Relato para el concurso de El tintero de oro sobre la injusticia social, homenaje a Harpe Lee.
«A veces retumba como un trueno dentro de mí el sentimiento de la total inutilidad de mi vida». Virginia Woolf.
«La normalidad es una ilusión: Lo que es normal para la araña es el caos para la mosca». Morticia Addams.
En la vida de Clara había aparentemente de todo menos paz y sosiego. Era de esas personas que, cuando te las encuentras, no pasan desapercibidas. Te hacen girar la cabeza deseando alargar el brazo para tocar la melena que ondea al viento. Aquella noche, Clara se separó de la fiesta, se quitó los zapatos de tacón de vértigo, la máscara de top-model y se abandonó en el columpio de sus pensamientos. Cualquier observador habría olido la tristeza que embargaba tanta belleza.
Sabía que Rubén no se creía que ella se dormía en cuanto se acostaba, pero callaba. Rubén se había dado cuenta de que esa tarde había llorado, pero dijo:
̶ Cariño, ¿estás ya preparada?
La rutina había llegado a sus vidas como un intruso para, definitivamente, quedarse. El ajetreo de fiestas y relaciones sociales para alzar una muralla sobre la que asentar su seguridad, había resultado una telaraña en la que se habían perdido, y ahora… Ahora todo ello solo servía para acallar el incómodo silencio instalado entre ellos. Compartían cama, pero no dormían juntos; reservaban mesa en los mejores restaurantes, pero comían distanciados; viajaban juntos, pero…
Qué lejos le quedaban a Clara aquellos días que les pertenecieron. Las separaciones eran horas contadas para volver a verse y los encuentros se hacían más intensos. Con miradas cargadas de sensualidad, estrechaban el aire con sus abrazos para comerse a besos. Cuando él viajaba por cuestiones de trabajo, los kilómetros recorridos no importaban. Les compensaba un furtivo encuentro en el aeropuerto de Sondica o Barajas. Cogidos de las manos, se decían esas cosas que tanto les gustaba, con las que pretendían alargar el tiempo.
Antes de nacer, su padre ya le había marcado su vida. Sería una niña modelo, estudiaría en los mejores colegios de monjas y se casaría con el hijo de alguno de sus amigos de las Arenas. Se sentiría orgulloso de su hija. Pero Clara le salió rebelde y lista. Aprendió a darle la razón. Le decía que sí para luego hacer lo que le daba la gana. Estudió en los mejores colegios, sabía relacionarse en la sociedad que le tocaba vivir, pero no estudió la carrera que le había marcado su padre.
En la Escuela de ingeniería de Bilbao conoció a Rubén. Le gustó desde el primer momento que lo vio en el aula. Se sentaba tres filas por delante de ella. No podía dejar de mirarlo. Cuando él se giró y la miró con aquellos ojos color miel, sintió que se le paraba la respiración. Solo fueron unos segundos, pero tuvo el efecto de una montaña rusa que cuando llega a su fin dices «Guau» y con una mano, te arreglas el pelo. Rubén era un joven atractivo, algo tímido, cariñoso y protector. Ajenos al resto, intimaron. Él sabía que estudiar allí no era un camino de rosas para Clara. A finales de los setenta del siglo pasado, era la única mujer en una clase de hombres. España caminaba hacia la modernidad manteniendo férreas costuras del pasado. Las miradas que recibía de profesores y universitarios la cuestionaban: «¿Qué hace una chica como tú en un lugar como este?». Todo era tan masculino que no había ni aseos de mujeres en los talleres. Sin embargo, lo peor fue entrar en el mundo laboral. A pesar de que se presentaba a todas las entrevistas de trabajo, nunca consiguió un puesto como ingeniera industrial. La suerte de poder salir elegida para trabajar en lo que se había especializado, siempre se le puso en contra. Un muro se levantaba entre ella y la empresa. El muro del recelo a cambiar la mentalidad de un mundo absolutamente masculino, con todas las costumbres y hábitos masculinos.
Se dedicó a hacer proyectos en casa. Proyectos que Rubén presentaba como suyos y eran aceptados con la dotación del premio que conllevaban y la mejora en el puesto de trabajo. Lo que supuso que Rubén tuviera que pasar tiempo en el extranjero. Pero Clara nunca se había sentido tan ilusionada como esas semanas que pasaba sola en casa. Ella quería que fuese así. Estaba fascinada. Era su proyecto el que medraba, el proyecto que tenían en común Rubén y ella. Creía haber encontrado el equilibrio perfecto con la persona indicada. Y hacía realidad sus sueños, aunque ante los demás apareciera como la mujer florero, «la señora de». ¿Qué le importaban a ella los demás?
