con sus días soleados y sus noches frías, se detiene en el pueblo cuando la vendimia llama a su puerta. El ambiente sabe a grana y esperanza y el olor dulce del caldo se extiende por todos los rincones. Por las calles se ve ajetreo constante de gente y se siente el crujir de los sarmientos a su paso. Ruidos de tractores seguidos de pequeños remolques se oyen por doquier y voces de tierras lejanas se mezclan con las del lugar. Son los temporeros que dejan casa, tierra y familia para hacer la campaña de la vendimia. El ritual cargado de arte, magia y fiesta se repite de generación en generación hasta perderse en la memoria de los tiempos. En cuanto amanece, los vendimiadores están a pie de cepa para empezar a tomar contacto con esos racimos de uvas rebosantes. Avanzan con cuidado, notan el fruto maduro en su mano y cortan con diligencia para no estropear el milagro. Sienten la cercanía de los demás, a veces algún roce cómplice que se celebra con sonrisas. La recogida de la u...

El calamar rojo gigante

Leer más relatos aquí Las luces de emergencia iluminaban lo suficiente como para saber dónde estaba. También el lío en el que Carla se había metido. Tanta grandiosidad la empequeñecía. Se encendieron las alarmas en su cabeza. Se había quedado encerrada en la torre más lujosa de la Quinta Avenida.  Su grupo escolar, con la monitora, habían subido al mirador Top of the Rock en el último ascensor de la tarde. Cuando llegó el momento de bajar, al salir del ascensor, Carla se entretuvo curioseando el retrato del primer Rockefeller que estaba en la pared de enfrente. Una cabeza afilada rodeada de una pelambrera lobezna; las aletas de la nariz dilatadas, como olfateando algo, le daban cierto aire de animal al acecho. «¡Qué hombre tan horrible!», pensó. No pasó mucho tiempo, el suficiente para quedarse sola. ¡Se habían cerrado todas las puertas! ¿A dónde se habían ido todos? ¿Y los vigilantes? Aquello no le podía estar pasando. El silencio era total.  Hecha un ovillo, se sentó en uno de lo...

Un mundo de Ángeles Santos

Este cuadro ha sido restaurado recientemente y se puede ver en el Museo Reina Sofía de Madrid. «Un mundo», dijo la autora que representa. Por cierto, se llamaba Ángeles Santos y lo pintó con tan solo diecisiete años, una artista precoz donde las haya. ¡Qué no se hubiera dicho de ella en 1929 si hubiera sido un varón! Eran otras épocas; de la mujer se esperaba que se casara y fuera amante esposa y una madre solícita, no una artista del vanguardismo. De todas formas, el monumental lienzo de nueve metros cuadrados tiene tanto magnetismo que fue la obra que más sensación causó en el madrileño Salón de Otoño de 1929. Los especialistas se rindieron ante su genio precoz y recibió los elogios de la intelectualidad del momento.    ¿Qué tiene esta pintura para que nos llame tanto la atención? ¿Es su aspecto de pesadilla? ¿Su monumentalidad? La miro desde la distancia. El cubo terráqueo está tan cargado de objetos que a duras penas se sostienen por la velocidad a la que se mueve; pare...

Luminosa melodía

  Al escribir  Solo surgen las palabras  De dolor por lo que amo  Y salgo al balcón cada amanecer  Para encontrar la oración  Que recompone las sílabas  De tu nombre  Maite  Al escribir tu nombre  Se desperezan todas las letras  Y me regalan tu sonrisa  La que sostiene el mundo  Caricia del alma  Luminosa melodía