Relato presentado al Vadereto de octubre.
La propuesta de este mes de José Antonio desde su blog Acervo de Letras es sobre los Cumpleaños.
Ese día Sofía se levantó muy temprano. Los nietos la habían invitado a la celebración de su 90 cumpleaños y por nada del mundo iba a perdérselo. Con las ganas que tenía de volver a sentir a su alrededor el bullicio y alboroto de la familia. En el barrio que habitaba, las calles tenían muy poco tráfico, había setos por aquí y por allá, también flores, y silencio, demasiado silencio. El vestido azul cielo, que resaltaba el color de sus ojos, ya había perdido el olor a alcanfor. Se ahuecó el pelo corto y ralo con sus manos de abuela y dio unos pasos. Se sintió etérea a pesar de los kilos de más. Le hizo un guiño al espejo que tenía en la tapa de la caja y este le devolvió un destello de complicidad.
Tras la deliciosa tarta de cumpleaños, la nieta mayor se acercó al sillón de la abuela que presidía la mesa. La calidez de su mirada los envolvía a todos y sentían su acogida con alegría.
—Tu regalo, abuela —le dijo entusiasmada—. En este álbum hemos recogido las incidencias de la familia. Ya verás qué divertido.
Los días perdidos de la abuela —leyó ella con los ojos casi cerrados por la falta de gafas—. En mi vida se me ha perdido un solo día.
—Déjame que te los enseñe, abuela, son esos días familiares en los que no pudiste estar con nosotros. Queremos que los tengas para que te alegren, tanto los crepúsculos como los amaneceres.
Fue pasando páginas. Dos preciosos churumbeles estaban chapuzando en una pequeña piscina hinchable. Eran sus bisnietos, los gemelos Iker y Aitor, de tres años. Por causas ajenas a su voluntad, no había podido conocerlos antes.
La segunda nieta bailaba con gracia el cancán al ritmo de la música de Jacques Offenbach sobre la superficie resbaladiza del Moulin Rouge. «¡Cómo se parece a mí!», pensó embelesada. Y no pudo evitar mecerse al compás de la música. El ser bailarina era uno de sus sueños no cumplidos que poco a poco fue perdiendo color como una imagen de las antiguas polaroids. Ahora estaba encantada con el derroche de entusiasmo que su nieta ponía al batir la falda para seguir la musicalidad hipnótica.
El joven, alto como un castillo y de aspecto soberbio, era su nieto. Se casaba con una chica de un país exótico. La había conocido en internet. En ese momento, un bebé, como si adivinase que había llegado su turno, lanzó un vigoroso vagido. El nieto, raudo, lo sacó del moisés para enseñárselo. A pesar de su corta edad lo habían vestido con vaqueros, camiseta y unas diminutas deportivas en vez de los clásicos patucos.
Al verlo, la sorpresa y la satisfacción brillaron en los ojos de la abuela.
—Para dibujar un niño hay que hacerlo con cariño, lleva pantalón vaquero con un hermoso agujero; camiseta americana y una gorrita de lana —les dijo guiñando un ojo a los padres—. Me gusta. Me gusta mucho que conozcáis a Gloria Fuertes.
El padre sonreía porque era el poema que tantas veces le había recitado a él de pequeño.
Teresa, la hija de Sofía, no daba crédito a lo que estaba viendo. Le parecía todo una pura entelequia. Sin embargo, la actitud de sus hijos la emocionaba. Se le empañaron los ojos con lágrimas de ternura que intentó disimular ante ellos. No lo consiguió. Su hijo le pasó el brazo por los hombros y le dio un achuchón. En ese momento percibió en el cálido ambiente la dulce fragancia del jazmín. Su madre tenía una botellita de ese aceite en el aparador. La abría y se ponía un par de gotas en las muñecas. Sí, ese olor era ella.
Aquella mañana había depositado con pesadumbre un ramo de flores en su tumba.
Qué entrañable relato, María Pilar!
ResponderEliminarY lo bien que describes el amor mutuo entre abuela y nietos.
El final ha sido una auténtica sorpresa.
Besos!
No cumplió su sueño de ser bailarina, pero el álbum de fotos, "Los días perdidos de la abuela" me ha parecido entrañable imaginar esos momentos, aunque no esperase el triste final. Un abrazo
ResponderEliminarEntrañable relato, todo él rezuma sentimientos.
ResponderEliminarBesos, María Pilar!!!
Wauuuuu!! Que trance tan emotivo, y tan bien narrado. Felicitacines.
ResponderEliminarQué bonito relato, qué emotivo, María Pilar. Ese apunte a Gloria Fuertes y la ropa del bebé, ha sido algo maravilloso. Me encanta Gloria Fuertes. Felicidades porque te ha quedado un relato precioso. Aunque el final pueda parecer triste, en el fondo no es más que parte de la propia vida. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar¡Magnífico relato!
ResponderEliminarUn día de cumpleaños que se puede vivir y sentir a través de tus letras. Emotivo, tierno, con calor humano. "En mi vida se me ha perdido un solo día", esa frase da en pensar que realmente perdemos muchos días y no somos conscientes, y nos muestras a la abuela con ese álbum, y tantos momentos que no vivió por no poder o no saber... Qué bien escenificadas las escenas de alegría por parte de toda la familia. Y ha estado genial que incluyeras a Gloria Fuertes con esa frase sobre el niño, un detallazo para unir afinidades literarias. Se siente la gran emoción de Teresa, el olor a jazmín... Terminas con un final tan inesperado como redondo... De alguna forma, la abuela vivió todos los días.