Ahora su invisibilidad tenía un nombre propio, Rubén se llamaba. Eso sí le importaba. A lo mejor se quiso más a sí mismo que a ella. Lo cierto era que su maravilloso mundo había naufragado. Sus sonrisas. Su camaradería. Por eso Clara se sentía como un barco en zozobra queriendo abrir un agujero por el que poder escapar. El poner nombre a la gran mentira que vivía la puso de mal humor, pero también la llenó de energía y fuerza. Tenía que cortar con todo lo que le ataba y se lanzó a ello. No hubo ni una palabra más alta que otra, porque ella no permitió que la hubiera. No podía pronunciar un adiós, no podía. Necesitaba tiempo. Tan solo un beso en la mejilla de despedida.
Era eso o quedar anulada de por vida. Vivir así es una especie de tortura.
ResponderEliminarMuchas gracias, María Pilar, por participar con este relato en el homenaje a Harper Lee. Mucha suerte.
ResponderEliminarUn relato sorprendente, María Pilar. Me ha hecho pensar en la cantidad de mujeres que se habrán pasado y se estarán pasando la vida camufladas detrás de un rol de florero, cuando en realidad son las artífices del éxito de sus parejas. Es una situación tan injusta que debería avergonzarnos como sociedad que no se cansa de definirse así misma como democrática, mientras sigue embutida en aquellas mismas costuras de las que hablas en el relato, que aprietan siempre a los mismos y obligan a renunciar a sus sueños a quienes tendrían más potencial para hacerlos realidad. Ojalá las niñas que crecen hoy no tengan que vivir jamás a la sombra de ningún hombre que las anule en público, pero se valga de su talento en privado para usurpárselo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hola María Pilar, felicidades por tu santo. Y enhorabuena por tu relato me ha gustado mucho. Cuantas mujeres han vivido a la sombra de su marido siendo mucho mas brillantes. Muy bien resuelto el final Suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarWow, qué cruda realidad. Me da terror imaginar que pudiera estar en una situación así. Pero finalmente ella no se resignó.
ResponderEliminarEstupendo María, estrujante.
Te mando un gran abrazo.
Injusticia histórica la que relatas! Cuantas mujeres hoy invisibles podrían haber hecho historia con sus logros! Pero esto aunque despacio, ya va cambiando, por suerte! Las futuras generaciones auguran mujeres y hombres talentosos y exitosos por igual! O eso espero! Un abrazote!
ResponderEliminar"Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer", se decía en otras épocas. Lo que pretendía ser un reconocimiento era en el fondo una descalificación y hasta una negación puesta ya en ese DETRÁS. Mucho ha cambiado, pero no todo. Vamos aprendiendo. Un abrazo
ResponderEliminar«Cherchez la femme» en el más positivo sentido de la frase.
ResponderEliminarBuen relato.
Una injusticia histórica que cada vez se va viendo menos , por suerte. Pero todo está en la independencia económica. después de tantos años sin ejercer la profesión de forma demostrable, sun tiene que superar los miedos propios que son los más paralizsntes, pero parece que ya ha llegado a ese punto.
ResponderEliminarabrszoo y suerte en el tintero.
Un relato que se siente en el alma,abrazo.
ResponderEliminarFue la mejor decisión de Clara. No resignarse y caminar hacia adelante. Me gustó. Un tema más social de lo que pensamos. Suerte. Un abrazo
ResponderEliminarMe gusto el relato aunque me dio algo de pena. Te mando un beso.
ResponderEliminarUn relato muy sencillo y bien escrito que refleja la realidad vivida por muchas mujeres no hace tanto tiempo. Y lo que queda por recorrer a pesar de lo andado. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, María Pilar. Triste relato sobre la invisibilidad femenina, otra lacra que perdura en el tiempo. Suerte en el concurso.
ResponderEliminar“Las férreas costuras del pasado”. Me quedo, Pilar, con esa frase que rompió el techo de cistal de Clara, la que supo despedirse a tiempo sin alaridos, recuperando su vida, su tiempo y su esencia propia.
ResponderEliminar¡Cuántas historias similares!, y ¡cuántas no supieron recuperar su luz y dejar de ser sombra!
Un abrazo, Pilar. ¡Buen trabajo!
¡Hola María Pilar! Un relato sencillo y fluido que te mete de lleno en la historia. ¿Cuántas mujeres, a lo largo de la historia, no habrán publicado su obra o sus proyectos con el nombre del marido, quedando ellas en el anonimato? Me ha recordado a la película de Big Eyes por la trama y la injusticia social que ambas comparten al relatar como un hombre se aprovecha de los conocimientos de su esposa para robarle el trabajo y la fama.
ResponderEliminarComo dijo Virginia Woolff <>.
Bien porque nadie tomara en cuenta sus ideas o bien porque un hombre se las agenciaba como suyas. Hoy en día tenemos muchas propuestas que intentan recuperar la memoria histórica esas mujeres pero seguro que hay muchas que se nos siguen quedando atrás.
Un saludo y suerte.
Hola, María Pilar. Cuántas historias estarán aún por descubrirse y cuántas otras no verán nunca la luz. Estupendo relato. Suerte. Un abrazo!
ResponderEliminarMuy buen relato María Pilar, deja muy claro el conflicto donde la pareja es relegada, de esa parte femenina que no se le toma en cuenta, lo bueno es que pudo salir de ello. Gracias, abrazo
ResponderEliminarExcelente relato. Buen destino tenga, porque el ingenio lo tiene de más.
ResponderEliminarMuy difícil encontrar el equilibrio laboral y amoroso. Ese beso estuvo muy bien y a buscar otro modo de vivir.
Abrazos de anís.
Excelente radiogrrafía de la vida de tantas mujeres geniales que se ven relegadas sólo por su condición de genero. Gracias amiga mía.
ResponderEliminarHola Pilar. El desamor es una constante en las relaciones humanas, y la historia de Clara y Rubén no es una excepción. Hay otra vertiente en el relato que habla de discriminación en una sociedad anclada en el pasado que ciertamente tiene visos de realidad y que en su día constituyó una lucha justa, aunque desde mi punto de vista la conquista de derechos, y en ello se incluyen también los de género, va ineludiblemente anclada a la conquista de derechos de clase. De hecho, en los años setenta solo podían estudiar una carrera los hijos de las familias acomodadas, mientras los hijos de los pobres, varones o mujeres, se veían condenados a desempeñar el papel de mano de obra no cualificada. No fue hasta la llegada de la democracia y el sistema de becas en la universidad pública cuando la igualdad de oportunidades se hizo efectiva, como no podía ser menos, para ambos sexos, algo que en el resto de Europa era común, no solo en los países occidentales sino incluso en los países de la Europa del este. Yo estudié ingeniería en los ochenta y efectivamente el número de mujeres en carreras técnicas era muy pequeño, aunque para cuando hube terminado la cosa cambió ya mucho en muy pocos años. Buen relato de denuncia. Un abrazo.
ResponderEliminarMe alegra que muestres en tu relato una historia que representa a las generaciones de mujeres que, a pesar de tener la capacidad y la formación equiparada a los hombres de su tiempo, no han tenido las mismas oportunidades laborales. Pocas se atrevían a optar por estudiar profesiones masculinizadas y muchas ni tan siquiera podían planteárselo, ya que no eran apoyadas por su familia.
ResponderEliminarNo comparto el dicho de que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pero sí que detrás de la firma de muchos hombres exitosos ha estado, y aún está en algunos casos, el talento de una mujer en la sombra.
Buen trabajo, Pilar.
Un saludo.
Hola Pilar, una cruda realidad la que sufre tu protagonista que se ve empujada a dejar de lado sus sueños . Al final ella supo romper con la situación y ser libre para emprender sus ansiada posición de mujer independiente.
ResponderEliminarBien contada toda la trama
Un abrazo
Puri
Contundente artículo Pilar, de esos que pican porque reflejan injusticias de la sociedad.
ResponderEliminarAfortunadamente vamos mejorando en ese aspecto, pero aún queda mucho..
Saludos.
Cuántas mujeres han tenido que vivir en la sombra sin que su talento sea reconocido!! Menos mal que Clara ha decidido salir a la luz. Estupendo relato, María Pilar. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, María Pilar. Como apunta Lola en el comentario anterior: cuántas mujeres han tenido que vivir en la sombra sin que su talento sea reconocido. Artistas, científicas,... Mujeres todas ellas igual de capaces, o mucho más, que el hombre a su lado.
ResponderEliminarUna injusticia que proclamar a los cuatro vientos, sin duda.
Un abrazo.
Hola María Pilar
ResponderEliminarTu historia me es muy cercana. Te cuento un poco: Inicié la Carrera de ingeniería petrolera en 1983 y solo una mujer en esa generación, aunque en ese año se inició la Carrera de ingenieraia en computación en donde el 30% de esa generación fueron mujeres. Cuando terminamos la Carrera ella quería trabajar en una plataforma marina pero no pudo porque no había baños ni dormitories para mujeres. Hace años que vivo y trabajo en Estados Unidos y la desigualdad de salarios por generos sigue presente.