Maravilloso como escribes María Pilar.! Leerte es todo un placer. Gracias.
Un abrazo bien fuerte.
Me gusto mucho este relato. Te mando un beso.
ResponderEliminarAy María, María! Leerte a ti es de verdad que un placer. Un placer único. Inevitable ver el ser humano lleno de amor que hay en ti.
ResponderEliminarDesde hace años, cuando trabajé en un sitio donde las críticas a las obras de otros eran el pan de cada día, yo concluí de manera muy personal que es imposible, imposible con palabras describir algo que te provoca tantas cosas, ya sea pictórica o literariamente.
Aquí puedo decir de lo que que me provoca leerte, y hasta eso se me dificulta porque son muchas emociones. Eres la siempre niña mujer corazón de algodón que me transporta a lo lindo del vivir, el misterio que se adivina en cada letra y aún en los espacios en blanco.
Tengo aquí a mano tus letras en anteriores escritos, me voy a solazar. Pasé al anterior y no encontré comentario mío, no sé por qué. Pero tu lugar es para leer despacito, así como disfruté tu libro, así como es estar contigo. Lo dije una vez: cómo quisiera tenerte aquí a mi lado narrándome una de tus historias.
Espero en este abrazo que te mando puedas sentir que voy yo allí.🍂🌹
Me ha ocurrido como a Teresa, que se me han empañado los ojos con lágrimas de ternura.
ResponderEliminarQué maravilla, María Pilar. Muchas felicidades por escribirlo y muchas gracias por traerlo para tocarnos la fibra sensible.
Un abrazo.
Un sentido homenaje a la abuela desde la perspectiva de unos descendientes que se esfuerzan para mantenerla viva, al menos en la memoria. Excelente relato. leerte es un placer por varias razones, una de ellas por lo bien estructurado que está el texto y otra porque transmite sentimientos anclados en el corazón.
ResponderEliminarGracias por compartir tan buen contenido.
Maravilloso relato, María Pilar. Me ha encantado.
ResponderEliminarLas personas que amamos no mueren cuando se van sino cuando dejamos de recordarlas. Mientras nuestra memoria las acoja y las tenga presentes continuamente, siguen existiendo. Ese álbum de "los días perdidos de la abuela" es un homenaje no sólo a ella sino también a nuestra capacidad de ver más allá del tiempo y del espacio físico y de saber encontrar una realidad paralela en la que todo lo que se idea con el corazón puede ser posible.
Felicidades.
Un fuerte abrazo.
Hermoso relato, de una gran dulzura, que va mostrando esos momentos no vividos, sin embargo compartidos desde el corazón, desde esa evocación en donde el que se fue, ahí está a través del recuerdo de quienes lo vivieron. Un deleite, abrazo grande
ResponderEliminarUna bonita forma de recordar a los seres queridos. Un abrazo
ResponderEliminarAy, María Pilar.
ResponderEliminarA pesar de terminar con los ojillos empañaos, este relato es un dulce sabrosísimo que reafirma lo que siempre digo: ¡Qué delicia es leerte!
No puedo resaltar nada porque todo es un precioso pastel que muestra la emotividad de la narración. Nos has convidado a un cumpleaños muy especial.
Ese final es un aldabonazo, pero con él nos haces compartir la tristeza de Teresa.
¡Maravilloso! ¡Qué bueno!
Muchísimas gracias por este espléndido regalo para el VadeReto. ¡Qué lujo!
Un Abrazo.
Un relato magnífico y muy entrañable.
ResponderEliminarLos recuerdos de toda una vida a través de los momentos que "se perdió". El cariño de su familia es lo más importante. Precioso.
ResponderEliminarCuanto amo y ternura, emociona leerte, hay que parar y volver. Un abrazo grande
ResponderEliminarUn gran aporte para el reto de José Antonio. Nos regalas un relato íntimo, tierno, con un final sorpresivo y que nos deja el corazón con una sensación agridulce. Muy acertado el tema que has escogido. Un gusto leerte María Pilar, saludos.
ResponderEliminarDe tu entrañable relato, María Pilar, me quedo para siempre con dos cosas: la frase de la abuela "En mi vida se me ha perdido un solo día", frase que me gustaría poder decir al fin de mis días, consciente de la importancia de haber vivido cada instante como si fuera el último.
ResponderEliminarY el bellísimo álbum de fotos de "Los días perdidos de la abuela". Un regalo de toda la familia que intenta con ello hacer partícipe a la abuela de esos días en los que no pudo estar presente, para que le alegren, "tanto los crepúsculos como los amaneceres". El amor hecho regalo, la promesa de seguir teniéndola presente.
¡Felicidades! Me encantó.
Un abrazo. Marlen.
Qué relato más tierno, María Pilar!! Imposible no emocionarse con él. Me encanta el nombre del álbum y como consigues que sintamos lo mismo que Sofía mientras va recorriendo los recuerdos que le ha preparado la familia. Precioso!! Un abrazo grande!!
ResponderEliminarQué entrañable, María Pilar.
ResponderEliminarEsa sensibilidad de los nietos hacia la figura de la abuela es enternecedora.
Un fuerte abrazo :-)