Muy buen aporte para el reto, me gusta el punto de vista con que desarrollas tu narrative. Suerte.
Y Clara se volvió Oscura. Una lástima que su luz dejara de iluminar es pos de Rubén.
ResponderEliminarHola, Pilar. Qué dificiles son las relaciones de pareja. Me ha gustado la forma en que has retratado el enfriamiento , intercalando con las partes de cuando las cosas iban bien entre ellos. Por otro lado, las injusticias que el mundo laboral cometia contra las mujeres y que se siguen cometiendo hoy en dia. No aprenderemos nunca. En fin, muy bien escrito, como es costumbre en esta casa, jeje. Mucha suerte en el concurso. Un abrazo!!
ResponderEliminarParece una premisa de ficción, o ciencia ficción, y casi cuesta creerlo, incluso pronunciarlo, aunque con palabras lo has mostrado a la perfección. Cuanta invisibilidad ha habido y continuará habiendo con las mujeres, y parece que, por mucho que se luche, la cosa solo ha hecho que despegar mostrándonos parte de esa injusticia. Fantástico relato, compañera, da mucho en qué pensar.
ResponderEliminarUn abrazo!
Hola, María Pilar. El tema de la discriminación por género que tocas está muy arraigado e inconscientemente en algunas ocasionas caemos en ello a pesar de que no lo compartamos; es más divertido que nos tratemos como iguales, como los peques en la guardería o preescolar, que no marcar diferencias. Esas que solo existen en los necios racionamientos de quienes las justifican. Ponerle género a lo que nos gusta únicamente limita la satisfacción, si yo leo un libro me trae sin cuidado si es de escritor o escritora mientras sea de mi agrado. En este tipo de cosas creo que hay que posicionarse justo en medio que les den a los extremistas del género que sean.
ResponderEliminarSaludos y suerte.
Hola.. Excelente relato donde nos cuentas una historia vigente aun en día. La segregación social por razones de sexo ha obligado a la mujer durante siglos a ocultarse tras una mascara o una mentira para lograr el reconocimiento . Aun ahora, increíblemente se presentan casos en que la condición de mujer puede ser un rudo handicap a superar en muchas áreas laborales... ¡Felicitaciones!.. ¡saludos!
ResponderEliminarHola, María Pilar.
ResponderEliminarCuentas una historia sobre la mujer luchadora y pionera en el campo de ingeniería. En aquella época era casi la costumbre: masculino y femenino. Menos mal que todo va cambiando. Conozco a mujeres muy profesionales en el sector de ingeniería, energética y renovables, antes vedado a ellas. Y lo suyo les ha costado. Ser madre y profesional es complicado.
Un saludo y suerte en el concurso.
Tu relato se desliza hábilmente por la crítica social. Si miramos algunos años atrás esa era la realidad. La mujer para poder lograr sus sueños muchas veces debía ocultarse detrás de un hombre, de un seudónimo para sacar su brillantez. Hoy por esa lucha que ellas iniciaron, las mujeres podemos desempeñarnos en una gran variedad de ámbitos laborales.
ResponderEliminarUn gran abrazo
Un relato que no debería ocurrir María Pilar.
ResponderEliminarCuántas mujeres han tenido que sufrir ese tipo de situaciones o, ni siquiera han llegado a poder tener esa posibilidad. Tener que estar detrás de un hombre para poder ejercer su profesión o desarrollar sus capacidades es una situación tan dramática como injusta.
Un fuerte abrazo :-)
Cuando se vive una mentira, hay que ponerle fin. Creer que has encontrado la relación perfecta que buscabas lleva a veces a lamentables decepciones. Has retratado perfectamente la situación que se vivía en los años setenta, con detalles tan injustos y sórdidos como la falta de aseos femeninos en los talleres. Describes de forma concisa y concluyente cómo tuvo que lidiar Clara con un mundo hostil.
ResponderEliminarDetesto la manida frase (afortunadamente hoy en desuso) que dice “Detrás de todo gran hombre hay una gran mujer” ¿Cómo que detrás? ¿Acaso ellas se esconden tras la figura de ellos? ¿Permanecen en la sombra hasta que él u otro decide que debe salir?
El amor perdido hacia Rubén, Clara lo sustituyó por el amor a su trabajo que, facilitando la vida y la prosperidad a Rubén, hacía realidad sus sueños, pero convertida en mujer florero. En fin, un relato muy acertado y certero, a la vez.
Te felicito, María Pilar.